23 de mayo de 2009

Otros niños

La maestra, Mercedes, me escribe lo siguiente:

Juan, te mando algunas fotocopias de la 'lista de libros' y ' críticas literarias' que me dijiste que te habían gustado.

Gracias. Las sensaciones que sintieron el día que viniste y hoy cuando se han visto nombrados en tu blog, y Fernanda ha visto su dibujo, son tan diferentes a las que su entorno proyecta constantemente sobre ellos que creo que se sintieron, en palabras de Ángel González, limpios, inteligentes, sencillos, tiernos y buenos. Así debe ser, si esto tiene algún sentido. Son felices, están aislados de la brutalidad por unas horas y espero que aprendan a defenderse de ella. Gracias por tu ayuda.

Mercedes hace alusión a una visita reciente a una clase de 1º de Primaria del colegio Juan Ramón Jiménez, en Granada. Para mí fue una experiencia imborrable, aunque por razones algo diferentes a las de la visita a la Escuela Infantil Arlequín, de la que hablaba en la entrada anterior. He querido poner ambas experiencias en correlación para hacer ver hasta qué punto el entorno familiar y social puede condicionar los aprendizajes. Los alumnos a los que hace mención Mercedes en su carta no son equiparables a los del grupo 'Las palomas', que ya conocen ustedes, aunque únicamente los separe un año de edad. Sus biografías difieren notoriamente en muchos casos, los estímulos culturales que reciben en su casas también, así como las circunstancias laborales, económicas o convivenciales de sus padres. Bastaría conocer en qué desconsoladores mundos cotidianos viven algunos de esos niños para darse cuenta de que aprender no es sólo una cuestión de voluntad personal o metodología didáctica, sino que está determinada por causas que están más allá del esfuerzo individual o la disciplina colectiva,
como se empeñan en hacernos creer los apóstoles del neoconservadurismo educativo. ¡Cuánta distancia puede haber entre unos niños y otros, aunque entre una y otra escuela medien tan sólo unos pocos cientos de metros!

Fui igualmente a hablar con ellos y a leerles cuentos. Conociendo su origen social y las a menudo penosas circunstancias familiares me pareció oportuno comenzar por un relato que me gusta especialmente: Yo, de Philip Waechter.


Si lo conocen, entenderán por qué lo escogí. Me pareció que esa imagen gozosa, optimista, segura, un tanto vanidosa, que el oso protagonista proyecta de sí mismo podría crear en aquellos niños un íntimo y luminoso espacio de ensoñación. Suponía que las frases afirmativas que desde la misma portada van construyendo la historia (yo soy guapo... yo soy listo... yo me alegro de los pequeños detalles de la vida... yo soy fantástico... me gusta vivir... yo no tengo miedo... yo sé lo que quiero...) podrían ser recibidas por los oyentes como el agua por el sediento, como la caricia por el herido. De hecho, y de modo espontáneo, los niños fueron repitiendo en voz alta las palabras del cuento, con lo que las sencillas frases del oso parecían en sus bocas una jubilosa declaración de identidad. Más evidente todavía cuando al final del relato el protagonista acaba reconociendo que, sin embargo, hay días en que se siente solo, aislado, y necesita entonces correr y correr hasta llegar a alguien que lo espera con los abrazos abiertos, que lo estrecha fuertemente contra su cuerpo, y con quien inicia un tranquilo paseo por el campo.

Aquella celebración del gozo me bastaba, la defensa final del afecto era la mejor contribución que un libro podía ofrecerles a sus vidas. Los dibujos que de inmediato se pusieron a hacer y luego me regalaron colmaban mis propósitos. En sus colores era manifiesta la expresión de sus íntimos sentimientos tras escuchar el relato.

La emoción más intensa me alcanzó, sin embargo, unos días más tarde, cuando junto a las palabras de la maestra que he reproducido al comienzo llegaron a mis manos algunos textos escritos por ellos. Ustedes juzgarán por sí mismos, pero no me resisto a comentarles que en sus vacilantes escrituras, en sus sinceras declaraciones de cariño, percibo la huella de una previa demostración de afecto, del alud de sentimientos que desencadenó una ficción literaria. ¿Cómo no creer entonces en el poder alentador de la literatura? ¿Cómo no entenderla como una revelación, como un alivio?

Leo sus textos y pienso en ellos con la respiración contenida, como cuando observamos las gotas de suero que van pausadamente de la botella a los cuerpos tendidos en las camas de los hospitales, flujo en el que depositamos la esperanza de la curación. Sé que esas gotas sanadoras son en el aula la multitud de gestos, palabras, saberes, sentimientos, ideales... que brindamos a los alumnos y los avivan y les hacen sentirse confiados y soñadores. Pero qué tremendo fracaso colectivo supondría que, ahora que esos niños están en la frontera entre la redención y la rendición, no fuésemos capaces de asegurarles que saldrán victoriosos, que la escuela es más poderosa que las fatalidades familiares o los destinos ancestrales, que las promesas de un YO libre e ilusionado no son una lacerante quimera.

10 comentarios:

estrella polar dijo...

¡He llorado, Señor, cuanto he llorado!. Esta demostración viva de que los libros pueden rescatar espacios de ternura, de seguridad, de afirmación... y justamente a quienes más los necesitan. ¡si fueramos capaces de mantener esta red que libra de la caida mortal! Confiemos en que maestros como su "seño" o personas como tu la construyan lo suficientemente resistente ante la injusticia del mundo. Besos emocionados

Clareta dijo...

Fascinante. Espero que nunca dejes de aportar tanto a pequeños y no tan pequeños. Juan, que gran labor la que realizas.

Juan Mata dijo...

Lo que me conmociona, estrella, es pensar que, por el mero hecho de leerles un libro, uno pueda encarnar el objeto de sus abrazos. Que una simple frase y una pequeña ilustración tengan la potestad de desamarrar sus afectos y sentir que los pueden dirigir al lector ocasional que los visita es algo que me estremece, sinceramente. Creo que puedes entender bien lo que digo. Lo peor de todo esto es lo extravagante que sigue resultando hablar del vínculo entre las emociones y el aprendizaje, siendo como es el meollo de la educación. ¿Cuándo actuaremos en consecuencia? Un abrazo.

Juan Mata dijo...

Son esas minúsculas experiencias, Clareta, las que me afirman y me alientan. Me dan argumentos para resaltar en clase o en libros o en este blog la importancia vital de la lectura, para dar significado real a las palabras que la defienden. Si no fuera por eso sentiría que me sumo al coro de voces que elogian la lectura con la misma nimiedad con que se elogia la primavera, el canto de los pájaros o el sonido de las olas. Un abrazo.

lammermoor dijo...

Si leerte es siempre un placer,disfruto sobremanera con esas entradas en que, como hoy, compartes con nosotros esos momentos tan especiales. ¡Vuelvo a darte las gracias por hacernos partícipes de esas experiencias!

Juan Mata dijo...

Compartir esas experiencias, lammemoor, es un minúsculo modo de ofrecer a esos niños mi afecto y mi aliento. Sé que la maestra les hará ver sus cartas publicadas y eso, tal vez, les haga sentirse orgullosos y capaces. Es también una forma de recordar públicamente que esa realidad escolar también existe.

Tus palabras una vez más me conmueven. Gracias.

Peru dijo...

Guapísimo Juan! Pero lo que más me ha gustado son los retratos que te han hecho los niños!! Qué tiernos!!!

Juan Mata dijo...

A mí también me han gustado mucho los retratos, querida Peru. ¡Son tan significativos y generosos! Significativos por la sonrisa que me otorgan, que en realidad es la suya propia; generosos, por el regalo de los pelos de la cabeza (me han puesto más de los que tengo).

En cualquier caso, el hecho de comunicar sus sentimientos es el mayor de los regalos.

Un fuerte abrazo transpirenaico.

Evaristo dijo...

Soy asiduo lector de este blog.
Hoy, en Salamanca, cuando he oído aquello de "Ni el pressing catch ni los reality-shows ni las carreras de motos se encuentran entre sus aficiones favoritas" me he dado cuenta de que la persona que leo aquí y la que iba a escuchar era la misma.(1ª sorpresa). Minutos después he reconocido la voz inconfundible del conferenciante: era la de las lecturas literarias en Baeza, en octubre de 2007, junto a Eliacer Cansino.(2ª sorpresa)
Mi felicitación por tu conferencia de hoy. Tu idea de animación lectora, tu reflexión sobre las sagas y la literatura juvenil, tus ideas sobre la lectura a los niños,.... han logrado emocionar, han logrado transmitir la importancia vital de la lectura.
Me he sentido especialemte próximo a tus palabras cuando has hablado de los clubes de lectura.
Gracias por tus reflexiones (aquí, en Salamanca o en Baeza)

Juan Mata dijo...

Creo que puedes imaginar, estimado Evaristo, lo que supone para mí que, recién llegado a casa, lea tus palabras. Si ya venía feliz, la lectura del comentario me colma de gozo. ¿Qué más puedo decir? Todo lo expresado en Salamanca nace de mi experiencia y de mi profunda convicción de que la lectura no puede celebrarse al margen de la vida. En ese sentido, puedo afirmar que has comprendido la esencia de lo que pienso y siento. De modo que... muchas gracias. Uno se siente bien cuando comprueba que las palabras propias ayudan a los demás a confirmar ideas o a descubrir otras.

Y no dejo de asombrarme yo también de las coincidencias y las sorpresas. Espero que en un próximo encuentro podamos conversar personalmente y pueda yo conocer algo de lo que haces.

Saludos.