"Y a todo esto, ¿quién eres tú? Yo no te conozco. Puede que seas una buena persona, digna de todo respeto, a quien apreciaría si conociese; pero no te conozco. Entre yo, que escribo, y tú, que lees, no media lazo alguno, y si no tuviera en el mundo a nadie más que a ti, estaría tan solo como Robinson Crusoe en su isla. [...] Y no hablo sólo de mí, que puedo no ser digno de tu simpatía, sino de todos mis compañeros de pluma, que diariamente lanzan cartas al espacio, que es mudo y no responde. Jamás oímos tu voz, e ignoramos si eres amigo o enemigo, si te gustan o no te gustan nuestros escritos. [...]
No te conozco, lector. Mentalmente te incluyo en la categoría que me es familiar, de los profesores, doctores, abogados, estudiantes, fabricantes, negociantes, etc. Mentalmente soy amigo de una categoría de lectores y enemigo de otra; mentalmente escucho frases de aplauso o de crítica... Pero todo mentalmente. En otras palabras: que tan poco trabajo me cuesta imaginarme que hablo contigo como un habitante del planeta Marte. [...]
Pero si el lector es tan malo, ¿para quién escribo y0? Porque también lo que hoy digo espero que despierte la comprensión y la simpatía de alguien, ya que, en otro caso, no lo escribiría. Y así es, en verdad. Pero conste que no tengo yo en el pensamiento al lector, a ese lector que lee con indiferencia lo mismo una cosa que otra. Puede que haya una decena o dos de personas que me sean afines en ideas, sentimientos y carácter , y para ellas escribo. No sé ni dónde están ni quiénes sean, porque son tan calladas como las demás; pero en alguna parte existen, deben de existir.
Y para ellas escribo yo hoy."
Las palabras que anteceden son de Leonid Andréiev y fueron escritas hace poco más de cien años en un periódico de Moscú. Me topo con ellas mientras preparo una intervención para un coloquio en su homenaje. El hoy reputado escritor ruso siente una tarde de invierno la desconsolada soledad de quien escribe sin saber para qué o para quién. Y envía entonces a su periódico no la crónica social acostumbrada, sino una interpelación a sus probables y mudos lectores. Quiere saber de ellos, quiere escuchar sus voces. La titula, precisamente, Sobre el lector.
¿Y no parece su decepción la de un contemporáneo? ¿No es su lamento el de cualquiera de nosotros? ¿No nos representa aunque viviera hace un siglo, aunque él hable de periódicos y nosotros de blogs?
Ay, siempre presente la cuestión del lector.
13 de junio de 2008
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11 comentarios:
Hola, Juan. Con permiso, que he visto la puerta entreabierta...
Qué bueno lo que hizo este hombre... La verdad es que es una forma de darle la vuelta a la tortilla, traspasar el papel para entrar en una dimensión diferente, como cuando nos reencontramos tú y yo tras una puerta en esta maraña de hipertextos (con lo enorme que es internet, ¿verdad?). Estoy segura de que a más de un lector de aquel periódico ruso le habría gustado poder contestar a Leonid y encontrar ese universo desde el cual poder darse a conocer tal y como es, sin el "impedimento" que la mayoría de los textos escritos supone. Pero "¿dónde?"... Qui lo sa? ¡Un besito!
Qué alegría saber que existe Escarcha y que seas la guardiana de una web tan querida, tan emotiva. Haces bien en custodiarla, pues tuya fue desde el principio.
La decepción de Andréiev, tan reconocible aún para nosotros, es la de alguien que confía aún en el poder de la palabra, que quiere contribuir al cambio del mundo mediante la censura del presente, pero que se da cuenta de que apenas nadie lo escucha y su voz se disuelve en el ruido de la trivialidad y la indiferencia. Para alguien tan comprometido resultaba doloroso.
Pero un siglo después seguimos en las mismas. Lo nuevo, sin embargo, es que Internet ha dado voz (o escritura) a millones de personas y eso es un prodigio. El desafío es cómo enredarlas, cómo hacerlas cómplices. Sabes bien que a veces ocurre. Y eso es motivo de extremo gozo.
Y luego está, claro, el contacto personal, el sonido de la palabra y la mirada. Por eso sigo disfrutando tanto con la conversación o con las explicaciones en las aulas. Tú has sido testigo y copartícipe.
Un abrazo.
Me alegra que te alegre descubrir quién soy. Como ves, sigo vinculada a la web, aunque sé que es muy probable que a nadie le importe tanto como a ti y a mí.
En realidad, cada vez me siento más identificada con Andréiev. Esa desolación por sentirse tan apartado de sus lectores, tan solo en su compromiso... Eso es lo que le realza, la valentía por querer romper lo establecido para convertir su texto en un lugar de reflexión (nunca mejor dicho). Usar el texto como un espejo y esperar de vuelta el reflejo de otro alguien que le reconforte, al menos una señal de que sus palabras, más allá de ser leídas, son queridas y buscadas.
Por cierto, ni que decir tiene que estás invitado a mi blog, ¿eh? Aunque no suelo postear con mucha frecuencia debido a que vivo adosada a un reloj con una ballesta. :P ¡un abrazo y un besito! (van por fascículos jaja) :)
Queridos escritores y lectores:
Hace ya más de 30 años que recorro el mundo para dejarme seducir por sus gentes y sus costumbres. Siempre encontré, por muy recóndito que fuera el lugar, bellas expresiones de la fantasía, poco importaba que fuera en la forma escrita o en el ardor de la palabra viva.
Cuando estoy con ellos me emborracho. Cuando vuelvo a casa, reflexiono: ¿Leer nos hace mejores personas?
En todas las culturas he encontrado a frondosos lectores que, tras soltar su libro, robaban, mentían, litigaban, algunos... también mataban.
Hace, anónimo lector, una de las preguntas más peliagudas al respecto de la lectura. Mentiría si dijera que tengo una respuesta clara y afirmativa sobre la cuestión. Tengo muchas dudas, aunque también algunas certezas. Pero, en muchos asuntos de la vida, son más importantes las preguntas que las respuestas contundentes. Imagino que habrá aprendido eso en sus viajes reales o en sus vuelos imaginarios.
¿El mero hecho de leer nos hace
indefectiblemente mejores? No. Sin paliativos.
¿Pero al leer no ocurre nada, es siempre un acto liviano e insignificante? No. También sin paliativos.
¿Y entonces?
Llevo tratando de responder a esa pregunta hace muchos años y únicamente puedo aportar tentativas. Lo que sí sé es que el hecho de que ladrones, criminales, canallas y demás ralea puedan leer los mismos libros que las personas íntegras y benefactoras, que son la mayoría, no autoriza a pensar que la lectura es inocua. Que no alivie de modo inmediato los males del mundo no la hace menos necesaria.
Lo importante para mí es decidir qué buscamos al leer o qué pretendemos al escribir. Si únicamente aspiramos al entretenimiento o a la fama, si sólo nos importa pasar el rato o ser objeto de admiración, poco tendría que decir yo al respecto. Pero si alguien acude a un libro con ánimo de conocer y con voluntad de pensar, igual que participa en una conversación o visita un pueblo lejano, estoy convencido de que pueden ocurrir muchas cosas, aunque no a todos por igual ni con la misma intensidad.
Usted mismo puede ser un ejemplo. El mero hecho de viajar no altera nada, todo depende de la actitud con que se emprende el camino. ¿Qué respondería si alguien le dijera que viajar no hace mejores a las personas, que muchos miserables y maltratadores viajan como usted y la experiencia no los ha transformado? Imagino que les diría que es cierto y que todo depende de la actitud con que uno mire a su alrededor. Pienso que lo mismo ocurre cuando alguien abre un libro.
Disculpe la respuesta tan extensa, pero es ésta una cuestión que me preocupa y me afecta.
Le agradezco su interés.
Muchas gracias por su sabrosa respuesta, que sirve para seguir alimentando mis preguntas y las de tantos y tantos peregrinos que seguimos las estelas de la vida (de las vidas).
Seguiremos transitando los caminos, reales y simbólicos, seguiremos leyendo y seguiremos viviendo... Intentaremos ser mejores personas: con libros, sin libros, con belleza, con fantasía.
Siento no recordar qué escritor dijo hace poco en un programa de radio que una cosa era lo que él escribía y otra lo que interpretaba la persona que lo leía. Como todo dependerá de lo que cada uno quiera encontrar entre las palabras de un libro.
Cuando se comenta que libros como Rayuela tienen varias lecturas pienso que todos los libros las tienen.
Cuando leo lo que mi compañero escribe y le pregunto qué quieres decir con ésto siempre me responde lo mismo: lo que tú quieras leer.
Lo escrito deja de ser propio en el momento en que otro lo lee.
Juan: Un saludo y gracias por escribirme.
Gracias, lector anónimo, y suerte en tus viajes geográficos e imaginarios.
Y gracias, Alicia, por asomarte a esta ventana. Y por supuesto que todos inevitablemente leemos desde lo que somos, no sólo con lo vivido sino también con lo deseado. ¿Acaso las palabras pasión, bosque o pozo resuenan igual en todas las personas? Desde luego que no. Cada lector las acoge en su intimidad de forma diferente. Por eso un poema o un relato son comprendidos de modo tan diverso.
Cuando Juan Ramón Jiménez escribe
Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto
cada lector asignará al "distinto" un rostro, una mirada, un gesto... y ninguno de ellos coincidirá en el retrato.
Los nazis de alta graduación en las SS eran lectores muy cultos. Lo mismo que admiraban el arte y la música.
No quiero pensar cómo se hubiesen comportado de no haber tenido esas grandes cualidades.
Juan, escarcha, anónimo y alicia, es una maravilla leeros. El viajero, como el lector, busca, desea... Esto ya es suficiente! Desde mi inexperiencia me atrevo a decir que no es tanto el compromiso de escribir (¿Compromiso con quién, quién me lee?) el que me impulsa a jugar con las letras, sino el deseo de aprender. A partír de ahí, espero encontrar almas viajeras que me acompañen, por momentos, en una tarea que puede hacerse tan ardúa en permanente soledad. Estas reflexiones que presentaís añaden gran calidez a la esfera de los blogs!
Sí, José Manuel, la formación cultural de los jerarcas nazis nos sigue golpeando la conciencia. Su comportamiento arruinó, no sé si para siempre, la confianza en la potestad civilizadora de los libros. Pero más que desmoralizarnos, deberíamos ser capaces de servirnos de su ejemplo para pensar en la lectura con una nueva conciencia, con una nueva ética.
Marta, gracias por tus palabras. No estás sola, lo sabes. La vida es ardua y dolorosa. También lo sabes. Pero tu energía y tu sensibilidad van a poder con todo. No estás a la intemperie. Te acompañamos.
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