5 de noviembre de 2008

Pequeña memoria recobrada

Llega a mis manos un libro muy deseado. Se titula Pequeña memoria recobrada y es el fruto póstumo de la escritora Ana Pelegrín. Ya di noticia de su muerte en una entrada anterior, En recuerdo de Ana, y lamentaba allí que no hubiera alcanzado a ver tan espléndida obra.

El libro responde al empeño de Ana en hacer visible la obra de los escritores e ilustradores españoles de libros infantiles que, tras la Guerra Civil española, tuvieron que exiliarse y continuar su labor en los países que los acogieron. Como ha sido corriente en España, el trabajo de los trasterrados, de quienes se vieron forzados a cruzar fronteras perseguidos por el terror y la muerte, sigue sin reconocerse como merece y aún cuesta mucho esfuerzo incorporar sus nombres y sus obras al relato común de nuestra historia literaria y nuestros cánones artísticos. Esa injusticia, que continúa afectando a tantos hombres y mujeres de la diáspora, dolía a Ana Pelegrín de modo intenso y quiso repararla a su modo. Durante años fue rescatando aquí y allá los libros infantiles editados por ellos en Argentina, México, Cuba, Puerto Rico..., sobre los cuales se cernía la amenaza de la ignorancia y la desaparición. Algunos de esos volúmenes exiliados se reproducen ahora en el catálogo que acompaña al libro. La generosa colaboración que Ana Pelegrín recibió de María Victoria Sotomayor y Alberto Urdiales para culminar ese ambicioso proyecto merece el mayor de los reconocimientos.

Hay obras que adquieren sentido antes incluso de ver la luz. Este libro es uno de esos casos. El mero hecho de hacer memoria es uno de los más admirables actos de ciudadanía, pues 'hacer memoria' no es sólo evocar, sino construir y afianzar una equitativa narración pública. Y lo cierto es que cuando se habla de la historia de la literatura infantil española suele ignorarse a quienes escribieron y dibujaron en otras geografías, en otras atmósferas, aunque nunca olvidaron a qué tierra, a qué lenguas, a qué pasados pertenecían. Recordarlos es una obligación ética para quienes piensan que la memoria mutilada o desfigurada es una afrenta colectiva. Ésa fue, desde el comienzo, la voluntad de Ana Pelegrín.


La mayor virtud de los trabajos que componen el libro -el teatro infantil, las imágenes de los libros para niños, la labor cultural de las Misiones Pedagógicas, las obras de los escritores silenciados que quedaron en España tras la guerra...- reside en que contribuyen a capitular la siempre ofensiva historia de los exilios. Porque además de los desterrados hubo otra clase de exiliados: los que sin abandonar su tierra se vieron proscritos y silenciados, otra forma cruel de alejamiento. Ése fue, por ejemplo, el caso Hermenegildo Lanz, excelente profesor, grabador, pintor, escenógrafo, marionetista, fotógrafo..., del que he hablado en este libro con el mismo sentimiento de desagravio con que han escrito los demás colaboradores. Pienso que con este libro se reparan un poco más las viejas desgarraduras.

1 comentario:

Blanca De Uña Martín dijo...

¡¡Juan!!
¡Buscando libros de poesía en la biblioteca que tengo frente a donde vivo, he encontrado una publicación tuya! ¡¡¡Qué ilusión me ha hecho!!!

http://sinera.diba.cat/record=b1627719~S171*cat

¿¿Cómo te va todo?? Ya queda poquito para final de curso, ánimo jaja.

Un besazo!