Comenzamos las efemérides de 2009 mirando al Universo con el telescopio de Galileo Galilei; continuamos ahora mirando a los seres vivos de nuestro planeta con los ojos de un naturalista. La segunda conmemoración que quiero destacar es el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de la publicación de su obra capital, El origen de las especies.
Pienso que en algún momento de la adolescencia o la juventud, bien en las aulas o fuera de ellas, toda persona razonable debería, antes de que cualquier clase de fanatismo arrase su pensamiento, leer algún fragmento de ese libro. Y debería hacerlo no como una tarea académica o un mandato cívico, sino como un modo de acceder a uno de los textos fundacionales de nuestro tiempo y de nuestro mundo. Sería una forma de acercarse con suma facilidad al meollo de una de las cuestiones científicas que más profundamente ha determinado el pensamiento contemporáneo: qué es el ser humano, de dónde procede, cuál es su destino. Sin necesidad de recurrir a las empecinadas y grotescas afirmaciones del 'creacionismo' moderno, aún es posible encontrar en libros, revistas, páginas web o programas de radio y televisión alusiones irónicas y cautelosas a las ideas de Darwin sobre la selección natural y la evolución, confirmando con ello cuán difícil resulta desprenderse de supersticiones y tabúes y aceptar sin temor la pequeñez y la soledad de nuestra especie, tan sublime y capaz al mismo tiempo.
Querría realizar un particular homenaje a ese texto y a su autor reproduciendo un breve fragmento de El origen de las especies. Es un testimonio de Darwin de confianza en la ciencia y de esperanza en la fortuna de su teoría. Aunque no sin dificultad, sus deseos van cumpliéndose.
"Pero la causa principal de nuestra repugnancia natural a admitir que una especie ha dado nacimiento a otra distinta es que siempre somos tardos en admitir grandes cambios cuyos grados no vemos. La dificultad es la misma que la que experimentaron tantos geólogos cuando Lyell sostuvo por primera vez que los agentes que vemos todavía en actividad han formado las largas líneas de acantilados del interior y han excavado los grandes valles. La mente no puede abarcar toda la significación ni siquiera de la expresión un millón de años; no puede sumar y percibir todo el resultado de muchas pequeñas variaciones acumuladas durante un número casi infinito de generaciones.
Aun cuando estoy completamente convencido de la verdad de las opiniones dadas en este libro bajo la forma de un extracto, no espero en modo alguno convencer a experimentados naturalistas cuya mente está llena de una multitud de hechos vistos todos, durante un largo transcurso de años, desde un punto de vista diametralmente opuesto al mío. Es comodísimo ocultar nuestra ignorancia bajo expresiones tales como el plan de creación, unidad de tipo, etc., y creer que damos una explicación cuando tan sólo repetimos la afirmación de un hecho. Aquellos cuya disposición natural les lleve a dar más importancia a dificultades inexplicadas que a la explicación de un cierto número de hechos, rechazarán seguramente la teoría. Algunos naturalistas dotados de mucha flexibilidad mental, y que han empezado ya a dudar de la inmutabilidad de las especies, pueden ser influidos por este libro, pero miro con confianza hacia el porvenir, hacia los naturalistas jóvenes, que serán capaces de ver los dos lados del problema con imparcialidad. Quienquiera que sea llevado a creer que las especies son mudables prestará un buen servicio expresando honradamente su convicción, pues sólo así puede quitarse la carga de prejuicios que pesan sobre esta cuestión."
[Traducción de Antonio de Zulueta. Editorial Espasa Calpe, Colección Austral]
4 de enero de 2009
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2 comentarios:
Me gustaria decir que este texto ha sido ignorado por la sociedad durante muchos años, e incluso en la actualidad.El ser humano tiende a asimilar historias o hechos ficticios o irreales.Es decir, hacen uso del creacionismo moderno.A la personas les resulta mas fácil todo esto contado en forma de cuento.Por eso el ser humano goza de tantos prejuicios.Gracias por poner este texto, me ha parecido magnifico, espero que este tema se pueda exponer en clase.Un cordial saludo
Sí, estimado Alejandro, cuesta mucho desprenderse de los prejuicios y de las ideas irracionales. Entre otros motivos porque resulta más tranquilizador pensar que la vida no es una estricta cuestión biológica y que, hagamos lo que hagamos, alguien decide en última instancia por nosotros. Pensar, por el contrario, que nuestra vida es una portentosa obra de la Naturaleza y que el libre albedrío es sin duda el más espléndido de nuestros dones no debería acongojarnos, sino darnos alas y hacernos más responsables de nuestro propio destino. La conquista de esa nueva conciencia, que debemos en parte a Darwin, es, al menos para mí, una fortuna.
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