21 de julio de 2010

Verano y literatura I

LOS VERANOS

¡Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos sólo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!

Francisco Brines, El otoño de las rosas

3 comentarios:

chose dijo...

Gracias por acercarnos, también en vacaciones, pedacitos literarios.

estrella polar dijo...

¡Qué hermoso! Parece mentira que se diluya la felicidad salvaje que sentimos entonces, cuando todo era posible, en el largo paréntesis de un verano lleno de amor...gracias a la poesía podemos volver a evocarlo, aunque como una fotografía desvaída. Me viene a la cabeza sobre todo el deslumbramiento de la luz del sol reflejado en el mar. Al menos sabemos con certeza que fuimos eternos en aquellos instantes. Besos estelares.

discreto lector dijo...

Gracias, Chose, por no perder ni en verano la costumbre de leer y la costumbre de la generosidad.

Es verdad, Estrella, que uno de los dones de la poesía es rescatar, gracias a su intensidad emocional, los recuerdos extraviados del lector, los trazos vivos de sus experiencias. ¡Ay, esas estivales mañanas luminosas de la juventud aún no decepcionada!