Siempre que leo un libro de Juan Domingo Argüelles tengo la sensación de estar leyendo pensamientos muy íntimos, ideas que estaban en mí como un embrión a la espera de palabras para manifestarse y que de pronto las encuentro perfectamente formuladas en sus libros. Más que de encuentro debería hablar en realidad de reencuentro, porque al leerlas tengo siempre la impresión de que ya las conozco. O mejor dicho: en ellas me reconozco. La serenidad, la cordura, la pasión, la ecuanimidad, el respeto... con que Juan Domingo Argüelles habla de los libros me resultan especialmente gratos.
Y como no conozco mejor manera de recomendar la lectura de un libro que hacerlo hablar, reproduzco a continuación algunas reflexiones contenidas en La letra muerta. Tres diálogos virtuales sobre la realidad de leer. Tengo la esperanza de que les inviten a leerlo.
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Pienso que son necesarios el diálogo y el debate cordial sobre un tema que se da por sabido, sobre aspectos del libro y la lectura que también se dan por hechos, y sobre cuestiones de estadísticas y de índices de lectura que aportan muy poco a la comprensión de por qué unos leemos y otros no, y por qué los denominados "no lectores" sólo lo son en el sentido de no leer libros canónicos o autorizados, pero que sí tienen, indudablemente, experiencias de lectura que no respetamos porque nos parecen deleznables.
Todos los que leemos podemos decir y acuñar frases muy efectistas sobre la nobleza del libro y la lectura, sabiendo perfectamente que nadie las discutirá. Son lugares comunes que se oyen muy bien y nos dan una aureola de seres inteligentes y sensibles a quienes importa mucho el pasado, el presente y el futuro de la cultura impresa. Sin embargo, con no poca frecuencia, de esas frases derivamos conceptos excluyentes y soberbios porque estamos, a un tiempo, autosatisfechos como lectores y resentidos porque los demás no son como nosotros.
Es obvio que siempre será más fácil emitir y formular estos pensamientos sobre la nobleza del libro y la lectura, que conseguir que los demás entiendan el porqué de la lectura de libros y nos emulen en nuestra pasión. Por eso, son muchos los lectores y promotores que se desesperan y se exasperan y comienzan a emitir, junto a sus discursos sobre la nobleza de la lectura, otros que consideran complementarios, de carácter agresivo y despectivo acerca de los que no leen: "burros" es lo menos que les dicen.
Éstas son las concepciones que me parecen moral e intelectualmente indecentes e inaceptables; de ahí mi propuesta de un verdadero diálogo, es decir donde realmente nos escuchemos, para debatir esas cosas "positivas" que siempre damos por sentadas. A mi juicio, es importante que una satisfacción íntima no nos conduzca a un fanatismo despreciativo hacia quienes no tienen las mismas satisfacciones que nosotros los lectores.
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Entiendo el placer de la lectura como algo que puedo hacer cuando yo quiera y en donde se me antoje, y suspenderlo en el momento que desee. Los hábitos generalmente no admiten interrupciones ni posposición. Por algo son hábitos. En cambio las aficiones son otra cosa. Podemos jugar futbol hoy y la próxima semana no, porque en lugar de jugar futbol se nos antojó ir al cine o salir a dar un paseo. Es así como entiendo la afición por la lectura. Leer cuando se nos pegue la gana y suspender la lectura cuando se nos antoje.
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No nos engañemos: así como los confesionarios de las iglesias pueden estar llenos de analfabetos y no lectores, o de lectores únicamente de la Biblia y la doctrina religiosa, así las clínicas psiquiátricas y los consultorios de psicoterapia están llenos de escritores y de lectores. A estos últimos, leer libros (y aun escribirlos) no les ha conferido toda la felicidad. En el caso de los primeros, el hecho de no leer tampoco los ha hecho felices, pero es que los libros, por sí mismos, no sirven para esto: ni prometen ni garantizan la felicidad, del mismo modo que la vida sin libros y sin lectura, tampoco nos vaticina ni nos asegura la infelicidad. El destino de la vida no depende sobre todo de los libros, como nos quieren hacer creer los libroadictos militantes ensombrecidos por el resentimiento.
Sensatamente, no deberíamos hacer del precioso placer de la lectura, nuestra fuente inagotable de resentimiento. Es probable que los fundamentalistas de la lectura me reprochen la siguiente expresión provocativa formulada en forma de pregunta: ¿Qué nos importa, o por qué nos importa tanto, que si después de poner todo nuestro empeño o nuestro oficio profesional en tratar de "formar" lectores, constatamos que hay muchas personas a las que no les interesa en absoluto la lectura de libros como una acendrada costumbre y a veces ni siquiera como un pasatiempo ocasional?
Es una pregunta políticamente incorrecta, porque formulada así, con sinceridad, da la impresión de que no nos importa el bien del género humano. Pero, en realidad, lo que molesta (lo he comprobado) tanto en la pregunta como en el móvil de la pregunta, no es tanto el bien del género humano sino nuestro personal fracaso. Si no fuese así, ¿por qué nos lo reprochamos y se lo reprochamos a los demás? Si, después de todo, la gente no quiere leer, allá ella. Nosotros ya hicimos nuestro esfuerzo, en el mejor de los casos, gentil. Y si no tuvimos éxito es porque equivocamos la estrategia o porque no todo el mundo desea ser lector de libros, y su derecho le asiste.
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5 de marzo de 2010
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7 comentarios:
Hola Juan. Las reflexiones que nos acercas son muy sensatas y honestas. A los que nos gusta leer y, mas aun, ayudar a que los demas aprendan a disfrutar con la lectura, nos cuesta reconocer que pueda haber alguien que no este interesado en ella. El respeto es siempre necesario.
(Perdon por los acentos, no me funcionan)
Otro más a mi plan infinito. A veces me asombra la coincidencia entre tus entradas y temas sobre los que he hablado o pensado poco antes.
Sobre esto de las "buenas" y las "malas" lecturas y los "lectores" _por supuesto, buenos, que son los que leen las obras buenas -consideradas prestigiosas o de calidad- discutí hace poco.
Y sobre ello habla C.S. Lewis en La Experiencia de leer (lo releí hace poco y lo disfruté un montón).
Me estoy enrollando demasiado, así que mejor me despido.
Chose, Lammermoor, como me importa tanto lo que decís, me he decidido a responderos con una entrada nueva. Gracias por vuestras palabras, que me ayudan a pensar y a escribir.
la humanidad tiende siempre hacia separar...seguramente porque somos muy cabezones y creemos que "sabemos" lo que es mejor y conviene más.
Incluso entre los lectores, después hay quienes se consideran cultos y miran con desdén a quien lee otro tipo de literatura diferente a la suya.
Los libros son importantes, porque contienen ideas. Pero se necestia apertura de mente, flexibilidad, empatía para que sea realmente provechosa la lectura como formación, y no como mera distracción (aunque esto también tiene sus efectos muy terapeúticos)
Muy buena entrada Juan ¡me lo apunto yo también en mi plan infinito!
un beso,
Ale.
Juan,somos un grupo de 4º de diversificación del IES ALBARIZA. Hemos visitado tu blog,y hemos seleccionado una entrada: "A vueltas con la lectura" (es la que nos ha indicado nuestro profesor).
Después de leer el texto,que nos ha costado trabajo,hemos pensado que tiene razón,porque, que a una persona le guste leer no tiene porque obligar a los demás.Sin embargo,también creemos que la animación a la lectura que desde pequeños nos han inculcado,nos ha ayudado a disfrutar con algunos libros.Si tenemos ocasión,mañana podremos comentar el plan lector que tenemos en nuestro instituto.
UN SALUDO
4ºDE DIVERSIFICACIÓN DEL IES ALBARIZA.MENGÍBAR
Ale, poco más tengo que añadir a tu certera reflexión. También pienso que los libros no dejan escapar ideas o emocionas con sólo abrirlos, como si fuesen un frasco de perfume, sino que es la actitud y la voluntad de los lectores las que permiten elaborar ideas y emociones al leer. Esa decisión, sin embargo, no nos otorga ningún rasgo de superioridad.
Estimados alumnos del IES Albariza:
Gracias por escribir en el blog unas reflexiones tan atinadas. Planteáis una cuestión muy importante, que nos afecta mucho a los profesores. Porque es muy difícil encontrar el equilibrio entre la libertad de cada cual para leer o no leer y la necesidad académica de inculcar el conocimiento que está en los libros. ¿Cómo resolver ese reto? Pues de esa cuestión me gustaría hablar con vosotros en la visita que haré a vuestro centro. Y, por supuesto, estaré encantado de escuchar lo que hacéis con vuestro plan lector.
Os agradezco de nuevo vuestras palabras, que considero una afectuosa bienvenida a vuestro centro.
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