9 de octubre de 2008

Poesía y lectura V


Si oteo mi pasado sólo avisto
recuerdos agradables de películas
y libros. La ficción y personajes
asumidos por mí como algo propio.

Y sueños inventados que sembraba
para segar amor, gloria y dinero.

Cual si mi vida real hubiera sido
la vida no vivida por mi cuenta.
Cuando he debido hacerlo por mí mismo
todo ha salido mal. Y aún mal me sale.


José María Fonollosa,
Destrucción de la mañana


Ocurre que la vida puede ser tan aciaga, tan malograda, tan incongruente a veces, que sólo en las ficciones se encuentran el orden y el sentido necesarios. Ocurre que la experiencia humana puede ser tan dolorosa e ininteligible que las afinidades únicamente se encuentran en las experiencias simuladas de la literatura y el cine. Ocurre que los anhelos pueden resultar tan estériles que sólo en las fantasías se encuentran la serenidad y la justificación. ¿Pero quién se atreve a reprobar la desesperanza? ¿Quién queda a salvo de los alivios de la ficción? ¿Quién, habiendo conocido la desdicha, puede censurar a otros su refugio en las vidas noveladas?
Erraríamos si sólo viésemos en los versos de Fonollosa las premoniciones de un poeta suicida. Pienso que él habla en nombre de todos y se dirige a todos los que de un modo continuado o fugaz han sentido la sombra de la derrota. Y porque conocía bien sus fracasos reales se reconocía en la coherencia de los personajes ficticios. Leer, como ver películas, puede ser por ello una manera consoladora y cierta de vivir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo pero la ficción es como el alcohol: a partir de cierta cantidad resulta contraproducente.

Juan Mata dijo...

De acuerdo, Croix. Resulta imposible, sin embargo, fijar límites a un lector de ficciones. Cada uno los establece por sí mismo. Los hay comedidos y los hay desaforados. Lo importante es determinar qué hace cada cual con ellas.