19 de mayo de 2010

Eres culpable si el tribunal ha decidido condenarte

«¿Es usted inocente?», preguntó. «Sí», dijo K. La respuesta a esta pregunta le causó una total alegría, en especial porque tenía lugar ante un particular, o sea, sin responsabilidad alguna. Todavía nadie le había preguntado tan francamente. Para saborear esa alegría añadió aún: «Soy completamente inocente.» «Bien», dijo el pintor, hundió la cabeza y pareció reflexionar. De repente, levantó la cabeza y dijo: «Si usted es inocente, entonces el asunto es muy sencillo.» La mirada de K. se enturbió, este supuesto hombre de confianza del tribunal hablaba como un niño ignorante. «Mi inocencia no simplifica el asunto», dijo K. A pesar de todo tuvo que sonreír y movió lentamente la cabeza. «Depende de muchas sutilezas en las que el tribunal se pierde. Pero al final saca de cualquier parte, donde al principio no había nada en absoluto, una gran culpa.» «Sí, sí, claro», dijo el pintor como si perturbase de un modo innecesario el curso de sus pensamientos. «Pero usted es inocente, ¿no?», dijo el pintor. No se le podía influir con argumentos en contra, lo único era que a pesar de su decisión no quedaba claro si hablaba así por convicción o sólo por indiferencia. K. quería comprobar eso en primer lugar, y por ello dijo: «Seguro que usted conoce el tribunal mucho mejor que yo, yo no sé mucho más de lo que he oído sobre él a gentes, por otra parte muy distintas. Pero todos coincidían en que no se hacen acusaciones a la ligera y en que una vez que el tribunal acusa está firmemente convencido de la culpa del acusado y es muy difícil apartarlo de esta convicción.» «¿Difícil?», preguntó el pintor levantando una mano. «Jamás se le aparta de ella al tribunal. Si yo pinto aquí a todos los jueces juntos sobre un lienzo y usted tiene que defenderse ante este lienzo, tendrá más éxito que ante el verdadero tribunal.» «Sí», dijo K. para sí, y olvidó que sólo había querido sonsacar al pintor.

[El proceso, Franz Kafka. Editorial Cátedra. Traducción de Isabel Hernández]

***

Es imposible no evocar El proceso
cuando uno piensa estos días en la muy perversa suspensión de funciones del juez Baltasar Garzón. A quien leyere ahora la novela de Franz Kafka por primera vez le resultaría muy difícil no relacionarla con la afrenta que sus compañeros de oficio le han infligido. El término 'kafkiano', tan
utilizado, se entiende muy bien a la luz de este caso. La sombra de Josef K. nos sigue acompañando.

"Pero, ¿qué ha pasado?", preguntan amigos desprevenidos. Y hay que explicar entonces a quienes no conocen bien la realidad española que lo que se ha venido considerando universalmente una ejemplar conquista de la democracia en nuestro país se ha sustentado en la aceptación colectiva del silencio y la indulgencia hacia la casta político-militar, económica y eclesial que gobernó durante el franquismo. Ningún torturador fue jamás juzgado o condenado aquí por sus vilezas (por el contrario, la mayoría siguió cobrando como funcionarios del Estado hasta su jubilación); ningún juez de tribunales represivos fue jamás reprobado por sus indignas sentencias (muchos de ellos continuaron juzgando en democracia); ningún ministro firmante de penas de muerte fue jamás repudiado públicamente (es más: alguno de ellos dicta aún lecciones de democracia como senador del Partido Popular); ningún alto mando militar fue jamás apartado del servicio por su adhesión incondicional a un régimen despótico (los mismos mandos del ejército siguieron ascendiendo en el escalafón como si tal cosa); ningún obispo fue jamás censurado por su connivencia agradecida con la dictadura (muchos de ellos siguieron impartiendo doctrina moral sin signos de arrepentimiento); ningún periodista fue jamás marginado por su servilismo y sus mentiras constantes (no fueron pocos los que siguieron escribiendo en los periódicos sin ningún rubor); ningún mangante fue jamás desaprobado por sus sucias prácticas empresariales o sus latrocinios continuados (muchas fortunas actuales tuvieron su origen en los negocios amparados por los jerarcas franquistas). Es decir, las brutalidades y las corrupciones de la dictadura quedaron sin castigo. Por supuesto, el pueblo que con tanta firmeza había apoyado a Franco dejó de gritar aunque no de añorar. Los españoles demócratas aceptaron el silencio, no el olvido, como su suprema contribución a la convivencia pacífica.

Y hay que añadir además que
la poderosa casta de políticos, jueces, financieros, obispos, periodistas, mafiosos, especuladores... proveniente del franquismo, así como la ciudadanía que la apoya y la vota, nunca se sintió responsable de los exilios o las muertes o los abusos o los fraudes que asolaron el país y en ningún momento dejó de acallar y acusar de rencorosos a quienes trataban de esclarecer la verdad y recuperar la memoria de las víctimas.

La venganza contra el juez Baltasar Garzón no puede separarse de esas viejas prácticas, aunque los mandarines de siempre se escuden ahora en leyes, códigos, sentencias. No crean, pues, otros argumentos que intenten justificar este atropello. Lo ocurrido es una mezcla onerosa de odios personales, resentimientos gremiales y revanchas ideológicas. Pues el origen del problema, ya lo saben, reside en que, a petición de cientos de familias, algunos de cuyos miembros aún yacen en fosas comunes o enterrados sin dignidad en las cunetas de los caminos, el juez Baltasar Garzón quiso investigar los crímenes franquistas como crímenes contra la humanidad, imprescriptibles por tanto. Algunos jueces, alentados por la fracción más reaccionaria de la derecha española, vieron llegada la oportunidad de dar un escarmiento a quien, entre otras actuaciones, había investigado recientemente una de las mayores tramas de corrupción política y económica de nuestra democracia, el caso Gürtel. Así es que, amparados en argucias legales, iniciaron un proceso judicial para juzgarlo y apartarlo de su puesto. Lo terrible, lo denigrante, es que lo hicieron a instancia de dos partidos ultraderechistas, xenófobos y totalitarios.

El daño que esa casta judicial ha causado a la democracia española
va a ser difícilmente reparable y las razones que han añadido al ya antiguo desprestigio de la justicia en nuestro país pesarán en la conciencia ciudadana durante muchos años. ¿Creen que a sus autores les importa ese descrédito? En absoluto. Se saben poderosos, se saben impunes.

Josef K. ya nos lo había advertido:

«Mi inocencia no simplifica el asunto», dijo K. A pesar de todo tuvo que sonreír y movió lentamente la cabeza. «Depende de muchas sutilezas en las que el tribunal se pierde. Pero al final saca de cualquier parte, donde al principio no había nada en absoluto, una gran culpa.»

10 comentarios:

estrella polar dijo...

Te agradezco Juan que nombres con palabras valientes la sinrazón que venimos viviendo en las últimas semanas. Este tufo a fascismo "resucitado" me asusta y me indigna por igual. El Roto hizo una viñeta estupenda en la separata del domingo del diario El País: Un tiranosaurio Rex sale de debajo de la Cruz de los Caidos...¿Quedará algo de buen juicio en este pais? ¿Seremos capaces de callarles la boca a estas gentes mediocres, interesadas, vengativas y tan peligrosas? ¡malos tiempos para la "lìrica" aunque la lírica sea lo único que puede defendernos! Hagamos sonar nuestras voces hasta ensordecerlos... Desesperados besos estelares...desde el agujero negro de Madrid

Teresa dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, que tristeza he sentido estos días, no me podía creer que el único juzgado de los crímenes del franquismo fuera Baltasar Garzón. Mucha pena.
Parece que nuestro país no avanza.
Son tiempos raros.
Un saludo
Teresa

Balam dijo...

Cruda y siempre actual realidad de la injusticia. Bello texto de uno de los más grandes, mi hermano mayor: Kafka. En Colombia hemos estado dando vueltas en lo mismo, persistimos sin embargo en que algún día llegemos a la madurez suficiente de una democracia que ha sufrido mucho para crecer poco. Igual crecimiento significa vida.

Gracias por sus palabras.

jddm dijo...

Hola Juan.
Es indignante que pasen cosas así. No tengo más de 22 años, pero recientemente perdí a un abuelo de casi 93. Un abuelo que vio morir a sus hermanos mayores,a sus amigos en un frente y en el Valle de los Caídos; que tuvo que arrastrar cuerpos de hombres desconocidos hasta las puertas de algún familiar para que fuesen enterrados dignamente; un abuelo que tuvo que exiliarse en Francia, donde yo hago ahora mi año Erasmus (ya ves, pequeños lujos de tener memoria...); que tuvo que ir a Alemania a limpiar expediente.
Es una vergüenza que, aún ahora, se siga mirando hacia otro lado...
En Francia, dicen "Los españoles vuelven..." y nos siguen identificando con aquel largometraje de Fédéric Rossif "Mourir à Madrid"...

Un saludo.

Anónimo dijo...

Gracias por poner palabras a estos acontecimientos tan duros que estamos viviendo. No podrías haber encontrado mejor referencia literaria.
Comparto sentimientos con estrella polar y los demás que escribís.
Esperemos que haya muchos que se rebelen contra tantas injusticias, retrocesos, atropellos y falta de sentido.
Toda esta "casta dominante" se desenvuelve como si la mayoría de los mortales fuera imbécil. Paqui

EdicionesAbsalon dijo...

Un blog muy interesante, profesor, sobre todo por dar cabida a tantos géneros y escritores diversos.

Felicidades desde aquí por su magnífico y completo blog.

En Ediciones Absalon, los lectores de su blog también pueden encontrar libros de temática muy variada: desde narrativa y filosofía, a deportes, historia o ensayo... incluso de cocina. Les invitamos a todos ellos a que visiten nuestra web donde pueden ver nuestras últimas novedades y también adquirir los ejemplares que deseen. www.edicionesabsalon.com

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EXPERIMENTATIO dijo...

Estos días han sido tristes, muy tristes y me niego a creer lo que leo. Podría enviarles la Elegía de Miguel Hernández a su amigo Ramón Sije a estos excelentes jueces que tenemos para que sintieran, ¡si pudiesen!, lo que muchas personas de este país sienten cuando miramos atrás: somos familiares de asesinados.
Gracias de nuevo por dar cabida a la actualidad.

discreto lector dijo...

Estrella, Teresa, Balam, Paqui, Mateo... como deber de memoria hacia las víctimas nos corresponde vencer la tentación del olvido, del cansancio, del hastío ante tanto agravio. Es verdad que una tal vez ilusa idea de democracia nos hace desear que la justicia y la verdad nunca deberían ser escarnecidas, que lo razonable debería imponerse siempre sobre el fanatismo ideológico, que la convivencia debiera ser incompatible con el abuso o el silencio cómplice... Pero la realidad nos devuelve casi siempre una imagen deteriorada y vulnerable de nuestra democracia. No parece que acabemos de entender del todo su significado.

Moderno y joven Peter Pan, tu testimonio me ha conmovido especialmente. Te agradezco tus palabras, tu memoria, tu conciencia. En alguien joven como tú es un signo luminoso de esperanza.

A Ediciones Absalón le deseo suerte en su aventura editorial. Gracias por escribir.

Anónimo dijo...

En el caso del juez Garzon hay mucha desinformacion.El juez Garzon se ha saltado la ley a la torera y en un estado de derecho todo el mundo debe cumplir las leyes.El que ha suspemdido a Garzon de empleo es el juez Varela nada sosperchozo de franquista creo jueces para la democracia la asociacion avanzada de la magistratura se pueden abrir fosas sin la competencia de los jueces como ha pasado con Lorca que intervino la Junta.Este tema esta muy manipulado

discreto lector dijo...

Gracias, anónimo lector o lectora, por expresar su opinión, pero lamento discrepar de su razonamiento. No creo que este asunto esté manipulado. Pienso, por el contrario, que los ciudadanos conscientes están muy bien informados y no comparten las decisiones de los jueces, que no son, no lo olvide, ni infalibles ni virtuosos por naturaleza. El pasado progresista del juez Luciano Varela no es garantía de aciertos futuros. El problema de fondo sigue mientras tanto sin resolver: qué hacer con los miles de cadáveres enterrados todavía en fosas comunes. Eso es lo que de verdad debería inquietarnos.