Las conmemoraciones suelen ser excusas para hablar de asuntos que, de un modo u otro, nos incumben. Eso hago hoy. Aprovecho que este año se celebra el centenario del nacimiento del escritor e ilustrador holandés Leo Lionni para manifestar mi admiración por su obra. La verdad es que aprecio todos sus libros, pero por encima de todos, dos: Pequeño Azul y Pequeño Amarillo y Frederick.
El primero, Pequeño Azul y Pequeño Amarillo, me parece una excepcional demostración de inventiva y sensibilidad. Contar una intensa historia de amistad usando como personajes tan sólo pequeñas manchas de color es un verdadero prodigio. Más aún si tenemos en cuenta el año de su publicación, 1959. He comprobado la facilidad con la que lectores muy jóvenes se identifican de inmediato con los colores, viendo en el azul, el amarillo o el rojo a niños como ellos e identificando el conflicto emocional entre los colores protagonistas con sus propios sentimientos. Es uno de esos libros cuya posesión parece una exigencia inexcusable.
El segundo es Frederick, cuyo protagonista es, a mi juicio, uno de los personajes más sobresalientes de la literatura infantil contemporánea. Frederick, el ratón paciente y contemplativo, me parece la perfecta representación de la improductiva y a la vez imprescindible tarea del artista, de quien ofrece a los demás, reelaborados, dones tan inmateriales como palabras, colores u olores. La actitud serena de Frederick frente al frenesí laboral de sus compañeros, su generoso protagonismo cuando llega el invierno y todo a su alrededor es pura desolación, es un delicado manifiesto a favor de la libertad, la creatividad personal y la función colectiva de la cultura. Mis experiencias con él son igualmente conmovedoras. Otro libro que no debería faltar en las estanterías domésticas.
Aquí, aquí o aquí pueden encontrar más información sobre Leo Lionni.
11 de septiembre de 2010
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3 comentarios:
No por nada nuestra mascota es Olegario, el ratón bibliotecario, pariente de Frederick.
Imprescindible.
Un saludo
Frederick me acompaña desde hace años. De vez en cuando sale, no se cómo, de su agujerito y me pide que le muestre cómo va todo. Y, así, me siento afortunado.
Chose, espero conocer algún día a Olegario, que a buen seguro habrá alentado a muchos a leer. En algún momento me tendría que decir dónde tiene su sede.
Mateo, entiendo muy bien ese afecto. Cada vez que se aparece a mis alumnos crea adicciones. Se hace admirar y querer de inmediato.
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