
No es que encontremos en la literatura verdades universales ni reglas generales, como tampoco ejemplos incuestionables. [...] La literatura, al ejemplificar la excepción, procura un conocimiento diferente del conocimiento erudito, pero se muestra más capaz que éste a la hora de esclarecer los comportamientos y las motivaciones humanas. La literatura piensa, pero no como la ciencia o la filosofía. Su pensamiento es heurístico (no deja nunca de investigar), no algorítmico: procede a tientas, sin cálculo, por intuición, guiándose por el olfato. [...]
La literatura nos enseña a sentir mejor, y como nuestros sentidos no tienen límites, no concluye jamás, sino que permanece abierta -como un ensayo de Montaigne- después de habernos hecho ver, respirar o tocar las incertidumbres y las indecisiones, las complicaciones y las paradojas que se esconden detrás de las acciones, meandros en los cuales los discursos del conocimiento se pierden. [...]
Existe, por tanto, un pensamiento de la literatura. La literatura es un ejercicio de pensamiento; la lectura, una experiencia de las posibilidades. Nada me ha hecho nunca percibir mejor la angustia de la culpa que las apasionadas páginas de Crimen y castigo en que Raskolnikov reflexiona sobre un crimen que en realidad no ha tenido lugar, y que cada uno de nosotros ha cometido. Incluso cuando la novela moderna -en Proust o en Musil- incorpora el ensayo, y las situaciones son razonadas al mismo tiempo que son relatadas, no ilustra un sistema, sino que inventa una reflexión indisociable de la ficción, apuntando menos a enunciar verdades que a inmiscuir en nuestras certidumbres la duda, la ambigüedad y la interrogación. 'La omnipresencia del pensamiento -concluye Kundera- no le ha quitado a la novela su carácter de novela; ha enriquecido su forma y ampliado inmensamente el terreno de lo que sólo puede descubrir y decir la novela'.
Así es como una novela nos cambia la vida sin que haya razón aparente para ello, sin que el efecto de la lectura pueda ser comparado con la enunciación de laguna verdad. No es tal o cual frase de Proust la que me ha hecho convertirme en lo que soy, sino toda la lectura de la Recherche, después de la de Rojo y Negro y la de Crimen y castigo, porque la Recherche refundió todos los libros que yo había leído hasta entonces. "¡Llega a ser el que eres!", me susurra la literatura, según el mandamiento de la Segunda Píitica de Píndaro, retomada por Nietzsche en Así habló Zaratustra".