Me ha parecido conveniente utilizar esta vía para agradecer y responder a los comentarios que ha suscitado mi anterior entrada, 'Escritura violada'.
Comenzaré dando cuenta del porqué de mi enojo y mi protesta.
Creo no ser el único que con frecuencia y sin que medie petición por mi parte recibo mensajes electrónicos que tratan de demostrar el estado deplorable de la educación en España, la degradación de los contenidos de las distintas asignaturas y, sobre todo, la innegable incuria intelectual de los alumnos actuales. Mensajes a los que se adjuntan muy diversos archivos, desde artículos de prensa (¡cuántas vueltas habrá dado el, por lo demás, tópico, faltón e insustancial artículo de Arturo Pérez Reverte!) a exámenes de alumnos con variados disparates o documentos probatorios de la degradación moral de los jóvenes actuales. La carta de amor de la adolescente a la que hacía referencia en la anterior entrada es el último de esos episodios.
Supongo que no soy el único que se ha dado cuenta de que, con el consentimiento o la colaboración inconsciente de muchos profesores, esos mensajes continuamente replicados persiguen un único y venenoso objetivo: desacreditar la educación pública. Puedo imaginar los murmullos de protesta de muchos colegas al leer esto, pero, lamentablemente, no hay en este asunto mucho que debatir. Casi el cien por cien de los mensajes que recorren la Red a este respecto se dedican a denostar a los alumnos por lo mal que escriben, el desinterés que muestran, el abotargamiento de sus mentes. Igual, por lo demás, que se hacía ya hace cuatro mil años. Pero una de dos: o los alumnos actuales son víctimas de una pandemia vírica que los ha dejado inermes y alelados para siempre o su ineptitud es consecuencia de la incapacidad de padres y profesores para instruirlos como corresponde. Porque no es posible que los alumnos actuales sean en su conjunto una calamidad. Más bien al contrario (me atrevo al respecto recomendar la lectura del número de septiembre de 'Cuadernos de Pedagogía' acerca del nivel educativo en España). Lo paradójico y lo lacerante es que los encargados de solucionar las deficiencias sean quienes se entretengan en propagarlas. ¿No sería más justo y más razonable reflexionar sobre ellas en vez de mofarnos y desentendernos? ¿Qué ganamos mostrando sarcásticamente lo evidente, es decir, que hay alumnos con graves problemas de ortografía, que confunden la pintura neolítica con el cubismo o creen que los quebrados son números que se han roto? ¿Acaso no nos damos cuenta de que con su amplificación estamos celebrando nuestro propio fracaso?
¿Y por qué creo que esto es un ataque a la educación pública? Pues porque todos los documentos y chascarrillos que 'prueban' las dañinas secuelas de la Logse, el descenso de calidad de la enseñanza, la ignorancia supina de los alumnos, la pérdida de valores, etcétera, proceden, sospechosamente, de los centros públicos. ¿Conocen ustedes algún testimonio proveniente de centros privados o, incluso, concertados? Yo no, la verdad. El caso de la autora de la carta que sirve de excusa a estas reflexiones es paradigmático. ¿Dónde creen que está estudiando esa chica? Pues sí, en un centro público. No hace falta ser un lince para darse cuenta. ¿Y cómo lo afrontamos entonces? ¿Nos escandalizamos? ¿Lo lamentamos? ¿Lo remediamos? ¿O humillamos a la autora? Por lo que he observado, muchos colegas han optado por esta última solución.
A mi juicio, el mero hecho de difundir esa carta es un síntoma de negligencia e hipocresía. No sé muy bien qué se pretende demostrar. Casos como el de esa alumna (sí, sí, alumna, no lo olvidemos) hay miles y los ha habido a miles en nuestra historia reciente y, desde luego, durante los años de la dictadura. ¿Ya se nos ha olvidado? ¿Por qué nos empeñamos en ignorar la realidad? ¿Por qué nos negamos a aceptar que la apuesta por la equidad y la inclusión social tiene estas consecuencias? ¿Qué queremos transmitir públicamente con nuestro escándalo: que la Logse, que dio cabida en las aulas a todos los jóvenes sin discriminación, las ha llenado de gente ignorante y zafia? Porque no nos engañemos: la mayoría de los archivos que circulan por la Red no pretenden suscitar la reflexión sino dar motivos para la burla.
Lo cierto es que todavía no he recibido un solo archivo en el que se dé cuenta de los éxitos, los esfuerzos o los compromisos de tantísimos profesores que están haciendo su trabajo con talento, coraje y sensibilidad. ¿Ustedes conocen algún archivo de esa categoríar? Yo, desafortunadamente, no. ¿Y acaso no habría mil motivos para el aplauso y la complacencia?
Y finalmente está la cuestión de la intimidad, sobre la que los comentarios han insistido una y otra vez. No entro a valorar los usos que puedan hacerse del documento al que venimos refiriéndonos. Hay, desde luego, usos perversos y usos aleccionadores. Sin embargo, el asunto de fondo es el origen ilegítimo del mismo. Si, como parece, alguien, un adulto o un profesor, ha interceptado un mensaje privado y lo ha hecho público sin permiso está cometiendo una deslealtad y una afrenta. No tenemos derecho a hurtar y luego propagar, con intenciones generalmente vejatorias, un texto absolutamente íntimo, inviolable. Y me ahorro poner ejemplos que escandalizarían a los adultos si alguien osara usar sin su autorización, incluso con fines bienintencionados, un documento personal. ¿Por qué entonces lo admitimos cuando afecta a los adolescentes? Me constan discusiones en los centros escolares cuando algún profesor muestra como un trofeo valioso una hoja manuscrita que ha logrado capturar furtivamente en un aula o un pasillo. Por fortuna, muchos profesores se sienten ofendidos por los chistes y los sarcasmos de sus compañeros a propósito de los pensamientos y expresiones de los alumnos. Denunciar esa actitud, se manifieste en una sala de profesores o en la Red, era otro de los propósitos de mi anterior entrada. Quería destacar también que esa chica merecía algo más de consideración por parte de quienes han sido delegados por la sociedad para educar e instruir.
Postdata. Releo el texto y me doy cuenta de que está impregnado por el estado de ánimo en el que me encuentro, nada sosegado. Acaba de comenzar el curso escolar y ya estoy envuelto en discusiones acerca de la patológica ignorancia de los alumnos actuales. Y me cansa. Publico esta entrada unos minutos después de acabar una clase que ha sido, para mí y mis alumnos, profundamente intensa y gratificante. Y que nadie piense que en las aulas donde doy clases hay alumnos con brillantes expedientes escolares. No, nunca ha sucedido. Sin embargo, lo que algunos de ellos han demostrado hoy es que son capaces, que son sensibles, que son talentosos. A los ojos de otros profesores probablemente estarían incluidos en el ancho grupo de los mediocres. Pero... Y he observado que tienen faltas de ortografía y no se expresan del todo bien, pero voy a tratar de remediarlo. Disculpen, por tanto, el tono de mis palabras.
6 de octubre de 2009
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12 comentarios:
Completamente de acuerdo. Soy profesora y no me gustan nada los "cenizos" que se ven a veces en la profesión, los que/las que están de vuelta sin haber llegado a ninguna parte.
Carmen Solans
Estimado Juan, muchas veces he notado que en las salas de profesores todos sentimos la necesidad de catarsis y así fluyen las innumerables anécdotas acerca de la incapacidad de los chicos; y pocas veces nos queda espacio para compartir la alegría cuando alguno se aventuró a leer en voz alta, otro te trajo una poesía para que la leas a solas o simplemente te despidió con un beso.
Es una tarea muy difícil la nuestra; en cada alumno hay historias durísimas la mayoría de las veces, de manera que cada día tenemos de qué o de quién preocuparnos. Y somos parte de un engranaje que no siempre produce lo mejor.
En sus comentarios, reseñas, informaciones, siempre se evidencia un ser humano bueno, y a veces hasta diría sabio. Comparto su lectura con mi esposo, mis hijos, mis alumnos y en esta ocasión, especialmente, resaltan sus virtudes.
Hay que alegrarse y animarse, ¡que siempre hay motivos! Mi clase, con tres repetidores, el mayor con 14 años está empezando a funcionar. Hoy hemos tenido unos veinte minutos de reparadora lectura voluntaria, silenciosa y a la carta.
¡Creo que es mucho!
Hola.
He llegado a este blog tecleando tu nombre en google, admirada por un artículo encontrado en CLIJ de 2006. Se titula "Gritos, vejaciones, perdón", y analizabas los álbumes "Juul" y "Madrechillona" de una manera que me ha parecido tan maravillosa, que no he podido contener las lágrimas. Y aquí me he encontrado con estos dos últimos artículos sobre escritura violada, y mi admiración no para de crecer.
Tengo que volver con mas tiempo, para poder leer entradas anteriores, porque creo que por aquí puedo seguir aprendiendo mucho, mucho...
Saludos.
Exacto:
"Todos los documentos y chascarrillos que 'prueban' las dañinas secuelas de la Logse, el descenso de calidad de la enseñanza, la ignorancia supina de los alumnos, la pérdida de valores, etcétera, proceden, sospechosamente, de los centros públicos".
Había que decirlo. Muchas gracias.
Un abrazo y ánimo
Carmen, suscribo en su integridad tu razonamiento y tu sentimiento. Sin ocultar los momentos de descorazonamiento y duda, es preciso proclamar las virtudes y el coraje de los buenos profesores, que son muchos y muy capaces. Sin conocerte, me atrevo a afirmar que te encuentras entre ellos. Gracias.
Mic, cuánta generosidad destilan tus palabras. Me abruman y me intimidan. Pero pienso que los méritos siempre están en la mirada de quien juzga y no tanto del destinatario. Gracias. Y pienso también que esos minúsculos gestos de los que hablas son, de veras, los que dan sentido a nuestra profesión. Estoy seguro de que los provocas a diario.
Mateo, creo no equivocarme si afirmo que con esos constantes 'veinte minutos' de plenitud está plenamente justificado nuestro trabajo. Es ésa nuestra mayor contribución a la formación de los alumnos. Pero con qué frecuencia se nos olvida. Viene bien recordarlo de cuando en cuando. Gracias.
Rose, cuánta alegría me producen tus palabras. Ése artículo de CLIJ, que provocó tus suaves lágrimas, fue el primero de una serie que escribí para la revista tratando de establecer paralelismos entre los temas de la literatura infantil y juvenil y los de la literatura de adultos. Ahora me alegro más que nunca de haberlos escrito, sabiendo que te han conducido hasta aquí. Sé bienvenida. Y gracias.
José Antonio, la coincidencia en del análisis me llena de gozo. Creo que nos duele especialmente el descrédito permanente de la enseñanza pública, una de las instituciones básicas de nuestra democracia, una de las que ha impulsado con más ahínco el actual bienestar del país y está haciendo posible nuestro progreso cultural, económico y científico. Debemos ser incansables en su defensa. ¡Nos jugamos tanto! Gracias por tus palabras.
Te leo Juan y lo único que pienso es "que pena que vivo tan lejos y este hombre no puede ser profesor de mis hijos".
Un maestro, me parece, es aquel que muestra un camino al otro. De entrada, se supone que quien estudia, no lo conoce (a eso va...a aprender) y el que educa puede elegir ver los obstáculos o ver las posibilidades. Te felicito por ser de los que deciden poner su atención en lo segundo.
Un abrazo,
Ale.
Qué pena, Ale, que vivo tan lejos y no puedo ser profesor de tus hijos. Aunque sólo fuesen la mitad de generosos y atentos que su madre ya serían magníficos alumnos. Por lo demás, creo que describes muy bien la esencia de un profesor.
Juan, respeto profundamente tu blog y respeto muchisimo mas tu opinion, en el lado que te posicionasy en el lado en el que no te posicionas, tambien ...
Mi humilde opinion sin personalizar en mi o en ti ... Es que estoy totalmente en desacuardo punto por punto, letra tras letra, signo tras signo de este articulo.
Con él, solo consigues que en mi despierten muchos mas interrogantes, mas lagunas y mayores metros de cuerda sin atar...
Para contestarte necesito un blog entero, pero no puede ser.
Ps. Lo maravilloso de estar en desacuerdo, es poder aprender unos de otros.
Saludos Juan desde un punto de opinion lejanisimo al tuyo!!
:):)
Fete, entre tanta concordancia, un desacuerdo otorga a las opiniones un carácter más verosímil. Y de la misma manera que te he agradecido siempre los comentarios favorables te agradezco ahora tu disentimiento. Lo que lamento es que las limitaciones de espacio no permitan explicaciones más extensas. Me quedo con las ganas de conocer tus argumentos. Me interesan viniendo de una persona como tú. Si no ahora, en algún otro momento espero poder atenderlas. Me siento agradecido incluso en el desacuerdo.
Olé Juan, super interesante las dos entradas. Estoy de acuerdo contigo y me alivian tus palabras al final... Ojála sepa siempre ver el lado positivo de las cosas como tú sabes hacerlo!!
Oye estaré en Granada del 28 oct al 3 nov, espero que nos podamos ver!
Saludos!
Gracias, Peru, por tus palabras. Sé que esta sintonía intelectual nace de un mismo sentimiento de consideración hacia la infancia. Me siento feliz por compartir contigo algunas esperanzas.
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