3 de septiembre de 2010

Más sobre ciencia y literatura

Les ofrezco algunos fragmentos del primer capítulo de un libro que estoy seguro de que interesará a todos los amantes de la literatura. En España se titula Zorros, ciencia, erizos y literatura, un título que corresponde a uno de los capítulos del libro, pero que no es el original. En inglés se tituló Madame Bovary's Ovaries (Los ovarios de Madame Bovary), pero tal vez los editores pensaron que reproducirlo tal cual podía incomodar o despistar a los posibles lectores. No importa. Lo interesante es el enfoque que los autores David P. Barash y Nanelle R. Barash dan al análisis literario: entender la ficción con criterios darwinianos, es decir, considerando que los personajes de los relatos que tanto nos fascinan expresan a la perfección la naturaleza humana universal, y que nuestro interés por su suerte forma parte de los rasgos biológicos que nos identifican como seres humanos.

"Lo que explica que la obra Otelo se siga leyendo y representando quinientos años después de que Skakespeare la escribiera es precisamente que esa obra de teatro nos habla de algo que es atemporal y universal; no se centra en un hombre llamado Otelo, sino en nosotros mismos. Habla al Otelo que todos llevamos dentro: a la naturaleza humana que compartimos. La obra Otelo trata de un hombre celoso y, como veremos a continuación, los celos son una emoción especialmente fuerte y extendida en el género humano, una emoción ante la cual los varones son los más vulnerables. Por eso es correcto hablar de Otelo, Madame Bovary o Huckleberry Finn en presente: continúan vivos, por lo menos en parte, porque poseen características específicamente humanas que trascienden la obra magna en que fueron descritos. Sus tribulaciones, sus respuestas, sus filias y sus fobias, sus miedos y sus anhelos resultan en cierto modo reconocibles para todos los lectores, que pueden maravillarse ante ellos, coincidir o discrepar con ellos, aprender o escandalizarse de ellos.

Algunas personas se sorprenderán al enterarse (sobre todo aquellas que no estén al corriente de los últimos avances en biología), pero resulta que hay pruebas irrefutables de que gran parte de los elementos de la vida humana no dependen de la estructura social. En pocas palabras, aunque es cierto que la educación y las tradiciones culturales ejercen una influencia muy poderosa, también lo es que existe una naturaleza humana subyacente, válida de forma universal y característica del Homo sapiens. Las personas viven en entornos muy diferentes, según tradiciones y trayectorias culturales muy distintas, pero debajo de esa maravillosa diversidad hay algo que es igual de maravilloso, cuando no más: un hilo común de humanidad reconocible, hilado con ADN humano y compartido por todos aquellos que leemos y escribimos (así como por quienes no lo hacen). Los celos de Otelo, la rebeldía de Huck y las necesidades de Emma son sólo tres ejemplos de ese hilo común.
[...]
La naturaleza humana universal fue percibida hace ya miles de años por nuestros mejores narradores, desde los primeros autores del Mahabbarata hindú, el relato babilónico de Gilgamesh, o la Ilíada y la Odisea de Homero, hasta la Eneida de Virgilio y las palabras de Dante, Cervantes y Shakespeare. No obstante, hasta la aparición de Charles Darwin no se sentó la base científica de la naturaleza humana. A decir verdad, algunos de los avances biológicos más importantes no tuvieron lugar hasta pasado un siglo o más de la vida de Darwin, cuando se descubrió la base genética de la evolución mediante la selección natural y cuando se aclararon cuáles eran sus implicaciones para la conducta humana.
[...]
Hay algo que reconocemos al instante en unos rasgos tan básicos y tan obviamente naturales como el amor adolescente exaltado por las hormonas de Romeo y Julieta, la indecisión intelectualizada de Hamlet, la ambición mezclada con remordimiento de Lady Macbeth, el flirteo ebrio de Falstaff, la contundente decisión de Viola, la rabia impotente de Lear, o los celos de Otelo y la picardía propia de Puck. Y cuando este último concluye de forma admirable en Sueño de una noche de verano: "¡Señor, qué locos son los mortales!", el lector o asistente al teatro no puede sino darle la razón, porque en el fondo sabe cómo son los seres humanos, tanto los ficticios como todos nosotros.

Nuestro objetivo es demostrar que sí, efectivamente, existe la naturaleza humana, del mismo modo que existe la naturaleza del hipopótamo o la del halibut, e incluso existe la naturaleza del nogal americano. Y los mejores narradores han sido quienes han sabido plasmarla. Afirmemos, haciéndonos eco de Hamlet, que la literatura sostiene un espejo en el que se refleja la naturaleza, y dentro de ella, la naturaleza del ser humano. Eso nos llevará a afirmar que los entresijos de la biología evolutiva proporcionan unos instrumentos muy útiles a la hora de comprender la literatura y, de paso, de comprendernos a nosotros mismos.

En Zorros, ciencia, erizos y literatura fundimos dos mundos, el de la literatura y el de la ciencia, para demostrar que la ficción puede verse iluminada por la idea más importante de la biología (la evolución) aplicada en este caso al comportamiento humano. Confiamos en que nuestra disección de los ovarios de Madame Bovary, los celos de Otelo, la enajenación de Holden Caulfield y demás desvele una nueva forma de leer y comprender los textos literarios. No se trata de encontrar la 'única' forma, pues nuestra intención no es arrasar con todas las teorías literarias actuales en favor de la ciencia, sino proporcionar un enfoque nuevo, una herramienta que pueda resultar útil en el kit de elementos imprescindibles del lector. Nuestra premisa básica es bastante sencilla, aunque extrañamente revolucionaria al mismo tiempo: que las personas son criaturas biológicas y que, como tales, comparten una naturaleza humana universal y evolucionada. A esto debemos añadir nuestro segundo principio básico: que la psicología evolutiva, una ciencia sin duda no ficticia, está descubriendo por qué los seres humanos se comportan como lo hacen y además ofrece una mirada renovadora y gratificante aunque compleja tanto hacia el mundo de la ficción como hacia el mundo de la realidad. En sus manos tiene el lector el resultado: unas gafas nuevas para aquellos amantes de las letras que se sienten ávidos, perplejos o sencillamente curiosos y preparados para enfrentarse a algo nuevo."

2 comentarios:

Marialcira Matute dijo...

Juan, Andrea:

Les recordamos siempre. Hace unas semanas nos han vuelto a comentar en el Ministerio de Comunicación que los programas que hicimos con La Librería Mediática en Granada en septiembre 2009 han sido de los más solicitados en copia por diversos televidentes de nuestra serie de entrevistas televisivas.

Lorca y La Alhambra, el amor que ustedes sienten por Granada y por los libros han impactado a los venezolanos.

Marialcira e Isidoro

discreto lector dijo...

Cuánto nos alegramos, Marialcira e Isidoro, de que esos programas sean tan demandados. Los artífices fuisteis vosotros, nosotros simplemente colaboramos. En cualquier caso, siempre es una satisfacción saber que hay tanta gente lejana que se interesa por la literatura, la ciudad de Granada y Federico García Lorca. Nos sentimos orgullosos de poder contribuir a su promoción.

Os deseamos mucho éxito en vuestro trabajo.

Un abrazo afectuoso de vuestros amigos granadinos.