25 de julio de 2008

El teatro de los lectores

Para entender bien el lugar del que hablo es preciso pensar en alguno de los bellos teatros decimonónicos que aún perduran en España: el Infanta Isabel de Madrid, el Arriaga de Bilbao, el Cervantes de Málaga, el Isabel la Católica de Granada, el Principal de Barcelona, el Campoamor de Oviedo... Hay que situarse imaginariamente en el escenario de cualquiera de ellos y mirar hacia el iluminado patio de butacas, los palcos, la platea, el anfiteatro, el paraíso (si lo tuviera). A continuación es necesario pensar ese espacio completamente vacío, sin artefactos de ninguna clase. Y por último, y quizá en un más difícil ejercicio de imaginación, deben proyectarse sobre esa limpia oquedad largas estanterías de libros hasta colmarla completamente.

El resultado es la librería El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires.

En efecto, lo que desde 1919 fue el teatro Grand Splendid, promovido por el emigrante austriaco Max Glucksman, y que a lo largo del siglo XX acogió representaciones teatrales y de ballets, proyecciones cinematográficas, conciertos de tango y espectáculos musicales, es desde el año 2000 una librería. La arquitectura y la decoración primigenias han sido respetadas escrupulosamente -los palcos, las pinturas de la cúpula, las barandillas, las estriadas columnas, las molduras doradas...-, por lo que la primera impresión de cualquier lector es la de que ingresa en un teatro, sólo que en vez de butacas se encuentra con anaqueles y mostradores y sillones para leer. Porque esa librería, además de vender libros, actúa también como biblioteca. Nada impide que un lector se allegue a ella, escoja el libro apetecido o encontrado al azar y se siente a leerlo hasta acabarlo. Y nadie lo mirará sospechosamente si apila un montón de libros para pasar la tarde. Los palcos hacen el papel de reservados gabinetes de lectura, pero cualquier rincón o pasillo cumplen adecuadamente esa función.

El escenario, que permanece parcialmente oculto por el telón original, ha sido convertido en una cafetería. La antigua simbiosis entre café y lectura adquiere allí su más natural expresión. Es un espacio también para las tertulias o la presentación de libros. Todas las tardes hay además música en directo: un pianista, solo o acompañado por un flautista, pone banda sonora a la lectura tranquila o la conversación civilizada. Desde esa apacible atalaya se divisa un enjambre de lectores ocupados en lo que más les gusta: deambular entre estanterías, ojear libros, detenerse a leer. Parece entonces que se han invertido las tornas, que el espectáculo se desarrolla en el patio de butacas y la acción la protagonizan anónimos lectores que llegan solos o en compañía, recorren las distintas secciones, abren y cierran libros, se ensimisman en ellos, se sientan un momento en una silla, van en busca de otros libros, levantan la vista, piensan, abandonan el lugar. Es un movimiento continuo, improvisado y siempre cambiante que desde el escenario adquiere el sentido de una danza, de una vital representación teatral, pues allí se manifiestan día tras día todos los sueños, todas las expectativas, todos los descubrimientos que los libros son capaces de concitar y satisfacer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Juan que recuerdos me has traído leyendo tu entrada sobre la librería de Buenos Aires y la foto. Yo viví en Argentina 3 años, y en mis viajes a Buenos Aires siempre recorría las librerías, un placer.
No he encontrado en ningún lugar del mundo, de lo que conozco, librerías tan preciosas como en Buenos Aires.
Saludos
Teresa

Juan Mata dijo...

Uno de las más vivas impresiones que me dejó Buenos Aires, Teresa, fue la de las librerías. También el de los cafés. Leer en un café: qué maravilloso maridaje. En realidad, toda la ciudad me cautivó. Pero es cierto que las librerías tienen un magnetismo especial. Gracias por compartir aquí ese recuerdo.

Valeria dijo...

Es una librería preciosa!! Sin embargo prefiero aquellas en las que hay algún librero sabio y apasionado... el alma de la librería. Yo justamente hice una entrada en mi blog donde la incluyo entre mis librerías favoritas de Buenos Aires. Un placer encontrar este espacio, que estoy conociendo

discreto lector dijo...

Valeria, aparte de su marco fastuoso, la librería El Ateneo tiene desde ahora otro valor: habernos dado la oportunidad de entrar en contacto. He conocido tu blog y merece toda clase de elogios. ¡Qué maravillosa lectora debes de ser! Por lo demás, coincido contigo: las mejores librerías son aquellas donde hay buenos libreros. A ellas acudo y en ellas compro.