Hace setenta años, tal día como hoy, moría en Collioure (Francia) el poeta Antonio Machado. Es tal vez la persona más reconocida de la larga nómina de exiliados españoles que, al término de la Guerra Civil, se vieron obligados a abandonar su casa y su mundo. El destierro es, después de la muerte, la más cruel de las secuelas de una guerra.
En su recuerdo, en homenaje también a los que como él sufrieron la humillación y el descrédito, he querido evocar algunos textos de su Juan de Mairena, su 'alter ego', aquel apócrifo profesor de Retórica por cuya mediación expresó Antonio Machado su bonhomía, su inteligencia, su compromiso con la vida de los desfavorecidos y con los ideales pedagógicos de la República española.
No es fácil seleccionar cuando todas las sentencias y apuntes de Mairena merecen conmemoración. Sólo aspiro a rememorar y, sobre todo, alentar la lectura de ese admirable libro.
He aquí algunas reflexiones de Juan de Mairena:
(Las clases de Mairena.)
Juan de Mairena hacía advertencias demasiado elementales a sus alumnos. No olvidemos que éstos eran muy jóvenes, casi niños, apenas bachilleres; que Mairena colocaba en el primer banco de su clase a los más torpes, y que casi siempre se dirigía a ellos.
***
(Proverbios y consejos de Mairena.)
Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!
***
(Mairena lee y comenta versos de su maestro.)
Mairena no era un recitador de poesías. Se limitaba a leer sin gesticular y en un tono neutro, levemente musical. Ponía los acentos de la emoción donde suponía él que los había puesto el poeta. Como no era tampoco un virtuoso de la lectura, cuando leía versos -o prosa- no pretendía nunca que se dijese: ¡qué bien lee este hombre!, sino: ¡qué bien está lo que este hombre lee!, sin importarle mucho que se añadiese: ¡lástima que no lea mejor! Le disgustaba decir sus propios versos, que no eran para él sino cenizas de un fuego o virutas de una carpintería, algo que ya no le interesaba. Oírlos declamados, cantados, bramados por los recitadores y, sobre todo, por las recitadoras de oficio, le hubiera horripilado. Gustaba, en cambio, de oírlos recitar a los niños de las escuelas populares.
***
- Hoy traemos, señores, la lección 28, que es la primera que dedicamos a la oratoria sagrada. Hoy vamos a hablar de Dios. ¿Os agrada el tema?
Muestras de asentimiento en la clase.
- Que se pongan en pie todos los que crean en Él.
Toda la clase se levanta, aunque no toda con el mismo ímpetu.
- ¡Bravo! Muy bien. Hasta mañana, señores.
- ¿...?
- Que pueden ustedes retirarse.
- ¿Y qué traemos mañana?
- La lección 29: "De la posible inexistencia de Dios".
***
Sed originales; yo os lo aconsejo; casi me atrevería a ordenároslo. Para ello -claro es- tenéis que renunciar al aplauso de los snobs y de los fanáticos de la novedad, porque ésos creerán siempre haber leído algo de lo que vosotros pensáis, y aun pensarán, además, que vosotros lo habíais leído también, aunque en ediciones profanadas ya por el vulgo, y que, en último término, no lo habéis comprendido tan bien como ellos. A vosotros no os importe pensar lo que habéis leído ochenta veces y oído quinientas, porque no es lo mismo pensar que haber leído.
22 de febrero de 2009
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4 comentarios:
Gracias. Buen final a una tarde de domingo, con la semana que empieza, virgen y seguramente penosa en algún tramo. Voy a buscar mi libro de Juan de Mairena. Me acompañará durante los próximos dias en la cuestas de la vida. Gracias por el aire fresco y por traerme de nuevo un tierno entre los tiernos, un Juan de la mano de otro Juan. Besos estelares
Como prolongación del entusiasmo y como aliento para la semana laboral que comienza, estimada estrella, agrego aún un fragmento del largo elogio que Mairena hace de Blas Zambrano, maestro admirado, padre de la filósofa María Zambrano:
"Era don Blas un alma benevolente, quiero decir deseosa del bien, de ningún modo indulgente con el ruin o encanallado. Acaso acompañaba a don Blas una honda fe en que no todo ha de estar necesariamente podrido en el hombre. Por lo demás hay muchas maneras de ser maestro, y no es la peor la de saber inclinarse hacia los buenos. Quien así ejerce su magisterio a lo largo de toda su vida es, no solamente una esponja que se empapa en virtudes, sino además un magnífico instrumento de selección, y un guía seguro para los otros."
Un abrazo.
Antonio Machado es uno de los poetas españoles más influyentes en la generacion del 98, y fue quizás el que mas contacto tuvo con Federico Garcia Lorca.Aun asi, hay que decir que sus poemas estan llenos entusiasmo y ademas todos ellos trasmiten una idea.
Sin embargo, tambien es bueno recordar alguno de los poemas de Federico como el Romancero Gitano:
Romance sonámbulo:
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser, con
las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna por
donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde cama, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montana.
Gran hombre de fuente vaqueros, que desafortunadamente murió durante la guerra civil.Pero sus poemas siguen teniendo voz, y seguirá a lo largo de los años.
Siempre es oportuno, estimado Alejandro, recordar a Federico García Lorca, quien, por cierto, admiraba mucho a Antonio Machado, el cual a su vez escribió un estremecedor poema 'El crimen fue en Granada' tras el asesinato del poeta granadino:
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
[...]
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