7 de abril de 2011

Tras el dolor

Leí hace unos días que el poeta mejicano, Javier Sicilia, tras el asesinato de su hijo ha decidido dejar de escribir."El mundo ya no es digno de la palabra / Nos la ahogaron adentro / Como te asfixiaron /Como te desgarraron a ti los pulmones /Y el dolor no se me aparta /Sólo queda un mundo /Por el silencio de los justos /Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo. ... Es mi último poema. No puedo escribir más poesía. La poesía ya no existe en mí", escribió tras el brutal crimen, a la par que hacía un llamamiento a la sociedad mejicana a rebelarse contra la violencia que infesta al país y contra la corrupción política.

Me pongo emocionalmente en su lugar y puedo entender su decisión. La escritura resulta insignificante frente a la inmensidad del dolor.

Recuerdo, sin embargo, a Joan Margarit y a Mary Jo Bang, dos extraordinarios poetas que sufrieron la misma desgracia: la muerte de una hija en el caso de Margarit y la de un hijo en el de Bang. Si los pongo en relación no es con la voluntad de equiparar los sucesos (ninguna muerte es idéntica a otra y las circunstancias de la muerte de Juan Francisco Sicilia nada tiene que ver con la de Joana Margarit o Michael Donner Van Hook) sino únicamente para mostrar la relación
nueva con la escritura por parte de unos padres, poetas los tres, a los que asalta el dolor por la pérdida de un hijo.

Tras la muerte de su hija, Joan Margarit escribió
Joana, un libro que llegó desde el 'desamparo' y 'el terror' que sobreviene cuando 'las cosas cotidianas no se reconocen y se vuelven amenazadoras'. Joana es la tentativa de reparar una ausencia, de llenar con palabras un vacío.

Mary Jo Bang comenzó a escribir
Elegía, el libro que siguió a la muerte de su hijo, garabateando palabras en un papel para distraer la aflicción y la soledad que la invadieron mientras aguardaba en sucesivos pasillos la conclusión de la autopsia y el esclarecimiento de la muerte de Michael. La necesidad de hablar desesperadamente la impulsaba a escribir, que era un modo de conversación íntima con su memoria y sus sentimientos.

Reproduzco aquí sendos poemas de Joan Margarit y Mary Jo Bang, sacados de los libros citados anteriormente. En ambos es perceptible la potestad de la escritura poética para domesticar el desorden, para mitigar la desesperación.

L'ESPERA

Tantes coses et troben a faltar.
Cada dia està ple d’instants que esperen
les mans petites que, tantes vegades,
van agafar les meves.
Ens hem d’acostumar a la teva absència.
Ja ha passat un estiu sense els teus ulls
i el mar també s’hi haurà d’acostumar.
El teu carrer, durant molt temps encara,
esperarà davant la porta,
pacient, els teus passos.
No se’n cansarà mai perquè, esperar,
ningú no ho fa tan bé com un carrer.
I jo sóc ple d’aquesta voluntat
de ser tocat per tu, mirat per tu.
I que em diguis què fer amb la meva vida,
mentre els dies de pluja o de cels blaus
ja estan organitzant la soledat.


(LA ESPERA

Te están echando en falta tantas cosas.
Así llenan los días
instantes hechos de esperar tus manos,
de echar de menos tus pequeñas manos,
que cogieron las mías tantas veces.
Hemos de acostumbramos a tu ausencia.
Ya ha pasado un verano sin tus ojos
y el mar también habrá de acostumbrarse.
Tu calle, aún durante mucho tiempo,
esperará, delante de tu puerta,
con paciencia, tus pasos.
No se cansará nunca de esperar:
nadie sabe esperar como una calle.
Y a mí me colma esta voluntad
de que me toques y de que me mires,
de que me digas qué hago con mi vida,
mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
organizando ya la soledad.)

*

FUISTE ERES ELEGÍA

Frágil como un niño es frágil.
Destinado a no durar siempre.
Destinado a convertirse en otro
para la madre. Aquí estoy
sentada en una silla, pensando
en ti. Pensando
en cómo era
hablar contigo.
Cómo a veces era maravilloso
y otras veces horrible.
Cómo las drogas cuando había drogas
deshacían lo bueno casi por completo
pero no por completo
porque lo bueno siempre podía ser visto
brillar como brilla el lamé
en el escaparate de una tienda
llamada Las Cosas
Hermosas Nunca Duran Siempre.
Te amé. Te amo. Eras.
Y eres. La vida es experiencia.
Así de simple es todo. La experiencia es
la silla en que nos sentamos.
Sentarse. Pensar
en ti donde eres un vacío
que llenar
por la añoranza. Te amaba.
Te amo como amo
todas las cosas hermosas.
La auténtica belleza rara vez es auténtica.
Eras. Eres
en mayo. Mayo mirando
hacia junio que llega.
Así es como mido
el año. Todo Fue Culpa Mía
es el título de la canción
que he estado cantando.
Incluso cuando me pedías calma.
No he tenido calma alguna,
he estado llorando. Creo que tú
me has perdonado. Todavía me pones
la mano en el hombro
cuando lloro.
Gracias por eso. Y
por tu inefable sentido
de la continuidad. Eras. Eres
la cosa más brillante en el escaparate de la tienda,
lo más singular y hermoso que he visto en mi vida.

3 de abril de 2011

El lugar de la lectura

He aquí una idea magnífica. La Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha iniciado un proyecto titulado Dónde lees tú, cuyo propósito es trazar una cartografía informal, diversa, de los espacios que los lectores acotan y colonizan cuando deciden ponerse a leer. El interés de conocer dónde se lee radica en el hecho de que ofrecen sutiles informaciones sobre los lectores y sus comportamientos. No importa si son acogedores o inhóspitos, solitarios o concurridos, estrechos o amplios, lo admirable son los modos en que los lectores se insertan en ellos y los transforman. Silenciosamente los convierten en una extensión de las páginas del libro, en el escenario cambiante de sus emociones y pensamientos. Por eso resultan tan interesantes, por su capacidad para manifestar las experiencias de la lectura.

Ofrezco aquí algunos de los míos.


El sofá de mi habitación de trabajo

La azotea de mi casa en las noches de verano

El cuarto de baño

Los asientos de los autobuses de las líneas 9, 21, 8 o C