16 de enero de 2010

Amantes

Comprobaba el jueves una vez más que a la mayoría de los alumnos que llegan a la universidad les encajaría bien la etiqueta de 'frustrados aprendices de filólogos'. Hablábamos de poesía y trataba de hacerles ver la necesidad de incorporarla tempranamente a las experiencias sensitivas de los niños, de hacérsela amable cuando aún no han sufrido los estragos del academicismo o los rigores de la pedagogía. Es decir, amistarlos cuando la poesía aún no es verso, estructura o retórica sino música, juego o ensoñación. Y, como siempre, quise comprobar quiénes de los presentes, después de quince o más años de escolaridad, habían desarrollado un mínimo sentimiento de aprecio y gusto por la poesía (me conformo en realidad con saber quienes al menos no han alimentado fobia o desdén hacia ella). Y, como siempre, sólo una minoría de alumnos se manifestó lector de poemas.

Cuando eso sucede, y siempre sucede, me preocupo por hacerles ver lo que no han sabido o no han podido ganar, lo que aún pueden recobrar. Y, sobre todo, me interesa hacerles reflexionar sobre las causas de ese fracaso. La fórmula es muy sencilla. Les pido que quienes lo deseen traigan a clase un poema que por alguna razón les parezca extraordinario y que lo lean ante sus compañeros y traten de explicar por qué consideran que los conmovió hasta hacerlo inolvidable. Tengo comprobado que esos simples actos de lectura y explicación constituyen, incluso para los alumnos más escépticos, una intensa lección literaria. Sobre todo, porque procede de uno de sus pares, de alguien que se sienta a su lado y con quien apenas han intercambiado un saludo. Y los porqués tienen más valor, o más bien un distinto valor, que los que podamos ofrecer los profesores: porque me hizo pensar en algo a lo que nunca había prestado atención, porque me reconozco en lo que el poeta dice, porque me recuerda a una persona querida, porque expresa sentimientos que yo tengo, porque habla de cosas que me importan, porque me ayudó en un momento de confusión y tristeza... Son razones elementales, sinceras, convincentes. Los silencios que provocan sus palabras indican la hondura del mensaje.

"Eso, y no otra cosa, es la poesía", suelo decirles. "¿Por qué entonces la rechazáis o la ignoráis?".

Las explicaciones, por repetidas, resultan desesperantes. Diré simplemente que la mayoría de los alumnos alberga el convencimiento de que la poesía es un artefacto literario creado para aprender a analizar, detectar, comparar, diseccionar, contar, etcétera. ¿Cómo es posible esto? La mejor respuesta, una metáfora irónica y certera, la escuché una vez en boca del gran poeta José Hierro: eso sucede porque a los alumnos se les enseña a actuar como ginecólogos antes que como amantes. Estoy de acuerdo.

Suelo concluir entonces que lo único importante, lo realmente provechoso, es exponer a los niños a la poesía desde muy temprano y que en las aulas tengan cientos de oportunidades de encontrarse con ella como se encuentran con la nieve o una caracola. Para asombrarse, divertirse, guardar. Exponerse a la poesía significa acercarse a un poema con la atención de un naturalista no con las herramientas de un taxidermista.

Como conclusión, les entrego el breve y sutil relato de Mario Benedetti titulado Lingüistas, con la esperanza de que lo recuerden cuando les toque a ellos enfrentarse a sus propios alumnos.

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.

De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:

- ¡Qué sintagma!
- ¡Qué polisemia!
- ¡Qué significante!
- ¡Qué diacronía!
- ¡Qué
exemplar ceterorum!
- ¡Qué
Zungenspitze!
- ¡Qué morfema!

La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.

Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró en su oído: "Cosita linda".

11 comentarios:

Jmdeum dijo...

Comparto totalmente cada una de las ideas de tu escrito. Y disfruto una vez m´´as con la lectura de Benedetti (que nunca cansa y siempre alegra, como obra maestra que es).
Hacemos lo que podemos (adem´´as de lo que debemos) y nos queda la tranquilidad de saber que obramos en coherencia con nuestros principios y nuestras emociones.
Un saludo cordial.

Peru dijo...

Siempre me alivian tus posts de profe abrumado ante la realidad! Estoy plenamente de acuerdo con todo lo que dices.
Y gracias por recordarme este cuento de Benedetti!

Anónimo dijo...

Qué bonito: la poesía como música, juego, ensoñación... envolviendo la vida de los mas pequeños, desde pequeños... ¡cuesta tan poco y es tan grato!
Juan, lo cuentas muy bien y tienen buena suerte tus alumnas...
Memes

Pablo Alcázar dijo...

Tanto gentil e tanto onesta pare
la donna mia quand'ella altrui saluta,/
ch'ogne lingua deven tremando muta,
e li occhi no l'ardiscon di guardare.

Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente d'umilta' vestuta;
e par che sia una cosa venuta
da cielo in terra a miracol mostrare...

Dante

discreto lector dijo...

Profe, estoy convencido de que son los profesores que anteponen el sentimiento al entendimiento de la poesía los que la salvan a diario de los artificios del academicismo. Compruebo constantemente que los alumnos que declaran amarla y leerla han tenido en algún momento de su escolaridad un profesor que les leía en voz alta, que se emocionaba leyendo, que se interesaba por sus sentimientos, que les incitaba a pensar antes que a diseccionar...

Peru, creo que me has escuchado decir en alguna ocasión que inevitablemente exponer supone exponerse. Cuando uno habla sin fingimientos de sus tareas como profesor resulta difícil no mostrarse abrumado e incapaz. Sobre todo, cuando uno observa las oportunidades perdidas, la difícil reparación de los errores.

Memes, no creo que mis alumnos tengan más suerte conmigo que los tuyos contigo. Estoy seguro de que te recuerdan con un semejante afecto, sobre todo porque los expusiste a la poesía cuando estaban aprendiendo a mirar y a nombrar las cosas.

Pablo, agradezco que hagas comparecer a Dante en esta conversación y quede aquí como recordatorio de que la poesía, aún la más antigua, espera la atención renovada de los jóvenes actuales. Mirar la poesía con el mismo arrobamiento con que Dante miraba a su dama: he ahí un buen programa de educación literaria.

Rose dijo...

¡Hola!
Creo que tengo que incluírme entre las personas que aprendieron a ser ginecólogas... La verdad es que siempre me ha costado que me llegue la poesía. Quizá por eso ahora intento facilitársela todo lo que puedo a mis hijos, y descubro (¿sorprendida?) que les encanta. Y descubro, ¡sorprendida! que disfruto muchísimo leyéndoles poesía. Estas navidades les regalé varios libros de poemas, entre ellos "Versos para leer con paraguas" de Aldo Méndez, que nos tiene fascinados. Me parece una delicia, y lo releo (sóla) a menudo. Quizá tengas razón, quizá no sea tarde... Y desde luego en lo que creo tienes toda la razón es en que se debe intentar fomentar el gusto por la poesía desde la infancia, cosa que a veces puede resultar difícil, porque la oferta es menor que en narrativa. Hace unos días, en una gran cadena de libros y discos, pasé un buen rato ojeando libros intanfiles. Estaban bastante bien clasificados: "cuentos clásicos", "cuentos de autor", "problemas infantiles", "sentimientos", "primeras lecturas", pero... faltaba "poesía". Esa misma tarde se lo comentaba a una mujer que regenta una pequeña librería en el Casco Viejo de Bilbao. Madre de dos niños pequeños, se nota en los fantásticos libros infantiles que vende que sus intereses no son sólo comerciales. Y me decía que ella también tiene muy poca poesía en su librería, pero "eso sí que es algo que casi nunca me piden". No sé, quizá sea la pescadilla que se muerde la cola...
Como siempre, un placer leerte...

discreto lector dijo...

Rose, haces un retrato perfecto de la situación. Los comentarios sobre tu relación lectora con tus hijos me resultan siempre admirables. Debes saber que aludo a ellos en mis clases. No debe sorprenderte el gusto de los niños por la poesía. Para ellos es una experiencia fascinante explorar los laberintos fonéticos de la propia lengua y descubrir cómo en esas caprichosas combinaciones aparecen significados asombrosos. Establecer vínculos entre silla y maravilla y Sevilla gracias a la rima es un ejercicio de creatividad pero también de estímulo de la fantasía. Eso es lo que aprecian sobre todo los niños. Pero esa actitud tan amorosa de leer a los hijos poesía es muy infrecuente, por lo tanto no abundan los libros en las estanterías ni de las librerías ni de las bibliotecas, con lo que la pesadilla, quiero decir la pescadilla, no deja de morderse la cola (¿podría una pesadilla morderse la cola?, ¿el que fue a la pescadilla perdió su silla?, ¿la lluvia en Sevilla es una maravilla o una pesadilla?). En definitiva, gracias.

Rose dijo...

Juan, me emociona que menciones esos comentarios en tus clases. No sabes cuanto.
Tienes razón en que el explorar la propia lengua debe ser emocionante y divertido para un niño... Hace un tiempo, en los paseos de ida y vuelta a las clases de natación de Rn., hemos comenzado a hacer pequeñas rimas, que siempre comienzan igual: "¿Te cuento el cuento de la cereza? No, porque me da pereza". "¿Te cuento el cuento de la ciruela? No, que me lo cuente la abuela". Y estoy sorprendida, porque en pocos días, Rn. ha comenzado a hacer rimas verdaderamente buenas. Al principio era muy gracioso, porque en su intento de buscar la rima adecuada, muchas veces se inventaba palabras. Ahora, a veces, la rima no tiene mucho sentido, pero las carcajadas valen su peso en oro.
Y no me había parado a pensarlo, pero creo que en nuestra biblioteca tampoco abunda demasiado la poesía. Al menos, no demasiado "a la vista".
La lluvia, en Sevilla, es una maravilla, pero en Bilbao, a veces, es una pesadilla...
Buen viernes (aquí, ahora, soleado).

discreto lector dijo...

Rose, como verás, me 'obligas' a contar estas cosas en clase. ¿Cómo voy a desperdiciar ese magnífico testimonio que aportas? En ese diálogo madre-hijo, con la poesía como excusa, se condensa la idea de lo que significa introducir a los niños en el lenguaje poético. Nada más hay que añadir, salvo mi felicitación más sincera.

Este año, también en el sur, y especialmente en la zona de Cádiz y Sevilla, la lluvia ha sido una pesadilla.

Rocío dijo...

Me encanta Benedetti!
Un saludo de una filóloga :)

discreto lector dijo...

Safo, me encanta tu comentario y tu amor, que comparto, por Benedetti. Espero que tu carrera dé muchos y buenos frutos.