30 de junio de 2008

Poesía en el autobús


Quiero referirme una vez más a la poesía.

Con motivo de la celebración del Festival Internacional de Poesía Ciudad de Granada, y durante los días que dura el acontecimiento, se acostumbra a adherir poemas en las ventanas de los autobuses de la ciudad.


No considero la iniciativa una mera acción de propaganda, aunque contribuya a dar noticia del Festival. La estimo más bien como un ofrecimiento. La poesía aparece ante los ojos de los pasajeros como un mensaje discreto e intruso, insignificante comparado con los que a su lado prometen urbanizaciones de ensueño o viajes exóticos y baratos. Pero su presencia ya es suficiente. Muchos pasajeros apenas reparan en los poemas, algunos los miran de reojo o leen algún verso, los hay que leen con curiosidad el poema completo. No se busca, desde luego, convertir a los usuarios del transporte público en lectores de poesía; se trata simplemente de hacerla visible, cotidiana. He dicho algunas veces que la literatura no es un asunto privado, aunque se elabore en la intimidad, sino un artilugio público, aunque su disfrute se haga en silencio y a solas. Esa modesta y efímera iniciativa se encarga de recordárnoslo.

27 de junio de 2008

Contraseñas poéticas


Sigamos hablando de poesía.

En el CEIP Miguel Servet de Fraga, Huesca, sucede algo sorprendente. Un maestro de 6º de Primaria, Mariano Coronas, bien conocido por quienes se preocupan y se ocupan de las bibliotecas escolares, ha ideado un recurso pedagógico que, además de establecer complicidades y sonrisas con los alumnos, hace presente la poesía en la vida cotidiana del grupo. Cada día, Mariano Coronas, copia en la pizarra un pequeño poema o unos versos, también a veces las primeras palabras de un relato, que los alumnos deben memorizar, pues esos versos son la contraseña que les servirá para entrar en el aula al día siguiente. Las sucesivas contraseñas van siendo anotadas escrupulosamente en el
Cuaderno de contraseñas que reciben al comenzar el curso escolar.

He aquí algunas de ellas:


La tarde está tendida
a lo largo del río,
y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.

(Federico García Lorca)

Entre un álamo y un pino
mi hamaca se balancea.
Hojitas de verde plata
bailan sobre mi cabeza.

(Ángela Figuera)

A los árboles altos
los lleva el viento
y a los enamorados
el pensamiento.

(Popular)

Admira la cantidad de versos que, al cabo de un año, puede aprender cualquiera de esos alumnos. Y aunque pasadas algunas semanas los puedan olvidar, lo fundamental está conseguido: la poesía queda incorporada al lenguaje diario. Pero más aún que la familiaridad con la poesía, lo sobresaliente es el hecho de que unos versos se instauren como saludo matutino, que sirvan para inaugurar las tareas escolares, que actúen como mediadores entre el profesor y los alumnos. Y hay aún otra virtud: esos versos son utilizados por los alumnos para crear sus propios poemas. Combinados libremente, inspiran juegos poéticos personales e imaginativos. La poesía se presenta así como una forma de relación, de alborozo colectivo.

23 de junio de 2008

Puerta de la poesía

Todos los lunes, en la puerta de la biblioteca del IES Ilíberis de Atarfe, Granada, la profesora Andrea Villarrubia coloca un poema. Tiene como desafío no repetirlos nunca. De ese modo, y a lo largo de los años, se suceden ante los ojos de los alumnos poemas muy plurales, cuya minuciosa selección otorga a esa antología un extraordinario valor. Son numerosos los jóvenes que los leen cada semana y retiran luego de la biblioteca una copia del poema para conservarlo si, por algún motivo, los ha conmovido o les ha llamado la atención. Algunos incluso los encuadernan, sin ser del todo conscientes de que con ese gesto están coleccionando versos de autores que de no ser por ese regalo semanal difícilmente llegarían a conocer: Ángel Crespo, Alejandra Pizarnik, José Ángel Valente, Märta Tikkanen, Rainer María Rilke, Julia Uceda, Ángel González, Wislawa Szymborska...

La mera posibilidad de acercarse a las palabras de esos escritores constituye un privilegio, pero lo es más si se hace de un modo regular, distendido, expectante. Aparte de la edad en que las descubren, cuando más sensibles se muestran los jóvenes a los sentimientos y las complejidades de la vida, lo primordial de esas lecturas es el carácter gratuito que poseen. Nadie
les obliga a nada, nadie les reclama nada. Los poemas se colocan en la puerta para quien quiera leerlos, para quien considere que pueden ser motivo de reflexión o conversación. Los libros de los poetas seleccionados están siempre al otro lado de la puerta, esperando a quienes decidan leer o saber más.

Con esa costumbre, la biblioteca escolar de ese instituto cumple con creces una de sus fundamentales misiones: poner los textos literarios más intensos y reveladores al alcance de todos. Es una tarea cívica antes que académica. Universalizar la inteligencia y la emoción humanas, hacer ver a los jóvenes que en cada uno de ellos anida la posibilidad de igualar esos logros, es uno de los mayores cometidos de la educación pública. Sentirse convidados a ese conocimiento es algo que se aprecia quizá más tarde, cuando las experiencias cotidianas hacen ver que no es fácil toparse con las mejores voces, que no siempre la maravilla está al alcance de la mano, aunque parezca que todo es una cuestión de dinero y poder. Sólo entonces se comprende la suerte de haber tenido cerca a alguien empeñado en poner ante sus ojos, semana tras semana, las palabras más hermosas, más alentadoras.

20 de junio de 2008

Lugares para leer II

"Tumbada en el colchón, con el libro en la mano, leo al resplandor de una vela en el patio. Mi camastro es el último de todos. Mis hermanos ya duermen. La abuela está sentada en el suyo, a mi lado, y desgrana las cuentas del rosario en silencio. Sospecho que, en vez de rezar, está soñando o rumiando sus palabras nómadas. ¿Son también los sueños una oración? ¿Una oración para que al menos las palabras sigan siendo nómadas? Muchas veces, la abuela tiene la mirada perdida. Cuando es así, me digo que se ha ido más deprisa que sus palabras. [...] No tengo muchos libros, pero da igual, releo una y otra vez los mismos y siempre descubro nuevas palabras. Cada descripción, cada retrato es motivo de horas de invención. Pues mis libros me cuentan mundos totalmente ajenos. Mundos que ni siquiera los ojos de la abuela pueden alcanzar ni adivinar. Seguro que por eso se pierde su mirada. Yo, entre ella y mis libros, ya divago sobre las palabras. Sueño con mares y arroyos en las praderas de mis lecturas. Las palabras tienen colores desconocidos. Camino todas las noches por sus extrañas comarcas."

Malika Mokeddem


He ahí a una joven disconforme, soñadora, insomne, que lee incansablemente durante la noche en un camastro extendido en el patio de su casa en Kenadsa, Argelia. Esa niña, que ansía estudiar medicina, alimenta su imaginación con los pocos libros que posee, cuya relectura es sin embargo una fuente inagotable de descubrimientos y consuelos. Por el hecho de ser mujer está condenada a otros menesteres, a otros designios. Entre ellos, a casarse con quien determine la familia. Pero su disentimiento va cristalizando en un pequeño jergón, mientras los demás duermen, con la ayuda de unos pocos y desgastados libros. La dolorosa conquista de su libertad está narrada en su libro El desconsuelo de los insumisos.

17 de junio de 2008

Palabras pintadas

Desde hace unos días, las escaleras de acceso a la Facultad donde trabajo están adornadas con palabras que tratan de recordarnos el lugar al que llegamos. Han sido inscritas por manos anónimas, previsiblemente de alumnos descontentos o utópicos, o ambas cosas a la par, que han querido señalar lo fundamental, lo que con tanta facilidad se olvida sin embargo. Ahora nos vemos obligados a ingresar en la Facultad tras ascender por los sueños, el humor, la ilusión, el respeto, la cooperación, la igualdad, el llanto, la libertad, la lectura... Nadie se libra de esa advertencia, salvo quien expresamente opte por utilizar escaleras laterales a fin de no sentirse interpelado. Pocas veces unas pocas palabras han condensado tan fielmente los ideales de cualquier programa educativo, de cualquier estudiante o profesor que trabaje en el interior de ese recinto. ¿Son una celebración o una reclamación? ¿Ensalzan lo aprendido o señalan lo que echan en falta? No lo sé. Quizá no importe demasiado saberlo. En cualquier caso, me gustaría que no las borraran, que cuando se destiñan se vuelvan a reescribir. Quién sabe. Quizá una acción furtiva haya dado con la decoración apropiada para ese recinto.

Imagino que habrá sido la casualidad, pues no creo que los autores de las pintadas hicieran un estudio previo de los peldaños y la secuencia lingüística, pero la realidad es que la palabra LEER, que figura en lugar preeminente, casi en la cúspide, está rodeada de otras que le otorgan pleno sentido: disfrutar, empatía, vivir, alegría, igualdad, despertar. Qué exacta descripción. Y en los aledaños podemos encontrar aún vocablos asimilables: altruismo, amor, llorar, comprender, crear, aprender... Que la lectura aparezca como un acto incuestionable, como parte evidente de cualquier catálogo de sueños y sentimientos, me conmueve y me afirma en la esperanza.

15 de junio de 2008

Café, galletas, libros

Dos días a la semana, los miércoles y los viernes, desde las diez de la noche hasta las cuatro de la madrugada, una unidad de calle de la Cruz Roja, y dentro del programa de atención a mujeres en dificultad social, sale a las calles de Granada a atender a las mujeres que ejercen la prostitución. Además de las mínimas atenciones habituales -repartir café y galletas- y la entrega de material preventivo, los voluntarios se encargan asimismo de la asistencia sanitaria y psicológica, que en muchos casos no consiste en otra cosa que hablar y escuchar.

Pero desde hace dos años, junto a los termos o los preservativos, viaja también una pequeña biblioteca. Son libros donados que, aunque no siempre sean los más apropiados, cumplen con creces su misión. Los voluntarios, chicos y chicas jóvenes, ofrecen, como complemento a su labor asistencial, libros en préstamo.
En las estanterías improvisadas de la furgoneta se apilan, al lado de volúmenes de recetas de cocina y de chistes, novelas de Miguel Delibes o Pearl S. Buck y poemas de Federico García Lorca o Pablo Neruda. Pero aún hay espacio para más libros. Lo abundante para algunos puede ser escaso para otros muchos. Los libros no son una excepción. Supongo que recibirán con gusto lo que cada cual quiera dar, aunque no se trata de regalar lo que sobra, sino de entregar lo necesario.

Tal vez no sea lo más urgente, ni lo más imprescindible, pero la mera posibilidad de hojear o leer un libro mientras se descansa es un don en medio de la noche. Hay objetos cuyo valor reside en su mera presencia. El libro es uno de ellos. El simple gesto de cogerlo, abrirlo, pasar las páginas, deslizar los ojos por las letras... puede ser en determinadas circunstancias el mayor de los consuelos. Para algunas de esas mujeres, leer ha podido ser una costumbre, para otras es quizá un descubrimiento. En todos los casos son ocasiones de evasión, de olvido. Algunas de ellas se llevan los libros a sus casas, otras a los coches o los habitáculos donde viven. Allí continúan, con más o menos dificultad, leyéndolos. Pocas veces se evidencia con tanta claridad la consideración de la lectura como un acto de ensoñación, de abandono
grato y voluntario del mundo.

Qué amoroso modo de aliviar: en una mano un café, en la otra un libro.

13 de junio de 2008

Sobre el lector

"Y a todo esto, ¿quién eres tú? Yo no te conozco. Puede que seas una buena persona, digna de todo respeto, a quien apreciaría si conociese; pero no te conozco. Entre yo, que escribo, y tú, que lees, no media lazo alguno, y si no tuviera en el mundo a nadie más que a ti, estaría tan solo como Robinson Crusoe en su isla. [...] Y no hablo sólo de mí, que puedo no ser digno de tu simpatía, sino de todos mis compañeros de pluma, que diariamente lanzan cartas al espacio, que es mudo y no responde. Jamás oímos tu voz, e ignoramos si eres amigo o enemigo, si te gustan o no te gustan nuestros escritos. [...]
No te conozco, lector. Mentalmente te incluyo en la categoría que me es familiar, de los profesores, doctores, abogados, estudiantes, fabricantes, negociantes, etc. Mentalmente soy amigo de una categoría de lectores y enemigo de otra; mentalmente escucho frases de aplauso o de crítica... Pero todo mentalmente. En otras palabras: que tan poco trabajo me cuesta imaginarme que hablo contigo como un habitante del planeta Marte. [...]
Pero si el lector es tan malo, ¿para quién escribo y0? Porque también lo que hoy digo espero que despierte la comprensión y la simpatía de alguien, ya que, en otro caso, no lo escribiría. Y así es, en verdad. Pero conste que no tengo yo en el pensamiento al lector, a ese lector que lee con indiferencia lo mismo una cosa que otra. Puede que haya una decena o dos de personas que me sean afines en ideas, sentimientos y carácter , y para ellas escribo. No sé ni dónde están ni quiénes sean, porque son tan calladas como las demás; pero en alguna parte existen, deben de existir.
Y para ellas escribo yo hoy."

Las palabras que anteceden son de Leonid Andréiev y fueron escritas hace poco más de cien años en un periódico de Moscú. Me topo con ellas mientras preparo una intervención para un coloquio en su homenaje. El hoy reputado escritor ruso siente una tarde de invierno la desconsolada soledad de quien escribe sin saber para qué o para quién. Y envía entonces a su periódico no la crónica social acostumbrada, sino una interpelación a sus probables y mudos lectores. Quiere saber de ellos, quiere escuchar sus voces. La titula, precisamente, Sobre el lector.

¿Y no parece su decepción la de un contemporáneo? ¿No es su lamento el de cualquiera de nosotros? ¿No nos representa aunque viviera hace un siglo, aunque él hable de periódicos y nosotros de blogs?

Ay, siempre presente la cuestión del lector.

11 de junio de 2008

Gente que lee (II)

"Leer no nos separa del mundo. Nos introduce en él de manera diferente. Lo más íntimo tiene que ver con lo más universal, y eso modifica la relación con los otros. La lectura puede contribuir, de ese modo, a la elaboración de una identidad que no se basa en el mero antagonismo entre "ellos" y "nosotros", mi etnia contra la tuya, mi clan, mi pueblo o mi "territorio" contra el tuyo. Puede ayudar a elaborar una identidad en la que uno no está reducido solamente a sus lazos de pertenencia, aun cuando esté orgulloso de ellos. A la elaboración de una identidad plural, más flexible, más lábil, abierta al juego y al cambio."

Michèle Petit

8 de junio de 2008

Poesía y lectura II

La lectura, como nos descubre Joan Margarit, sirve tal vez para iluminar la realidad, o, mejor dicho, para incrustar en la realidad una pizca de una imaginación ajena. Nuestra mirada se afina entonces y aprendemos a amar, por ejemplo, como antes habíamos ensayado en los libros. Es así como la lectura va orientando, sutilmente, nuestras vidas.


MARE RÚSSIA

Era l'hivern de l'any seixanta-dos:
el llum encès en el capçal del llit
no s'apagava fins a ser esvanit,
a l'alba, per murmuris de clarors.

Tolstoi va ser incansablement llegit:
mentre en algun badiu bordava un gos,
jo imaginava, al bosc, un fabulós
passeig en el trineus sota la nit.

Va nevar a Barcelona, aquell hivern.
Calladament ens van embolcallar
els flocs de neu com una gran vitrina,

i, en arribar el bon temps, amb el desgel,
tu ja tenies per a mi, Raquel,
el rostre clar d'una Anna Karenina.


[MADRE RUSIA
Era el invierno del sesenta y dos:
en la cama, la lámpara encendida
no se apagaba hasta quedar disuelta
en el rumor de claridad del día.

Leía a Tolstoi incansablemente:
mientras ladraba un perro en algún patio,
yo imaginaba el bosque y fabulosos
paseos en trineo cada noche.

Nevaba, en Barcelona, aquel invierno.
En silencio nos fueron envolviendo
los copos como en una gran vitrina.

Y al llegar el buen tiempo y el deshielo,
tú ya tenías, para mí, Raquel,
el claro rostro de Ana Karenina.]

Joan Margarit, Cien poemas
[traducción al castellano del autor]

6 de junio de 2008

En compañía de lectores

No subscribo del todo la afirmación de que los padres lectores engendran de inmediato hijos lectores. Miles de lectores de todo el mundo hemos nacido en el seno de familias no lectoras, y viceversa. A menudo no se tiene en cuenta que más allá de los alegatos y los modelos está el albedrío de las personas. No solemos valorar como se merece el acto de libertad que supone no leer, cuando todo está a favor. Nos gusta más ensalzar la idea de la lectura como un acto soberano y rebelde. La paronomasia entre libro y libre da mucho juego a los publicistas y a los redactores de discursos institucionales, pero ignora que tan libre es el que decide leer como el que, pudiendo hacerlo, rehúsa relacionarse con los libros. La familia puede ser un estímulo, pero no es una garantía para la lectura. Pero observando la fotografía que encabeza estas palabras me da por pensar que el ejemplo no es estéril, que siempre queda en nuestra conciencia un suave eco, la sombra de un gesto, un leve arañazo de las lecturas de nuestros padres.

5 de junio de 2008

Bloc

Únicamente han publicado dos números, pero ya es una revista de referencia. Se llama Bloc y está dedicada a exaltar los álbumes ilustrados y la literatura que en ellos anida. Como la ignorancia es no sólo atrevida sino devastadora, viene siendo costumbre manifestar una cierta displicencia hacia esos libros por considerarlos productos destinados a la infancia, con todos los silencios y postergaciones que esa etiqueta lleva consigo. Rara vez se leen en revistas literarias o suplementos culturales análisis medianamente serios acerca de las extraordinarias historias que allí se cuentan y se iluminan, mientras que obras insubstanciales de autores de moda provocan elogios tan desmedidos como impostores. Y, sin embargo, cuánta vida, cuánta profundidad, cuánta emoción fluyen por decenas de ellos. Pocas veces se presentan tan bien hermanados la literatura y el arte, lo mejor de la imaginación humana. Y eso es, precisamente, lo que esta revista quiere mostrar. Escrita en castellano e inglés, Bloc es un regalo para la vista y un estímulo para el pensamiento.

Mientras escribo esta invitación a leer, un blog amigo, Librosfera, está dedicando las entradas de esta semana a ensalzar los álbumes ilustrados con la misma admiración y entusiasmo con que aquí tratamos de hacerlo.

2 de junio de 2008

Ensoñación (II)

La voz de la madre llega a las hijas por igual, pero mientras la pequeña recibe las palabras con estupor y desamparo, a la mayor le sirven para delimitar un espacio de retiro y fantasía. En su rostro es visible la serenidad del gozo, en el de su hermana menor se refleja el desasosiego de la novedad. Ambas están cautivadas por el relato, pero cada una de ellas lo acoge de un modo diferente. Para la mayor es una ocasión de ausentarse y vivir imaginaria y libremente una experiencia que vulnera su condición y su edad; a la pequeña le permite experimentar una desconocida fascinación ante el mundo. Las palabras del libro, regaladas por la joven madre, entornan los ojos de la mayor y abren desmesuradamente los de la pequeña. La ensoñación de una se complementa con los descubrimientos de la otra. Ambas hermanas representan las dualidades de la lectura: mirar dentro y mirar fuera, ensimismarse y evadirse, ser uno y ser otro.

[El cuadro de James J. Shannon se titula Jungle Tales]