"Cualquiera que sea su forma -poema, novela, drama, biografía, ensayo-, la literatura vuelve comprensibles las miríadas de formas en las cuales los seres humanos hacen frente a las infinitas posibilidades que ofrece la vida. Y siempre buscamos algún contacto estrecho con una mente que expresa su sentido de la vida. Y también siempre, en mayor o menor grado, el autor ha escrito a partir de un esquema de valores, de un marco social o incluso, quizá, de un orden cósmico. [...] ¿Qué ocurre, entonces, en la lectura de una obra literaria? El lector, haciendo uso de su experiencia pasada con la vida y con el lenguaje, vincula los signos sobre la página con ciertas palabras, ciertos conceptos, ciertas experiencias sensoriales, ciertas imágenes de cosas, personas, acciones, escenas. Los significados especiales y, sobre todo, las asociaciones ocultas que estas palabras e imágenes tienen para el lector individual determinarán, en gran medida, lo que la obra le comunica a él. El lector aporta a la obra rasgos de personalidad, recuerdos de acontecimientos pasados, necesidades y preocupaciones actuales, un estado de ánimo específico del momento y una condición física particular. Éstos y muchos otros elementos, en una combinación que jamás podrá repetirse, determinan su fusión con la peculiar contribución del texto".
Louise M. Rosenblatt, La literatura como exploración
2 de noviembre de 2008
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