La primera quiero dedicarla al Año Internacional de la Astronomía. Como saben, a petición de Italia, que a su vez había recibido la propuesta de la International Astronomical Union, la UNESCO decidió hace poco más de tres años declarar 2009 como Año Internacional de la Astronomía. La razón de tan loable iniciativa era bien sencilla. En 1609, cuando los recién inventados catalejos comienzan a difundirse desde Holanda por toda Europa, Galileo Galilei se afana en construir sus primeros telescopios, que irá perfeccionando en los siguientes años y con los cuales realizó las primeras observaciones astronómicas.
Telescopios construidos por Galileo Galilei, conservados en el Instituto y Museo de Historia de la Ciencia de Florencia
En homenaje a Galileo Galilei, y también a los científicos que nos han enseñado a mirar el Universo y a entender mejor a los seres humanos, quiero reproducir aquí un fragmento de su libro Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, en el que tres personajes, Salviati, Sagredo y Simplicio, que bien pueden representar, respectivamente, al propio Galileo, a cualquier persona sin prejuicios y deseosa de saber, y a quienes, como los académicos aristotélicos y las autoridades eclesiásticas católicas, se negaban a aceptar la teoría heliocéntrica, conversan acerca de las dos concepciones del universo enfrentadas en la época, la de Copérnico y la de Aristóteles y Ptolomeo. He escogido el parlamento de Sagredo con el que se cierra la primera jornada. Me parece un hermoso texto de celebración de los descubrimientos humanos, de modestia ante lo poco que en el fondo sabemos, de entusiasmo por el conocimiento.
"SAGREDO.- Yo he pensado lo mismo muchas veces, a propósito de esto que decís de cuán grande es la agudeza del ingenio humano; y mientras discurro sobre tantas y tan maravillosas invenciones encontradas por los hombres, así en las artes como en las letras, y luego reflexiono sobre el saber mío, tan lejano de poderse prometer no sólo encontrar algo nuevo, sino aun de aprender las cosas ya encontradas, y confuso de estupor y afligido por la desesperación me juzgo poco menos que infeliz. Si yo miro alguna estatua de las excelentes, me digo a mí mismo: '¿Cuándo sabrás desbastar un pedazo de mármol y descubrir la bella figura que estaba escondida en él? ¿Cuándo mezclar y extender sobre una tela o pared colores diversos, y con ellos representar todos los objetos visibles, como un Miguel Ángel, un Rafael o un Tiziano?' Si miro lo que han encontrado los hombres, a repartir los intervalos musicales, a establecer preceptos y reglas para poder manejar con deleite admirable el oído, ¿cuándo podré terminar de asombrarme? ¿Qué diré de tantos y tan diversos instrumentos? ¡La lectura de los poetas excelentes de qué maravillas llena a quien atentamente considera la invención de conceptos y la explicación de ellos! ¿Qué diremos de la arquitectura? ¿Qué del arte de navegar? Pero, sobre todas las invenciones estupendas, ¿qué mente elevada fue la del que encontró el modo de comunicar sus más recónditos pensamientos a cualquier otra persona, aunque esté distante grandísimo espacio de lugar y tiempo? Hablar con los que están en las Indias, hablar a los que aún no han nacido ni nacerán de aquí a diez mil años... ¡Y con qué facilidad! Con varias reuniones de veinte caracteres sobre un papel. Sea éste el sello de todas las admirables invenciones humanas, y el broche de nuestro razonamiento por este día."
1 comentario:
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