21 de enero de 2009

Preguntas

En el transcurso de un debate en torno a un texto de Martha Nussbaum sobre el valor social de la literatura, una alumna hizo una pregunta que me dejó pensativo. Era una de esas preguntas que condensan repentinamente el sentido de una explicación, incluso de un curso académico, pero cuya transparencia impide, paradójicamente, una respuesta elemental o definitiva. En realidad, su pregunta debía haberse producido al comienzo y no al término del curso académico, como ocurría en esta ocasión, pero en ese caso no habría podido formularla ella, sino yo, pues justamente a intentar responderla han estado dedicadas las clases y las discusiones. El hecho de que la pregunta la expusiera una alumna al final del proceso es para mí muy satisfactorio, pues indica que he logrado transmitir algunas de mis inquietudes. La pregunta, en fin, no manifestaba una duda, como podría parecer, sino una perplejidad. Mi perplejidad.

A propósito de la defensa que estábamos haciendo de la función pública de la literatura y de la mejor disposición de los textos narrativos o poéticos para comunicar 'verdades' éticas sobre los seres humanos, la alumna preguntó lo siguiente: "Y si esto es así, ¿por qué entonces la mayoría de la gente no ve clara la importancia de la lectura para sus vidas y para conocer el mundo?". Y declaró sentirse asombrada por el hecho de que algo tan evidente y relevante, tal como ella había descubierto, no fuera de dominio común.

Como comprenderán, la pregunta indica que esa alumna había comprendido y asumido en parte el valor de la literatura, lo que irremediablemente lleva aparejada una cierta frustración. Porque, como dije antes, su perplejidad es asimismo la mía. Por eso me resultó tan difícil responderle. ¿Qué se dice en esos casos? Lo más honesto es decir la verdad: "No lo sé. Y no dejo de preguntármelo. Y por eso, en parte, soy profesor, para tratar de dar una explicación más o menos coherente". Pero ese tipo de respuestas quedan bien en un texto escrito, pero resultan muy cortantes dichas ante un grupo de alumnos. Así es que respondí con un poco más de retórica y al final me encogí de hombros en señal de impotencia.

En efecto, esas preguntas me agobian y a la vez me estimulan a reflexionar: ¿Por qué lo que para unos es fuente de gozo y conocimiento resulta para otros indiferente y hasta aborrecible? ¿Qué responsabilidad corresponde a los profesores en esa dualidad sentimental? ¿Por qué incomoda reconocer el valor ético de los textos literarios? ¿Cómo salvaguardar a la lectura de los escolasticismos, las futilidades, las grandilocuencias o las defensas burocráticas que la desvirtúan?

Vamos a seguir pensando.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

buenas noches
La próxima semana, como ocurre trimestralmente, me reuno con las familias de los niños y niñas de los que soy maestra y el tema que hemos elegido como monográfico es Leer y escribir. Es algo que les preocupa sobremanera, los niños tienen tres años y ellos quisieran que lo supieran todo ya...tienen prisa y puedo asegurar que sus hijos no,quizás porque ya son lectores de verdad,de los que devoran cuentos y libros de dinosaurios, de bandidos, de lobos y viven ajenos (por suerte) a las preocupaciones de sus padres. Mi papel en dicho encuentro es tranquilizarlos y hacerles ver que sus hijos ya leen, comprenden y se entusiasman cuando ven su nombre escrito y lo reconocen...y muchas más cosas que pasan a lo largo del día. En fin, una tarea difícil, espero que todo vaya bien. solo quería compartir con vosotros mis inquietudes. un saludo y feliz lectura

Juan Mata dijo...

Estimada maestra, conozco bien esas situaciones. He participado en muchas reuniones con padres y madres de niños de esa edad y he escuchado sus inquietudes y, también, sus desorientaciones. Muchos de ellos piensan que sus hijos 'avanzarían' más rápidamente si se les 'enseñara' más cosas. Por ejemplo, a leer y escribir de modo reglado. Y, como sabes de sobra, hay que emplear buenas dosis de paciencia y persuasión para hacerles entender que, en realidad, sus hijos están aprendiendo de un modo intenso, seguro, continuo y feliz. Los ejemplos que ofreces de tus alumnos lo demuestra. Sin embargo, el modelo pedagógico imperante sigue siendo el de una clase de niños haciendo abstractos ejercicios de 'lectoescritura' cuya eficacia es nula. No me cuesta nada, por tanto, imaginar tus razonamientos tranquilizadores, tus justificaciones. Y puedo imaginar asimismo el resultado: la confianza de las familias. Porque cuando se les explica qué hacen en realidad sus hijos, qué conocimientos están adquiriendo, qué inteligencia desarrollan en sus espontáneas relaciones con la escritura... lo aceptan de buen grado. Supongo que tus alumnos habrán comenzado ya a escribir esas largas líneas quebradas y dispersas con las que expresan sus pensamientos y sus fantasías. Es una de las etapas evolutivas que más admiro de ellos.

Te deseo suerte en tu nueva reunión, aunque creo que con tu experiencia será suficiente. Gracias por tu presencia.

Anónimo dijo...

Hay gente que no lee porque tiene otras inquietudes compatibles con la lecturas pero ellos han decido no hacerlo compatible,la gente joven no lee porque le gustan mas las maquinitas o el ordenador o el botellon y les puede parecer aburrido leer que si lo pensamos requiere un esfuerzo mayor que ponerse delante de una pantalla.

Anónimo dijo...

Yo pienso que puede estar totalmente seguro de que el 95% de la clase ha captado el mensaje que ha querido transmitir durante todo el cuatrimestre. Pocos profesores he visto que como usted crean verdaderamente lo que dicen y le pongan toda esa pasión.
Si la gente supiese lo que es leer... las editoriales no darían abasto.
Gracias por todas las clases productivas y maravillosas que hemos tenido el gusto de recibir.

Juan Mata dijo...

Claro está, estimada Carlota, que cada cual integra en sus vidas aquellas prácticas que le procuran placer. La lectura, para muchos, es una de esas fuentes. No es así para otros. Las 'maquinitas' dan felicidad a mucha gente, lo cual está muy bien. No es ése el problema. Lo que me preocupa es el hecho de que el esfuerzo intelectual necesario para leer sea consecuencia de una errónea instrucción escolar; es decir, que se deba a una deficiente competencia lectora. En gran medida, eso sí es responsabilidad de los profesores. Pero garantizada la competencia, es claro que poco podemos hacer frente a la libertad de cada cual para leer o no.

Gracias, Mónica, por tus elogiosas palabras. Me llenan de orgullo. La alusión que haces a la 'verdad' de mis clases es la mayor satisfacción de un profesor. Los alumnos deberían siempre percibir que el profesor no sólo transmite una materia sino una pasión. Es el mejor método pedagógico. Casi me atrevería a decir que es el único que merece la pena. Es el que puede provocar curiosidad, comprensión y entusiasmo. Quizá sea un poco exagerado hablar del 95% de alumnos 'tocados' por las clases. Me consolaría con la mitad. En cualquier caso, te agradezco de corazón el testimonio.

Anónimo dijo...

´Pero que una persona sea lector o lectora no depende solo de la instruccion de un buen profesor sino tambien de su entorno si sus padres leen si sus amigos leen,si sus parejas leen o de circunstancias,una enfermedad ...los caminos para llegar a la lectura son infinitos

estrella polar dijo...

para los que leemos con pasion y se lo pretendemos transmitir a todo nuestro entorno -mis hijos en estos momentos han dado el salto y devoran compulsivamente libros, cosa que hasta ahora no ocurria- parece evidente que esta fuente de conocimiento, emoción y búsqueda ética es prioritaria en nuestras vidas, pero...¡no todos los seres humanos están en el mismo punto de búsqueda personal! Recuerdo a Maslow y su pirámide de necesidades básicas, y recuerdo a muchos investigadores que nos recuerdan nuestro cercano pasado de primate. Así pues no nos estrañemos. Bien es verdad que los que ya hemos llegado a estar "infectados por el virus de leer" deberíamos ser activos trasmisores, y aquí de nuevo la escuela tendría que ocupar un lugar privilegiado. Pero...no es este fenómeno frecuente. Para comentarlo haría falta un congreso de semana completa. besos compañeros

estrella polar dijo...

Se me escapó una s en lugar de extrañemos. ¡qué verguenza! corregirlo en vuestras cabezas

Juan Mata dijo...

Es verdad, estimada Candela, que no todo depende de la pericia o voluntad de los profesores en lo referente a la promoción de la lectura. Y es indudable que el entorno familiar y social es determinante al respecto. Pero, ¿qué hacer para compensar entornos familiares y sociales no letrados o en los que gravita la sombra atávica del analfabetismo? Ése es para mí el meollo de la cuestión y lo que da sentido a la educación pública. Por eso, y por mi profesión, hablo con tanta frecuencia del compromiso de los profesores para enseñar y estimular la lectura. Confío en ellos como instrumentos de justicia social.

Juan Mata dijo...

Coincido plenamente con usted, estimada estrella polar. ¡Qué fácil parece todo cuando comprobamos el nacimiento de un lector en un entorno grato, estimulante y pleno de libros! ¡Y qué complicado se vuelve ese parto si se trata de niños criados en un ambiente desmotivado y carente de libros y de palabras alentadoras! Por ello es tan justa la labor compensadora de la escuela y por ello son tan censurables las prácticas pedagógicas que hacen de la lectura una tarea tediosa, sin sentido o aborrecible. Necesitamos seguir pensando mucho sobre lo que hacemos en las aulas. Y seguir convocando congresos si es necesario, aunque, si le soy sincero, creo que ya se han celebrado demasiados sobre ese tema. Me complace de veras conocer su benéfica influencia en sus hijos.