Estos días, mientras leía las noticias sobre las elecciones municipales en Bosnia y la persistencia de las divisiones étnicas y culturales, me ha venido a la memoria la novela Un puente sobre el Drina de Ivo Andric. Es inevitable esa sombra. El relato es una demostración manifiesta de la potestad iluminadora de las ficciones. Su lectura proporciona un conocimiento tan profundo, tan transparente, de los conflictos históricos de Bosnia y Herzegovina que nadie queda indiferente tras cerrar el libro. Al término de la novela, los lectores tienen la sensación de que saben más no sólo sobre la naturaleza humana, sino sobre el pasado de Europa y las guerras de nuestros días. Gracias a las historias de unos personajes imaginados con pasión y compasión entienden sucesos de la Historia que a menudo resultan inconcebibles e inabarcables.
¿Es esa la razón por la que algunos historiadores de relevancia, como es el caso de Carlo Ginzburg, recomiendan fervientemente a sus colegas que lean novelas?
La respuesta de Ginzburg tiene que ver con el efecto que él denomina 'extrañamiento', esto es, la posibilidad de evitar un riesgo al que todos estamos expuestos: el de dar por descontada la realidad, el de no dudar ante lo 'evidente'. La literatura, en efecto, permite observar el mundo con ojos sorprendidos, hace que se comprendan mejor las experiencias de los comunes e invisibles protagonistas de la historia, presta atención a los ínfimos detalles y a las vidas concretas que los documentos suelen ignorar. Historia y ficción no son la misma cosa, pero historiadores y novelistas contribuyen cada cual a su modo a crear conocimiento.
No me cabe la menor duda de que eso es cierto leyendo novelas como Un puente sobre el Drina. Ivo Andric se sirve del puente construido por los turcos en el siglo XVI en la localidad bosnia de Visegrad para contar con suma delicadeza la agitada historia de ese hermoso y castigado territorio europeo. El puente es el testigo, el escenario, el pretexto de una narración que transcurre a lo largo de cuatro siglos y afecta a multitud de vidas. Si alguien duda de la potestad cognoscitiva de la literatura debería leer esa novela. Entendería de un modo preciso el origen de muchos odios, el porqué de tantos enfrentamientos. Y al acabar de leer tendría la sensación de haber recibido el testimonio de un superviviente, los recuerdos de un memorioso protagonista.
Andric ensambla su propia imaginación con las leyendas, las canciones populares, los acontecimientos históricos, las tradiciones orales de Bosnia... de una manera tan sutil que logra construir un espacio inolvidable de 'verdad'. Las vidas de todos los comerciantes, militares, rebeldes, mesoneras, campesinos, borrachos, maestras, sacerdotes, funcionarios, vagabundos, estudiantes... que cruzan o se dan cita en el puente son como teselas de un arcaico mosaico cuya minuciosa reconstrucción permite a los lectores una visión integral y emotiva de ese territorio fronterizo entre oriente y occidente, atravesado por una difícil mixtura cultural, lugar de confrontación entre antiguos imperios. Nuestro hoy se comprende mejor leyendo la crónica de ese ayer enrevesado y convulso.
(La fotografía de Zdravko Radosavljevic ha sido obtenida en la siguiente dirección: http://picasaweb.google.com/zdravko.radosavljevic/MokraGora#5096313809882924722)
15 de octubre de 2008
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3 comentarios:
Excelente reseña. Leí este libro antes del verano, y francamente, concuerdo con todo lo que dices.
Aunque hay un momento, hacia el final, que la lectura se remansa un poquito, se hace ligeramente repetitiva, sin quitarle en absoluto el mérito a la obra, por supuesto, pero se hace lenta en su parte final.
Olvidé preguntarte..¿la foto que incluyes es realmente un puente sobre el Drina? No digo el mismo de la obra, pero otro.
Estimado Ariodante, gracias por tus palabras. Es cierto que en la novela de Andric, como ocurre con el propio río Drina, hay pasajes impetuosos y otros más remansados, pero en conjunto constituye un viaje intelectual y emocional admirable. Tenemos la obligación de recomendar su lectura.
Lamentablemente, no he visitado la ciudad de Visegrad, de modo que me tengo que fiar de las informaciones gráficas que Internet nos procura. Antes de decidir qué fotografía debía ilustrar el texto contrasté varias imágenes del puente sobre el Drina en la citada ciudad bosnia. Me pareció que la elegida ofrecía una imagen poderosa y bella. Es cierto que no se distingue bien la 'kapia' del puente, que tanto protagonismo tiene en la novela, pero la perspectiva del puente me pareció hermosa.
De todos modos, cualquier buscador puede proporcionarte otras imágenes del puente. Basta con teclear Drini+Cuprija+Visegrad. La imagen que ofrece la Wikipedia es prácticamente idéntica a la que escogí.
En YouTube hay un documental de la televisión bosnia sobre sobre el puente. Aparece buscando 'Na Drini Cuprija dio 1 od 2'.
Saludos.
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