4 de enero de 2010

Para empezar, Camus

Si un aniversario, aunque sea luctuoso, sirve para hablar de alguien que merece admiración, sea bienvenido. A menudo, las conmemoraciones son pretextos para el homenaje. Recordar la muerte puede ser una forma de celebrar la vida. Es por eso que no tengo reparos en sumarme al recuerdo de que tal día como hoy, hace cincuenta años, moría en un accidente de tráfico un escritor al que profeso una antigua e incólume admiración: Albert Camus. No actúo por obligación, sino por devoción.

Quería comenzar este año con su nombre y su ejemplo. Me parece que invocar su nombre en tiempos tan mezquinos como los presentes es una expresión de esperanza. Cuando la corrupción se extiende por la sociedad como una metástasis imparable, cuando la estupidez parece tan invencible como dañina, cuando la desvergüenza y la maldad se premian, cuando la conciencia humanista es objeto permanente de burla, cuando la incoherencia, la desorientación y la insignificancia dominan el pensamiento político... no viene mal volver a leer a Camus y servirse de sus palabras si no para la acción sí al menos para el consuelo. Su actitud beligerante contra todo tipo de dogmatismo, su denuncia constante de cualquier clase de tiranía, su defensa sin excepciones de una libertad universal y única, su búsqueda incansable de la verdad, su fraternidad con los que sufren, su rechazo al poder y sus perversiones, su militancia a favor de la piedad, la nobleza, la comprensión, la modestia... lo hacen ejemplar todavía.

Cuánto ganaríamos leyendo o releyendo El extranjero o La peste o Calígula o El estado de sitio o cualquiera de sus libros de ensayos o sus artículos periodísticos o sus diarios de trabajo. Debo reconocer sin embargo mi predilección por dos obras en especial: Los justos y El primer hombre.

De la primera me atrae fundamentalmente el dilema ético que plantea: ¿la defensa de la Idea o la Revolución, sea cual sea, lo justifica todo, justifica cualquier medio para alcanzarla, incluida la muerte de los inocentes? ¿Está justificado el asesinato en nombre de un ideal, por justo que sea? El argumento, ya lo saben, gira en torno a la negativa del joven revolucionario ruso Ivan Kaliayev a arrojar la bomba destinada al Gran Duque Sergei al descubrir que el día señalado van también en la calesa sus dos sobrinos. La inesperada presencia de los niños lo paraliza y se abstiene de cumplir su misión. He aquí un fragmento de esa provocadora obra de teatro.

KALIAYEV
Los hombres no sólo viven de justicia.


STEPAN
Cuando les roban el pan, ¿de qué vivirían, sino de justicia?

KALIAYEV
De justicia y de inocencia.

STEPAN
¿Inocencia? Quizá la conozca. Pero he decidido ignorarla y hacer que la ignoren miles de hombres para que un día tenga un sentido mayor.

KALIAYEV

Hay que estar muy seguro de que ha de llegar ese día para negar todo lo que hace que un hombre consienta en vivir.

STEPAN
Yo estoy seguro.

KALIAYEV
No puedes estarlo. Para saber quién de los dos tiene razón, si tú o yo, tal vez se necesite el sacrificio de tres generaciones, varias guerras, revoluciones terribles. Cuando esa lluvia de sangre se haya secado sobre la tierra, hará mucho tiempo que tú y yo estaremos convertidos en polvo.

STEPAN
Otros vendrán entonces, y yo los saludo como a hermanos míos.

KALIAYEV (
Gritando.)
Otros... ¡Sí! Pero yo amo a los que viven hoy en la misma tierra que yo, y es a ellos a quienes saludo. Es por ellos por los que lucho y admito morir. Mientras que por una ciudad lejana, de la que no estoy seguro, no iré a golpear el rostro de mis hermanos. No aumentaré la injusticia viva con una justicia muerta. (Más bajo, pero con firmeza.) Hermanos, quiero hablaros francamente y deciros por lo menos lo que podría decir el más simple de nuestros campesinos: matar niños es contrario al honor. Y si un día, estando yo vivo, la revolución llegara a separarse del honor, me apartaría de ella. Si lo decidís, ahora mismo iré a la salida del teatro, pero para arrojarme bajo los caballos.

Kaliayev ama la vida, cree en la inocencia, la belleza y la alegría. Y por eso se ha hecho revolucionario. Y en nombre de esos anhelos ha decidido matar. Matar a los déspotas para dar una oportunidad a la vida. "Aceptamos ser criminales para que la tierra se cubra por fin de inocentes". Pero la visión de los niños detiene su acción, porque no quiere que con su bomba mueran precisamente los inocentes. No es ése, sin embargo, el criterio de Stepan, para quien ese escrúpulo es signo de debilidad y falta de fe revolucionaria. Y es ahí donde la voz de Kaliayev/Camus se alza: "Pero detrás de lo que dices veo anunciarse un despotismo que, si alguna vez logra instalarse, hará de mí un asesino, cuando yo trato de ser un justiciero". Para Stepan, por el contrario,
lo prioritario es hacer justicia aunque sea por medio de asesinos. Pero como más adelante afirma con total cinismo Skuratov, director del departamento de policía, "se empieza por querer la justicia y se termina organizando la policía". ¿No les resultan familiares esas controversias? Estoy seguro de que cada uno de ustedes podría ponerle rostro contemporáneo a esos personajes o fijar un escenario reconocible a esos diálogos, aunque vivan en países distintos o tengan distintas edades. Las palabras de Camus nos siguen interpelando sin descanso.

De la segunda obra, su inconclusa novela póstuma, El primer hombre, que es una evocación sentimental y agradecida del espacio primigenio, de las calles donde nació y vivió sus primeros años, me subyuga su humanidad y su emoción. La novela relata, de modo fabulado, su infancia argelina, la evocación del padre que nunca llegó a conocer, pero es, sobre todo, un homenaje a su madre, a la que tanto amaba y a la que tanto debía. Reiteraré aquí un texto que acompaña a la novela y que ya he utilizado en alguna otra ocasión, pues me sigue conmoviendo de un modo especial. Es la carta que envía a su maestro de primaria, del que traza un perfil verdaderamente noble en la novela, justo al acabar los fastos de la recepción del Premio Nobel de Literatura en 1957.

Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus


La madre y el maestro: he ahí las dos alas que le permitieron alcanzar tan elevadas cimas, he ahí las dos referencias que le hicieron creer en la dignidad de los hombres por encima de todo.

Albert Camus es un escritor admirable.

Si sienten curiosidad por las palabras que pronunció en la cena oficial con motivo de la entrega del Premio Nobel de Literatura pueden hacerlo en este enlace. Su discurso está en francés y en inglés. Me parecía, pues, que para inaugurar las entradas de este año nada mejor que invocar a alguien que escribió en sus diarios, tal vez herido por las palabras despectivas de algunos de sus compañeros de generación, lo siguiente:

Los que escriben oscuramente tienen mucha suerte: tendrán comentaristas. Los otros sólo tendrán lectores, lo que, al parecer, es cosa despreciable.

11 comentarios:

lammermoor dijo...

Nuevamente haces de impulso definitivo en mis lecturas. Llevaba tiempo pensando que no podía pasar más tiempo sin leer a Camus (otro autor con cuyos libros sin embargo conviví).
Y justamente cuando estoy haciendo una especie de lista de lecturas ineludibles para este nuevo año, leo tu entrada.
El discurso lo leeré con calma. En cuanto a la cita, me ha gustado mucho.

P.D: los Reyes me traeran el libro de Todorov. Otra de tus recomendaciones.

discreto lector dijo...

!Cuánto me alegra, Lammermoor, saber que mis palabras te empujan a leer algunos de los libros que me gustan! Mi elogio de Camus es fruto de una admiración que comenzó en mi juventud y aún perdura. Es de esos autores que emergen siempre de entre los escombros de las modas. Espero que te hable con la misma intensidad reflexiva que a mí me sigue hablando.

Anónimo dijo...

No se puede decir mejor. Gracias por traerlo aquí y recordarnos quien fue este escritor.
Yo solamente he leído El Extranjero, pero me pondré manos a la obra.
Me leeré el discurso.
Un saludo
Teresa

chose dijo...

Hay quien dijo que después de leer no sé qué libro no se podía seguir siendo el mismo.

Esto es exactemente lo que pasa con Camus.

Un saludo.

EXPERIMENTATIO dijo...

Gracias por recodar a Camus. He leído tanto de él durante una época que al leerte lo he tenido de nuevo muy cerca.
Gracias

discreto lector dijo...

Teresa, pienso que los lectores, además de dar cuenta de las novedades, tenemos la obligación de recordar libros y autores que siguen hablándonos como si fueran coetáneos. Los blogs pueden cumplir, en ese sentido, un papel fundamental.

Chose, en efecto Camus es uno de esos autores a los que puede atribuírsele sin reservas esa capacidad de poner en cuestión el pensamiento del lector. Ahí reside su virtud y su contemporaneidad.

Mateo, las relecturas son un medio de revisar a un autor, pero pueden ser a la vez una manera de examinarnos, de analizar quiénes fuimos y quiénes somos como lectores y como ciudadanos.

Sally dijo...

«Recordar la muerte puede ser una forma de celebrar la vida». Me gusta. Porque además hay autores que no caducan y que, con el tiempo, reafirma su valía como Camus. Estos días pensaba hacer un homenaje parecido con Arthur Miller, porque nunca un mensaje literario podía ser tan profundo y a la vez tan actual.
Un saludo. Me gusta tu blog.

discreto lector dijo...

Sally, esperaré impaciente ese homenaje a Arthur Miller. Coincido plenamente contigo: su escritura nos sigue interpelando. Cuando alguna compañía acierta en el montaje de sus obras, algo que no siempre ocurre, ir al teatro se convierte en un acto muy gozoso.

Caty León dijo...

Rebuscando, he ido a parar a este blog. Espero volver más veces y ver aquí cosas que me interesan.

discreto lector dijo...

CLB, considérate desde momento huésped de este blog. Sé bienvenida. Ya es un regalo la presencia de tus palabras. Gracias.

Anónimo dijo...

ALUMNA DE 4º C DEL INSTITUTO IES ALBATIZA:
Estimado Juan:
La charla me parecio muy interesante. Su manera de contar las cosas es muy amena. En general me ha gustado bastante pero cuando dijo que no hay inspiración, pues me quede perpleja, ya que yo creo que cada uno a la hora de escribir cualquier cosa ya sea una carta a un ser querido o un poema nos inspiramos mucho sobre lo que nos hace sentir a lo que queremos escribir.

Tiene un tono de voz muy bajo y es lento a la hora de hablar. En la charla utilizó palabras fáciles de entender.
Me gusto mucho cuando se sinceró con todos nosotros a la hora de decir que su padre se suicidó. Es una cosa que no en todos los sitios a los que vas te apetece decir, ya que es algo muy personal. El gesto que tuvo con nosotros para mí fue muy importante ya que era señal de que se sentía agusto.
Por ello le doy las gracias.