
Es esa certidumbre en la potestad reveladora de la lectura, que perpetúa una clarividente tradición anarquista, lo que, pese a la simplicidad del mensaje, me alegra. Tiene sentido en un tiempo en que los relatos políticos de los últimos años hicieron creer que nada había que temer, que vivíamos en el más maravilloso de los mundos posibles. Sin embargo, cuando el tinglado de la farsa se ha venido abajo de repente, cuando la crisis económica ha dejado al descubierto las miserias, los abusos y las estafas, se descubre que las historias que los corifeos del poder contaban desde las más diversas tribunas eran una gran mentira. En algunos libros, no obstante, estaba anunciado el desastre. ¿Su lectura hubiera propiciado la resistencia civil? No lo creo. Para que ello ocurra es necesario algo más que ideas o sentimientos. No obstante, sigue siendo irrenunciable avisar contra la ignorancia, el silencio o la resignación. Se puede votar o no, se puede luchar abiertamente o no, pero en cualquier caso es fundamental leer, al menos para saber qué está en juego, de qué va la partida.
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