17 de mayo de 2008

Lugares para leer

"Quizá este vicio por la lectura provenga de la infancia. Recuerdo que cuando era niño me escondía en uno de esos armarios que ya no se ven por el mundo, esos armarios enormes que cubrían toda una pared y que casi siempre estaban llenos de trastos. Bueno, pues yo me escondía adentro con un gato y un libro. Dejaba la puerta entreabierta para poder ver y allí permanecía durante horas. Y esta pasión por la lectura fue incrementada por el descubrimiento de un pariente lejano, y también lejano por la distancia. Había llegado a mis oídos que este hombre tenía la colección completa de las aventuras de Fantomas. Entonces yo me tenía que hacer cinco kilómetros a pie para conseguir que me prestara un tomo en cada visita".

Juan Carlos Onetti


Ese armario de Juan Carlos Onetti puede ser una metáfora exacta del acto de leer. ¿No es acaso eso lo que hacemos cuando leemos: observar el mundo desde un escondite seguro, íntimo, a resguardo de las miradas ajenas, sin temor a ser descubiertos o recriminados?

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