25 de enero de 2009

Libros ricos, libros pobres

"[...] Me gustaría que imaginaran que están en algún lugar de África meridional, en el establecimiento de un indio, en una zona pobre, durante una fuerte sequía. Hay una cola de personas, la mayoría mujeres, con toda clase de recipientes para el agua. El establecimiento recibe todas las tardes desde la ciudad un camión cisterna lleno de preciosa agua, y ahí espera la gente.

El indio está con las palmas de la mano apoyadas sobre el mostrador y contempla a una mujer negra, quien se inclina sobre un pliego de hojas que parecen arrancadas de un libro. Está leyendo
Ana Karénina.

Lee despacio, articulando las palabras. Parece un libro difícil. Se trata de una joven con dos niños pequeños aferrados a sus piernas. Está embarazada. El indio se siente afligido, porque el pañuelo de la joven, que debería ser blanco, está amarillo a causa del polvo. Tiene lleno de polvo el pecho y los brazos. El hombre se siente afligido por las colas de personas que se forman, todas sedientas. No tiene agua suficiente para todos. Está furioso porque sabe que en el campo hay gente que se está muriendo, más allá de las nubes de polvo. Su hermano mayor ha estado a cargo del establecimiento, pero dijo que necesitaba un respiro, se había ido a la ciudad, bastante enfermo en realidad, a causa de la sequía.

El hombre siente curiosidad. Le pregunta a la joven:
-¿Qué estás leyendo?
-Es sobre Rusia- responde la muchacha.
-¿Sabes dónde está Rusia?
Él apenas lo sabe.
La joven lo mira a la cara, llena de dignidad, aunque sus ojos están enrojecidos por el polvo:
-Era la mejor de la clase. Mi maestra me dijo que era la mejor.

La joven reanuda su lectura. Quiere llegar al final del párrafo. [...]"


Este fragmento pertenece al discurso pronunciado por Doris Lessing en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura, el 7 de diciembre de 2007. En él habla en extenso de las diferencias abismales entre los países ricos, que poseen libros y los desdeñan, y los países pobres, en los que poseer un libro es una quimera para la inmensa mayoría de sus ciudadanos. Su testimonio es desolador. La abundancia y el derroche de nuestro mundo resultan profundamente inmorales frente a la carestía y el deseo insatisfecho de millones de personas. También en lo que se refiere a libros y educación. Merece la pena leer el texto completo del discurso. Si quieren pueden leerlo aquí en la lengua original. Pero si lo prefieren, pueden leerlo en castellano en la limpia traducción de Juan Gabriel López Guix para la editorial Alpha Decay, que, con el título genérico de Discursos, ha publicado hace unos meses una pequeña joya con los discursos de William Faulkner, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, John Coetzee y Doris Lessing en la recepción de sus respectivos Premios Nobel.

El de Doris Lessing finaliza así:

"Creo que son esa muchacha y esas mujeres que hablaban de libros y de una educación cuando llevaban tres días sin comer quienes pueden representarnos todavía."

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De nuevo observo como la lectura tiene un gran poder, está totalmente arraigada.Quizás deberia de ser asi, quizás la gente podria aprender y en base a ello,poder construir su mundo.Y esto no solamente sirve para adultos,sino para niños pequeñitos que estan empezando a leer.Realmente hacen de ellos "pequeños cientificos" capaces de contruir una realidad a su modo, que no siempre se tiene que ajustar a los esquems que tenemos presentes los adultos. Los niños son muy inteligente,saben comunicarse a su manera y eso no podemos olvidarlo o mantenernos ajeno a ello.Nunca hay un limite para leer y aprender, todo depende de las personas y algunas veces de querer arriesgar y apostarlo todo, porque de ahi salen los grandes cambios.

Juan Mata dijo...

En efecto, estimado Alejandro, el conocimiento mueve el mundo. Y todos deberíamos tener la oportunidad de acceder a él sin restricciones ni impedimentos. Pero no sucede así, sin embargo. Hay millones de personas en el mundo que no poseen ese don. Es, quizá, una de las injusticias más insoportables. El dolor de Doris Lessing al comprobar cómo en el continente africano, por ejemplo, hay personas inteligentes privadas de instrucción debe ser también nuestro dolor. La educación es un derecho, como lo es el alimento o el agua o la habitación, y hay que luchar para que nadie se sienta excluido.

Anónimo dijo...

Juan, sigo buceando por este blog tan especial.
Gracias por contarnos historias tan bonitas y sobre todo informarnos de tanto bueno.
Me apunto este libro "Discursos" Espero encontrarlo.
Un saludo
Teresa

Juan Mata dijo...

Tu perseverancia, Teresa, me conmueve. ¡Cuánto afecto desprende! Estoy seguro de que los discursos te gustarán. Demuestran con cuánta pasión escriben algunos escritores e, indirectamente, parecen pedir a los lectores que leamos ciertos libros con la misma pasión con que fueron escritos.