15 de octubre de 2010

Será la memoria

Cuando uno lee un libro que, por alguna razón, le conmueve profundamente siempre se hace la misma pregunta: ¿por qué no lo habré leído antes? Es un sentimiento absurdo, pues la felicidad sentida no habría sido más intensa de haberlo leído con anterioridad. Pero es inevitable pensar que, aun siendo la misma, esa felicidad debería haber llegado antes, como los buenos amigos o los buenos viajes, para gozarlos durante más tiempo.

Una vez más me ha ocurrido. He leído ahora El olvido que seremos, del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, y no he podido evitar la fatídica pregunta: ¿por qué no leí en su día este libro? Pienso que todo lo que estoy haciendo ahora -releer ciertos pasajes, hablar de él, recomendarlo vivamente- debería haberlo hecho antes, como si eso me deparara un deleite distinto.

De lo dicho se deduce fácilmente que la lectura de El olvido que seremos me ha cautivado. Durante unos días he permanecido absorto en una vida real que, gracias a la escritura, adquiría la cualidad de un personaje literario. La vida de Héctor Abad Gómez, un prestigioso médico colombiano, luchador notorio por los derechos humanos, asesinado en 1989 por un grupo paramilitar (a estas alturas aún no se conocen los nombres de los sicarios ni de los instigadores) a causa precisamente de sus ideas y de su compromiso cívico, se me ha presentado con los atributos de una figura de ficción, al contrario de lo que suele suceder cuando uno lee una novela. Y la causa no es otra que el emocionante, luminoso y admirativo relato que su hijo, Héctor Abad Faciolince, ha escrito en recuerdo de un hombre generoso y vitalista, cuya inteligencia iba pareja a su sentido de la decencia y la defensa de la dignidad humana.

La literatura se presenta en este caso como una aliada más que como un adversario. Esa vida admirable podía haber quedado distorsionada, sin relieve, si hubiese sido narrada con un estilo ramplón o hagiográfico, que habría sido lo mismo, pues en ambos casos la biografía de Héctor Abad Gómez hubiese parecido irreal. En cambio, la escritura exquisita y ardiente de Héctor Abad Faciolince, llena de matices y recodos, atravesada por la sinceridad y el amor, otorga a la historia de su padre la cualidad de los grandes relatos.
El tributo al padre se convierte así en una narración que se lee con el mismo fervor que se lee una novela, con el mismo arrobo ante el protagonista que despiertan los grandes personajes inventados. El hijo ha conseguido que el lector acabe cautivado por el padre (así me ha ocurrido a mí). No cabe mayor homenaje. Uno lee el libro confirmando a cada página que la literatura puede hacer memorable una vida concreta y puede a la vez dar aliento a la vida de los lectores.

8 comentarios:

jddm dijo...

Buenas noches.
Me gustaría saber su opinión sobre la tendencia (no sé si muy "moderna" o no tanto) de calificar la "literatura actual" como algo insulso, sin fundamento y bastante aburrido, carente de interés.
Por mi parte, voy comprobando que desde el Grupo del 27 o algunos escritores de posguerra en adelante, las obras (pecando, a lo mejor, por generalizar) pierden esa capacidad de provocar "felicidad" en el lector de la que usted mismo habla en su última entrada.
Gracias y un saludo.

Anónimo dijo...

Ahhh ¡que bonito libro Juan! a mi me costó mucho trabajo conseguirlo pues estaba agotado, pero leerlo fue todo un deleite. Fue hermoso descubrir no sólo al autor, sino a través de este, a su padre.
A mi me dejó llorando a lágrima viva cuando narra su asesinato.
Un beso,
Ale.

estrella polar dijo...

..."se va enredando, enredando como en el muro la yedra..." Violeta Parra... Volvemos a los diecisiete cuando lloramos a lágrima viva y nos reconfortamos con una vida que algo nos enseña.. ¡Qué bien que sigamos enredados con las lecturas...bibliobulímica, tu, Juan y los demás! Ya lo he encargado, porque ha salido una edición de bolsillo según me han dicho en la librería... Al leerlo me sentiré formando parte de algo más grande. Besos estelares

discreto lector dijo...

La verdad, Moderno Peter Pan, es que la descalificación de la literatura moderna atribuyéndole insulsez o insignificancia es una actitud muy antigua. No hay época en que la literatura nueva no haya sido tildada de insulsa o carente de interés. Bastaría recordar las ya muy antiguas querellas en torno al teatro griego para comprender que no hay nada nuevo bajo el sol. Creo que la literatura de nuestros días puede provocar la misma felicidad, si no más, que una obra escrita hace quinientos años. Hay obras contemporáneas tan intensas y profundas como las obras antiguas. Cada lector es, en ese sentido, soberano a la hora de elegirlas y disfrutar.

Ale, entiendo muy bien lo que dices. El relato de la muerte de la hermana y la muerte del padre provoca lágrimas de dolor pero también de felicidad al ver qué hermosísimos homenajes a ambos hace Héctor Abad Faciolince. Gran libro, sí.

Estrella, espero que en Madrid, si no antes, tengamos oportunidad de comentar el libro. Estoy convencido de que te va seducir su lectura.

Carlos Ponce-Meléndez dijo...

Gracias por el "tip." Voy a tratar de conseguir el libro para leerlo.

Anónimo dijo...

Dí con este blog por casualidad hace pocos días.
Esta entrada me llamó la atención y me acerqué a la biblioteca a buscar este libro.
Lo leí ayer sábado.
Es un libro particular, "especial".
Tal como indica el autor, ha logrado narrar sucesos de enorme emocionalidad con una distancia que al menos a mí me ha resultado muy dura.
El profundo sufrimiento de aquellos colombianos y colombianas que no sólo son conscientes de las inmensas injusticias que día a día tienen lugar en su país, sino que las han vivido en sus propias carnes me parece tan desgarrador que tras la lectura del libro tengo una extraña y profunda sensación de ambivalencia emocional que quizá sea la que transmite el autor (dolor/distancia afectiva).
Gracias por la recomendación.
Un buen libro

Teresa dijo...

Yo le tengo un especial cariño a este libro, lo he regalado a tantas personas que ya he perdido la cuenta.
Es emocionante todo él.
El personaje de ese padre y esa madre en segundo plano y sosteniendo a esa familia, es impresionante el relato.
Me emociono al recordarlo.
Un saludo
Teresa

discreto lector dijo...

Carlos, estoy seguro de que no le decepcionará la lectura del libro. Encontrará en él, entremezcladas, pasión y hermosa escritura.

Anónimo lector/lectora, me hace feliz, como siempre, saber que la lectura de un libro comentado en el blog ha conmovido a un lector. Gracias por la confianza.

Teresa, comprendo perfectamente tus sentimientos y tus reacciones. Me reconozco en ellos. A mí también me impresionó el libro y, al igual que tú, no he dejado de recomendarlo. Continuaremos aconsejando su lectura.