14 de mayo de 2008

Poesía y lectura

Quisiera compartir este poema de José María Álvarez sobre las cicatrices de las lecturas adolescentes. Basta sustituir el nombre de Salgari por cualquier otro nombre, por alguno de los muchos que cohabitaron en nuestros sueños de juventud, para reconocernos de inmediato en esa exaltación de los relatos de aventuras.

EL ORO DE LOS TIGRES

El viejo Salgari. Después de tantos años
en que no me he atrevido a releerlo,
y cómo sigue ahí, metido
en el alma, colmando la imaginación
de ese anhelo sin nombre, inaprensible, mágico. Cuántas veces
aún resuenan en mis sueños sus bahías
remotas, y en mi boca el sabor
salobre
del viento marino, y oigo el fragor de animales y selvas feroces
y escucho cantos en la noche en misteriosas lenguas
y el ardor de hombres que danzan desafiando a la Fortuna y a la Muerte]
alrededor de un fuego, haciendo brillar armas.
Todo lo que conserva -aventura y audacia-
aún en mi carne su alegría infantil.
El oro de los piratas, esa lumbre, ese relámpago
bestial
de la libertad sin regreso. Todo lo que es ansia
de un lugar en el mundo, y la violencia
que es nuestra raíz, y las rompientes
de coraje, de riesgo, donde nos medimos.
Ah, viejo camarada. Qué horas tan hermosas
vivimos juntos. Cómo
todavía
haces cantar a lo que en mí queda
de alegres y salvajes canciones corsarias.


José María Álvarez. El botín del mundo.

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