Hace un año, el director del Festival Internacional de Música y Danza de Granada encargó a la compañía DA.TE Danza, con la que colaboro asiduamente, la creación de un nuevo espectáculo para su estreno en la edición de 2009. En esta ocasión, la propuesta poseía dos condiciones: recrear el cuento de La bella durmiente y que el espectáculo se hiciera pensando en un público adolescente, tan complejo y tan difícil de cautivar. Ayer, 6 de julio, se estrenó la obra.
El desafío era mayúsculo, pero como todo desafío resultaba excitante. Desde los primeros esbozos de la dramaturgia tuve claro que no podíamos reproducir literalmente las versiones tradicionales del cuento (Basile, Perrault, Grimm...) sino que era necesario leer la historia con ojos del siglo XXI. Las princesas, los castillos, las hadas, las urnas de cristal, las zarzas del bosque... no son sino marcas históricas, perfectamente prescindibles. Lo importante era conservar la médula de la historia: el adiós a la infancia y el letargo prolongado que sigue antes de despertar a la plenitud de la vida sexual y social. Ésa es una de las principales ventajas de los arquetipos populares: su ductilidad. Sin alterar la poderosa imagen del cuento (una joven de quince años sumida en un profundo sueño de 'cien años' a causa de un maleficio) era posible y obligatorio traerlo al mundo contemporáneo y recrear el 'sueño' de unos jóvenes adolescentes de 2009.
Y a la vez me parecía que, tras los medios tecnológicos y las músicas y las prendas de vestir de los adolescentes de hoy, permanecía la incertidumbre elemental: el porvenir incierto, la búsqueda de un espacio propio. Ése es el sentido último de la adolescencia. La laxitud, la desgana, la desafección, los silencios, la disconformidad... son manifestaciones de una búsqueda incesante y dolorosa, de la que las transformaciones corporales no son sino síntomas de una profunda metamorfosis psíquica. Las palabras y las voces de un grupo de adolescentes y jóvenes (gracias especialmente a Paloma, Ana, José Carlos, Celia y Noemí) han sido nuestra guía permanente.
De sus ceremonias grupales, sus gestos, sus sentimientos íntimos quisimos hablar mediante el lenguaje de la danza, es decir, del cuerpo y el movimiento. El resultado ha sido Belleza durmiente. Cuento contemporáneo para adolescentes, que, como dije, se estrenó ayer en el Teatro CajaGranada Isidoro Máiquez. ¿Y qué puede decir de la obra uno de sus autores? Simplemente que me sentí emocionado, feliz por ver la culminación de un trabajo largamente meditado y ensayado, admirado de la fecunda colaboración de tantos y tan excelentes profesionales, desde los músicos al iluminador o el escenógrafo. Como la relación de todos ellos haría de esta entrada casi un listín telefónico, me limitaré a citar, en representación de todos, los nombres de los directores, Omar Meza y Valeria Frabetti, y los bailarines, los verdaderos protagonistas: Celia Sako, Rosa Mari Herrador, Maximiliano Sanfort, Marie Klimesova e Iván Montardit.
Espero que alguna vez tengan la oportunidad de ver el espectáculo.
7 de julio de 2009
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2 comentarios:
Enhorabuena, Juan. Yo lo disfruté enormemente :o)
No sabes, querida Luna, cuánto me complacen tus palabras. Tu opinión me importa mucho. Estamos felices del resultado. Gracias por asistir al estreno.
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