3 de diciembre de 2008

Fragmentos de textos, fragmentos de vidas

Estábamos leyendo y debatiendo algunos textos del libro de Michèle Petit, Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, y una alumna reparó en la siguiente afirmación: "La lectura está hecha de fragmentos y algunos de ellos funcionan como haces de luz sobre una parte de nosotros, oscura hasta ese momento. Haces de luz que van a desencadenar todo un trabajo psíquico, a veces mucho después de haber leído aquellos fragmentos". Le parecía que la autora tenía razón, pues en la memoria de cada persona hay frases o palabras que, al cabo de los años, se recuerdan con excepcional nitidez, cuando tantas otras experiencias acaban olvidándose sin remedio. Los compañeros asentían.

Se me ocurrió entonces que era un buen momento para enlazar las investigaciones de una antropóloga francesa con sus propias vidas, así es que les pedí que sondearan en su memoria en busca de esas frases o afirmaciones que les habían marcado de algún modo, que les habían iluminado esa íntima zona "oscura" de la que hablaba Petit. Y entonces llegó la sorpresa. Para ellos y para mí.

En la siguiente clase fueron desgranando algunos de los fragmentos que les habían resultado reveladores e inolvidables, o inolvidables por reveladores. El primer asombro provenía de la disparidad de los textos, que iban desde aforismos y poemas a cartas de amigos o ensayos filosóficos, lo que no había impedido que la repercusión en sus conciencias hubiera sido de igual intensidad. Pero a la par que la diversidad textual destacaba el modo en que esos textos habían llegado a cada uno de ellos. Sus relatos confirmaban que las palabras que dejan huella no están exclusivamente en los libros o que, aun estando allí, viajan libremente por los caminos más imprevistos.

Un alumno citó una frase de Platón ("Fácilmente podemos perdonar a un niño que teme a la oscuridad, la verdadera tragedia es cuando los hombres temen a la luz") que había escuchado en la serie televisiva Mentes criminales, en la que se intercalan citas célebres al inicio y al final de cada episodio; una alumna citó algunos fragmentos de una novela de Almudena Grandes; otro alumno recordó un diálogo entre los protagonistas de la película El niño con el pijama de rayas; otra citó canciones de Joaquín Sabina y Fito Páez;
uno más habló del poema "Te quiero" de Luis Cernuda; alguno recordó unas frases de uno de los libros de Harry Potter; otra alumna citó una canción de Rosa León sobre un lobito bueno y un príncipe malo, sin saber que estaba recordando un poema de José Agustín Goytisolo; otra más rememoró un aforismo leído en un sobre con azúcar servido en una cafetería; varios aportaron diálogos o canciones de películas infantiles como Tarzán, La sirenita o La Bella y la Bestia; no faltaron las inevitables frases de Jorge Bucay y Paulo Coelho, como tampoco faltaron los máximas presentes en los calendarios, las ideas descubiertas en ensayos de psicología o pedagogía, las citas atrapadas al azar en foros o páginas de la Red, los comentarios de amigos o padres o maestros hechos de viva voz, las letras de canciones de rock, heavy-metal o rap, versos hallados en los libros de texto... En fin, una ancha constelación de textos, lecturas, ritmos, experiencias... que compartían, sin embargo, destinos semejantes e iguales significados.

Confirmábamos así que el lenguaje nos conforma y nos sostiene, que leer o escuchar son senderos que propician el descubrimiento y el encuentro. Y afirmaba mi ambición de dar a conocer a mis alumnos aquellos textos que, por su hondura y su brillantez, pudieran ser fuente clara de emoción y conocimiento. Y si bien las palabras que los cautivarán les seguirán llegando por las vías más dispares me parece necesario que se topen con los libros donde esas iluminaciones abundan:

"Y el amado puede presentarse bajo cualquier forma. Las personas más inesperadas puede ser un estímulo para el amor. Se da por ejemplo el caso de un hombre que es ya abuelo que chochea, pero sigue enamorado de una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw, hace veinte años. Un predicador puede estar enamorado de una perdida. El amado podrá ser un traidor, un imbécil o un degenerado; y el amante ve sus defectos como todo el mundo, pero su amor no se altera lo más mínimo por eso. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor. Por eso la mayoría, preferimos amar a ser amados. Casi todas las personas quieren ser amantes" (Carson McCullers, La balada del café triste)

"Morir por la 'verdad'. No iríamos a la hoguera por nuestras opiniones: no estamos tan seguros de ellas. - Pero, tal vez, sí para que se nos permitiese tenerlas y modificarlas" (Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano II)

"Si vas de prisa,
el tiempo volará ante ti, como una
mariposilla esquiva.

Si vas despacio,
el tiempo irá detrás de ti,
como un buey manso" (Juan Ramón Jiménez, Eternidades)

Los ejemplos serían inagotables.

2 comentarios:

gaia56 dijo...

"Si vas deprisa, el río se apresura.
Si vas despacio, el río se remansa".
Ángel González.
Volveré por tu blog, me gustó.
Saludos.

Juan Mata dijo...

Gracias, Gaia, por tu comentario. Los versos de Ángel González que reproduces, y a los que, como ya sabes, prestó su hermosa voz Pedro Guerra, son un ejemplo perfecto de diálogo poético. Es casi seguro que Ángel González conocía los versos de Juan Ramón Jiménez y quiero creer que, llegado el momento, los homenajeó con sus propias palabras. Pero aún más admirable resulta comprobar que una lectora evoca esos versos de Ángel González al leer en un blog los de Juan Ramón Jiménez. Esas asociaciones otorgan a la literatura su verdadero sentido.