En esta ocasión, el informe ha puesto el énfasis en una cuestión que, aunque antigua, no deja de ser apremiante: la lectura y el aprendizaje. Hace algunas décadas sufrimos un alud de noticias, informes y predicciones, cuyo eco no ha desaparecido del todo, acerca del poder imbatible de la imagen y la poco menos que irremediable postergación de la lectura como medio de conocimiento. Como ocurre siempre que aparecen nuevas tecnologías de comunicación (la escritura, por cierto, es una de las más remotas y eficientes), los anuncios apocalípticos sobre la degradación o casi desaparición de la cultura letrada ensombrecieron los razonamientos sensatos e integradores (ahora estamos en la fase aguda de otra de esas discusiones a propósito de Internet o los videojuegos), pero los ciudadanos demostraron luego ser más inteligentes y pragmáticos e incorporaron sin tensión las tecnologías de la imagen a sus modos de vida y a sus prácticas culturales sin dejar por ello de leer y escribir. Lo cierto es que, a pesar de los cíclicos y tremendistas pronósticos, la lectura y la escritura siguen siendo determinantes para el aprendizaje personal y colectivo. Entre otras razones porque el conocimiento que del mundo ha ido elaborando la humanidad está cifrado en textos, de modo que si se quiere acceder a ese inmenso caudal de saberes es imprescindible aprender a leer y a escribir de manera diversa y comprensiva.Uno de los desafíos pedagógicos más perentorios del siglo XXI es, pues, la eficiente instrucción de los ciudadanos en el uso y entendimiento de las complejas tipologías de textos de nuestro tiempo, para lo cual se requieren nuevos modos de enseñar y aprender a leer y escribir. Sobre algunas de esas cuestiones se reflexiona en el libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario