ROSETTA, I
todo era distinto, inesperado y joven:
habitaban los ojos
rompeolas,
caballos,
pleamares
y era Agosto feliz y sorprendido
frente a nuestra pasión, frente al misterio.
Y qué fuerza en tus brazos,
qué parajes de fuego,
qué tormenta de luz, amada mía.
Mas he aquí, de pronto, que vinieron
los cuchillos del miedo a desnudar el frío,
a pretender herrumbres y cenizas,
y espaldas,
grupas,
lejos,
partiendo en dos la tarde.
Tempestades que alzaron,
borrascas que nublaron,
huracanes que vimos
llevarse nuestra casa como un copo de nieve.
Porque estábamos solos
comprendimos la luz de las ruinas,
los hierros retorcidos,
sin apenas un grito,
como si hubiese sido nuestra casa de siempre
aquel palo tronchado,
aquel espejo roto,
y vasos,
sillas,
naipes,
mirándonos allí desde el escombro.
Y entre los dos qué grande la montaña,
qué terribles los álamos y el río,
qué tremenda la calle
y el asfalto y el humo
y el silencio aterido sobre los pedestales,
espeso,
grande,
inmóvil.
En medio de la calle cesaba yerto el sol.
Javier Egea, Troppo mare
5 comentarios:
Es una auténtica belleza.
Javier Egea era un poeta realmente excepcional, Sara. Tenía una admirable capacidad literaria para retratar tanto el amor como el desamor, sin caer nunca en el sentimentalismo o la trivialidad. Cuánto lamentamos su muerte.
Magnífico texto de un magnífico poeta.
Me cuesta mucho leer poesía, pero hay algunos poemas, como éste, a los que vuelvo. Intentaré continuar este curso con "La puerta de la poesía" que tu nos mostraste ene ste blog.
Sí, Juan Carlos, Javier Egea era un magnífico poeta, del que me sigue costando hablar en pasado. Ojalá algún poema suyo pudiera estar en una próxima reedición de 'Los lunes, poesía' o algo igual de interesante. Suerte y gracias.
Mateo, estos poetas grandes son los que hacen amar la poesía, los que crean lectores de poesía. En 'La puerta de la poesía' estoy seguro de que vas a seguir encontrado buenas razones para seguir leyendo poemas.
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