12 de abril de 2009

Leer para otros

Al hilo del estreno de la película The Reader, dirigida por Stephen Daldry y basada en la novela homónima de Bernhard Schlink (nada diré acerca de cuál de ellas resulta más intensa, conmovedora y convincente, pues es manifiesto para quienes hayan leído la novela y visto la película), querría hoy recomendarles la lectura de una obra teatral, dos novelas y un cuento que afrontan el mismo tema de la novela y la película referidas: las vicisitudes de un lector o una lectora que leen para otros en determinadas circunstancias.

Comenzaré con la obra de teatro. Se trata de El lector por horas, escrita por el dramaturgo español José Sanchis Sinisterra y estrenada en el año 1999. Es una delicia leer (o escuchar, si se asiste a la representación) los sutiles diálogos entre Lorena, la chica ciega, e Ismael, el lector contratado para leerle, a propósito de los conflictos de la vida. ¿Cómo se entienden? ¿Qué se comunican a través de los textos? ¿Qué inflexiones de voz son necesarias para otorgarle otros sentidos a lo que se está leyendo? Para averiguarlo, no hay más remedio que leer la obra.

La primera de las novelas es La lectora, cuyo autor es el escritor francés Raymond Jean. Reproduciré en este caso el comienzo de la novela:

Me presento: Marie-Constance G., treinta y cuatro años, un marido, sin hijos, sin profesión. Ayer estuve escuchando el sonido de mi voz. Era en la pequeña habitación azul de nuestro apartamento que llamamos 'la habitación sonora'. Estuve recitando versos de Baudelaire que me venía a la memoria. Creo que mi voz es más bien agradable. Pero ¿se oye uno a sí mismo?

¿Qué ocurrirá cuando Marie ponga un anuncio en la prensa ofreciéndose a leer en voz alta a quienes estén interesados? Para saberlo deberán leer la novela, claro.

La segunda de las novelas fue escrita por Sergio Álvarez, novelista colombiano, y tiene el mismo título que la anterior, La lectora. La primera frase del relato resuena como un latigazo, Me secuestraron para ponerme a leer una novela, y a partir de ahí comienza una aventura delirante y sorprendente por las calles de Bogotá, atravesadas por narcotraficantes, sicarios, prostitutas... cuyos destinos, ay, sólo podrán conocerlos si siguen leyendo las frases que siguen a esa primera: Era un viernes por la tarde. Estaba toda desprogramada porque había discutido con Juan Diego, mi novio, y después de darle un bofetón por haberme puesto los cuernos con una amiga de la universidad...

Finalmente les recomendaré un cuento de Javier Marías, uno de mis relatos preferidos. Se titula No más amores y está incluido en el volumen 'Cuando fui mortal'. No les decepcionará conocer la historia de Molly Morgan Muir, la joven señorita de compañía que envejece esperando la llegada cada tarde de un fantasma, a quien lee enamorada y sin esperanzas. La relación entre ambos, unidos por la literatura y la hermosa voz de la muchacha, es digna de leerse.

Y era durante estas sesiones cuando el fantasma de la casa hacía su aparición: cada tarde, mientras Molly pronunciaba las palabras de Stevenson o Jane Austen o Dumas o Conan Doyle, veía difusamente la figura de un hombre joven y de aspecto rural, un mozo de cuadra o de establo. ...

11 comentarios:

Una opinión dijo...

tio, tus etiquetas en mayúsculas y hasta arriba de tus links, se ven MUY feas.

Juan Mata dijo...

Gracias por tomarse la molestia de opinar sobre la estética del blog. A menudo ocurre que, más pendientes de acertar en los contenidos, se descuidan aspectos formales que pueden incomodar a algunos lectores. Trataremos de corregir los defectos. En cualquier caso, espero que la fealdad del etiquetaje no le haya impedido interesarse por los temas y los argumentos de las entradas.

Clareta dijo...

¡Que casualidad! Durante estas pequeñas vaciones, he tenido la oportunidad de ser la voz de una lectura grupal. Debido a las lluvias, las excursiones por la sierra se han ido anulando y quedábamos todos sentados frente a la chimenea. Después de varias alternativas propuestas, una amiga saco una pequeña novela amarillenta de su mochila y me dijo: "Anda, por favor. Leenos".
Así que, como quien no quiere la cosa, cada día a la hora del café, todos a escuchar la "radionovela".
Ahora me he quedado con ganas de conocer el final,jejeje.

lammermoor dijo...

Al libro de El lector le dediqué una entrada. Me llamó la atención porque todos los libros en cuyo título aparezca la palabra: lector, lectura, libro, etc. ejercen sobre mi una atracción fatal. Por ese motivo, tomo nota nuevamente y procuraré leer, si no todos, sí alguno de los libros que mencionas.
REspecto al hecho en sí de leer a otras personas, voy a citarme textualmente: "9. El derecho a leer en voz alta
No suelo leer en voz alta; quizá porque no lo hago bien. Pero si creo que la lectura en voz alta es fundamentalmente una forma de compartir" (Estaba comentando los derechos del lector, de Pennac)
P.D: me costó perderle el miedo a comentar. Ahora tengo la sensación de que "hablo" demasiado.

Anónimo dijo...

que placer el leer para otros, anoche recibí un banquete...mi hija menor de 17 años me pidió por favor que le leyera en voz alta "Bodas de sangre " ... fue delicioso para ambas...
larga conversación posterior a la narración oral.. qué mejor !!!
Como parte de mi trabajo siempre leo en voz alta ES liberador... OJALA TODOS LOS PROFESORES AL COMIENZO DE CADA CLASE LES LEAN A SUS ALUMNOS...

Leox dijo...

recomiendo el ultimo lecto de Piglia.
EL leer para otros , es escuchar lo leido , me recuerda a los radioteatros. aunque nunca los vivi , escucho viejos dramas y aventuras , como en los años dorados.

Juan Mata dijo...

Qué experiencia tan magnífica, estimada Clareta. Me hubiera gustado participar, francamente. Leyendo tu comentario me he acordado del marco en el que se desarrolla el 'Decamerón' de Boccaccio. ¿No ves similitudes entre la lectura de vuestro libro frente a la chimenea y el de los jóvenes florentinos contándose historias mientras huyen de la peste? Tan lejanos, tan próximos.

No tengas ninguna prevención hacia tus comentarios, estimada Lammermoor. Me gusta mucho leerlos y comprobar las afinidades intelectivas y los gustos comunes: Pennac, Sanchis Sinisterra, ficciones sobre lectores... Me siento afortunado.

Qué hermoso testimonio el suyo, anónima lectora. Leer a y leer con una hija 'Bodas de sangre': cuánto me hubiera gustado igualmente estar presente en la lectura. Y escuchar luego la conversación. Ése debería ser, en efecto, uno de los objetivos de la acción pedagógica: leer en voz alta un texto y conversar luego seriamente sobre lo leído. Gracias por compartir ese ejemplo.

Estimado Leox, la recomendación del libro de Ricardo Piglia es muy bienvenida. La acogemos como se merece el magnífico e incisivo autor argentino. Y coincido en la reivindicación del escuchar como un modo de acceso a la literatura. ¿Qué son el teatro o el cine o las radionovelas si no una literatura escuchada?

lammermoor dijo...

El libro de Ricardo Piglia estuvo en mis manos -otra vez la atracción fatal-pero no era el momento adecuado.
Ya que en la entrada se habla de la lectura para otros, os recomiendo el libro "El señor Pip" de LLoyd Jones. Habla además sobre lo que la lectura nos aporta; os lo recomiendo. Con permiso de Juan Mata, os invito a que os deis una vuelta por mi blog y veais la entrada que dediqué al Señor Pip.

Juan Mata dijo...

Gracias por la recomendación, estimada Lammermoor. No conocía el libro. Siento ahora curiosidad. Voy a buscarlo.

Y no tengas reparo en invitar a leer tu blog. No sólo me parece bien la invitación, sino que me sumo a ella con todo el gusto del mundo.

José Manuel Ruiz Martínez dijo...

Aunque algo tarde ya (el blog es una suerte de rodillo textual que avanza inexorable), no me resisto a comentarte que el cuento de Javier Marías al que aludes me parece uno de los cuentos contemporáneos más hermosos que he leído, con su regusto clásico levemente irónico, que no anula la emoción que provoca. Me ha dado mucha alegría encontrarlo aquí: lo he recomendado mucho pero nunca lo había visto comentado en ninguna parte.

Juan Mata dijo...

Qué alegría, José Manuel, coincidir en esa apreciación. Hemos leído muchas veces ese cuento en voz alta, en institutos y en asociaciones culturales, y siempre nos ha invadido la felicidad y la melancolía. Es un extraordinario homenaje a la voz que narra y enamora. Un homenaje a la literatura sin más. Qué feliz coincidencia.