Cuando escucho a tantos y tantos deplorar la escasa calidad de los libros que ahora leen los jóvenes siempre me planteo la misma duda: ¿qué autores leerían en su adolescencia esos que lamentan ahora las mediocres lecturas juveniles? ¿Homero? ¿Horacio? ¿Shakespeare? ¿Lope de Vega? ¿Sor Juana Inés de la Cruz? Me da por pensar que en la mayoría de esas opiniones desdeñosas subyace tanta hipocresía como desmemoria. No niego que algunos lectores quejosos fuesen lectores asiduos de Cervantes y Shelley, pero estoy seguro de que la mayoría tuvo que leer algunos libros menores, incluso francamente malos.
Ese fue mi caso.
Leí en su día los libros que las modas imponían, los que comúnmente se leían, los que aconsejaban los profesores de entonces. Fui un perfecto representante de mi tiempo. Faltaban años para concretar mis gustos, para decidir las lecturas por mí mismo, de modo que en mi adolescencia fui un lector voraz de libros que, juzgados ahora, me parecen vulgares, tendenciosos, rebosantes de moralina, impostores.
He aquí algunos de ellos, que atesoro como vestigios descuadernados de mi pasado lector.
Quienes conozcan esas novelas sabrán que no las adorna precisamente la calidad literaria y que no soportarían una comparación con muchas de las novelas contemporáneas escritas para jóvenes. Eso no impidió que entonces las leyéramos con verdadera fruición. Y sobrevivimos. Algunos incluso tuvimos la oportunidad y la dicha de descubrir posteriormente la gran literatura. Por eso sonrío con cierto pesar cuando escucho las quejas de los puristas de hoy acerca de los malos libros que leen los jóvenes.
10 comentarios:
Yo también leí, devoré, El diario de Daniel y La vida sale al encuentro. Desgraciadamente no conservo los ejemplares.
Yo también estoy seguro que la mayoría de los que ahora pontifican en contra del manga, de Harry Potter, de Crepúsculo y de todas las lecturas de los jóvenes, no leyeron a los clásicos cuando eran adolescentes.
Como no podía ser de otra manera, yo también leí los mismos libros. Me ha gustado ver sus portadas otra vez. Y otros mucho antes Mujercitas y su saga, Heidi y el siguiente, Entre las lilas... Y luego de jovencita todo Martín Vigil y algún otro "Las siete vidas del doctor Cucalón", "Una casa con goteras" (Santiago Lorén)... ¡Y cuanto placer en el derramarse los sentimientos adolescentes! La moralina nunca me afectó y aquí sigo, mas bien contestataria y devoradora compulsiva de libros. Y también me siguen encantando los libros "denostados" de ahora: "Los juegos del hambre", todo Harry Potter y otros muchos...¡que no nos falten los libros, buenos, malos y regulares...¡ ¡que nuestros hijos lean libremente!y nosotros también. Besos
¡Dios mío! ¡Qué atrocidades puede uno haber llegado a leer! Pero estoy muy de acuerdo con el Discreto Lector: no nos pasó (casi) nada...
El que leí fué Edad Prohíbida, y sólo recuerdo que lo leí, vamos que no me acuerdo de nada más. Todos hemos leído bodríos, incluso más mayorcitos. Pero cogimos el hábito de la lectura, que ya es mucho. Un saludo.
Estos son las palabras que en mis momentos de dudas me hacen seguir adelante, con una vida lectora.
Mi niñez lectora tiene mucho que ver con los libros que aparecen en esta entrada. Mi primeras lecturas en los 90 chilenos tenían como ofertas estos libros que como señalas tú en estos tiempos son vapuleados.
La edad prohibida es un excelente libro
Cuando estudiaba en la facultad y algún profesor se horrorizaba porque no habíamos leído ciertas obras, yo decía, bueno cuando yo tenga su edad también las habré leído. Y la vida me ha dado la razón.
Por otra parte no todos los clásicos tienen que gustarnos obligatoriamente. De todas maneras cuando mis chicos se entusiasman con algunos autores, yo me decepciono; pero no los desaliento aunque sí les digo que no comparto la elección.
Después de leer Heidi comencé a a describir los cielos en mis redacciones de la escuela
Anteayer, la madre de un compañero de clase de mi hijo, me enseñaba un libro que su hijo mayor, de once años, estaba leyendo. Era de Geronimo Stilton, y tenía varios tipos de letra, en varios colores, y hasta olor en algunas páginas, y ella me dijo "¿A tí te parece que ésto que hacen ahora es leer?". Y yo le contesté que, si con esos libros se enganchan a la lectura, bienvenidos sean... precisamente porque yo también recuerdo perfectamente qué libros me engancharon cuando era niña. Leía y releía y volvía a releer cualquier cosa de Enid Blyton, y conservo aún completas, y estropeadísimas por el uso, las colecciones completas de Torres de Malory, Las mellizas en Santa Clara, y la traviesa Elizabeth. También me encantaba la serie Puck, de Lisbeth Werner. Y muchísimos tebeos de Mortadelo y Filemón, y de Zipi y Zape. Ah, y novelas de vaqueros, muchísimas, creo que siempre había alguna de Marcial Lafuente Estefanía por casa. A mi madre le encantaban. Uno de mis recuerdos más antiguos es como bajaba a la tienda de chucherías del barrio, donde la señora que la regentaba, Nicolasa (La Nico para todos los niños), por un duro te prestaba tres novelas. Yo iba con las tres novelas ya leidas y un duro, y volvía a casa con otras tres...En cambio, recuerdo haber leído El Principito, que fué un libro que no me dijo nada. Una nueva lectura, ya de adulta, cambió totalmente mi visión.
Bienvenido sea cualquier libro que consiga enganchar a los niños a la lectura.
P.D.: Juan, hace tiempo que no comento en tu blog por auténtica falta de tiempo, pero te leo siempre que puedo. Siempre consigues reafirmarme en mi convicción de que la lectura es algo tan necesario para mis hijos como el comer y el jugar...
Dar, el diario de Ana María, fue uno de los libros que nos leyeron en el colegio, a última hora de la tarde, cada día una hora. En el colegio nos leían y nos hacían leer y creo que los maestros supieron elegir bastante bien nuestras lecturas, porque no recuerdo esa actividad como algo ominoso en absoluto, al contrario.
Aprovecho mi paso por aquí para dejar un saludo. Éste es mi primer comentario en este blog que vengo leyendo desde hace tiempo y me ha aportado algunas buenas ideas para futuras lecturas. A partir de ahora me asomaré de vez en cuando por aquí.
Besos.
Evaristo, coincido plenamente con tu apreciación. Hay mucha simulación en las críticas a las lecturas adolescentes de hoy. La realidad, antes y ahora, es menos lírica de lo que se defiende.
Estrella, sería muy interesante elaborar una lista con las lecturas adolescentes de los lectores adultos de hoy. Nos llevaríamos grandes sorpresas. Nuestras biografías lectoras están repletas de libros nada canónicos.
José Antonio, creo que no ocurrió (casi) nada irremediable. Nada al menos que no pudiéramos enmendar. A la vista está.
Nieves, a menudo pesa sobre la lectura una consideración moral no muy alejada de la noción de pecado. Pudiera parecer que el leer libros de escasa calidad literaria supone una caída, la violación de algún precepto sagrado. Nada más libre y arbitrario, sin embargo, que la lectura.
Leox, el testimonio de una persona joven como tú demuestra que los prejuicios siguen vigentes y que las historias se repiten. Lo importante es la voluntad de seguir leyendo y de desarrollar criterios personales. Son inagotables los libros excelentes que nos aguardan. Que cada cual elija libremente los suyos.
Mic, creo que actúas con mucha sensatez con tus alumnos. Nuestra decepción no deben entenderla nunca como un reproche. Siempre será preferible sumarles libros a sus lecturas que afearles sus elecciones. En una vida caben muchísimos libros.
Rose, tus testimonios son siempre luminosos. No hace falta añadir nada a tus palabras. Respuestas como la tuya deberían ser las que escucharan siempre quienes están continuamente lamentando lo decadencia de la lectura. Se olvida con demasiada frecuencia lo que fuimos y cómo lo que fuimos nos ha hecho ser lo que somos. Y, por favor, no te disculpes. Nadie debe sentirse obligado a nada con respecto a este blog. Yo me siento más libre escribiendo si sé que los lectores actúan con entera libertad.
Fátima, gracias por aportar tu testimonio. Como siempre, me siento particularmente recompensado cuando sé que algo de lo que digo orienta o ayuda a otra persona. Y no te sientas obligada a escribir un comentario, aunque debes saber que me alegra mucho que lo hagas.
Publicar un comentario