16 de septiembre de 2010

Henry Miller habla de libros

Las citas que siguen son de Henry Miller. Está extraídas de Los libros en mi vida, una suerte de autobiografía de lector a la par que un ensayo sobre el valor de la lectura y la literatura. Es un libro que he leído siempre con mucho placer, picoteando en uno u otro capítulo, pues en cada página es posible encontrar alguna frase brillante, alguna confesión especialmente estimuladora. Aprendo mucho leyendo las opiniones de los lectores sobre sus propias lecturas, sobre todo de aquellos lectores que, como Henry Miller, poseen además el don de la escritura. Resultan muy reveladoras sus reflexiones. Lamentablemente es un libro que, por lo que sé, es ya una reliquia, un objeto propio de librerías de viejo. Si las frecuentan y se topan con él, no duden en comprarlo. Búsquenlo, por supuesto, en las bibliotecas.

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¿Que factor confiere vida a un libro?
¡Con cuánta frecuencia se plantea este interrogante! La respuesta, en mi opinión, es sencilla. El libro vive a través de la apasionada recomendación de un lector a otro. Nada podría estrangular este básico impulso del ser humano. A pesar de las opiniones de los cínicos y misántropos, sostengo que el hombre siempre se empeñará en compartir sus más profundas experiencias.

Mi debilidad es gritar desde lo alto de los tejados siempre que creo haber descubierto algo de vital importancia. Al terminar de leer un libro maravilloso, por ejemplo, casi siempre me siento a escribir cartas a mis amigos, a veces al autor y en ocasiones al editor. La experiencia se convierte en parte de mi conversación diaria, penetra en los alimentos y en las bebidas mismas que consumo. He dicho que esto era una debilidad. Puede que no lo sea. "¡Creced y multiplicaos!", ordenó el Señor. E. Graham Howe, autor de War Dance (La Danza Guerrera), lo ha dicho de otra manera, que me gusta todavía más: "¡Cread y compartir!". Y si bien a primera vista la lectura podrá no parecer un acto de creación, en un sentido profundo lo es. Sin el lector entusiasta, que en realidad es el equivalente del autor y muchas veces su más secreto rival, el libro moriría. El hombre que propaga la buena palabra, no solamente aumenta la vida del libro en cuestión sino también el acto de la creación misma. Sopla espíritu a los demás lectores.

Creo que están completamente equivocados quienes afirman que los cimientos del conocimiento o de la cultura, o cualquier otro cimiento, son necesariamente los clásicos que figuran en cualquier lista de los "mejores" libros. Sé que varias universidades basan todos sus programas en tales listas selectas. Sostengo que cada individuo tiene que construir sus propios cimientos. El hecho de que uno sea un individuo se debe a su singularidad. No importa cual haya sido el material que afectó vitalmente la forma de nuestra cultura, cada hombre debe decidir por sí mismo los elementos de la misma que habrán de penetrar en él para modelar su propio destino personal. Las grandes obras que son elegidas por las mentes magistrales representan sus preferencias exclusivamente. Está en la naturaleza de tales intelectos presumir que son nuestros guías y mentores designados. Puede ser que, librados a nosotros mismos, con el tiempo llegaríamos a compartir su punto de vista. Pero la forma más segura de conspirar contra ese fin es promulgar la lectura de listas selectas de libros, las llamadas piedras fundamentales. El hombre debe comenzar con sus propios tiempos. Debe familiarizarse ante todo con el mundo en que vive y participa. No debe temer leer ni demasiado ni demasiado poco. Debe recibir su lectura como recibe sus alimentos o su ejercicio. El buen lector gravitará hacia los libros buenos. Descubrirá por sus contemporáneos lo que sea inspirador o fecundo, o simplemente agradable, en la literatura del pasado. Deberá tener el placer de hacer esos descubrimientos por su propia cuenta y a su manera. Lo que tiene valor, encanto, belleza y sabiduría, no puede perderse ni olvidarse. Pero las cosas son susceptibles de perder todo su valor, todo su encanto y atractivo si nos arrastran a ellas tomados de los cabellos.

¡Vivían y me hablaban! Esto es lo más sencillo y elocuente que podría decir de los autores que me han acompañado a través de los años. ¿No es extraño decir esto si consideramos que, en los libros, tratamos con signos y símbolos? Así como ningún artista ha conseguido reproducir jamás la naturaleza en el lienzo, así tampoco ningún escritor ha sido capaz de darnos su vida y sus pensamientos en su totalidad. La autobiografía es el más puro de los romances. La ficción siempre se acerca más a la realidad que los hechos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No podría estar más de acuerdo con los textos de Henry Miller, son experiencias que he sentido mil veces.Los autores y autoras han pasado a formar parte de mi vida, están ahí y a veces, hasta los he echado de menos casi físicamente. Hace pocos días he concluido la lectura de "Las uvas de la ira", a la que llegué por recomendación de otra de estas maravillosas entradas. Todos los que me rodean han sido testigos de mi disfrute, de mi emoción, de la huella profunda que ha dejado en mí. Y, efectivamente, no puedo evitar que esté en todas mis conversaciones y haber empezado a recomendarlo y a regalarlo.
Es curioso que la lectura sea algo tan íntimo y que a la vez podamos reconocernos todos los lectores en las palabras de otro lector. Y que siendo algo que se vive como propio nos invite a compartir....
Gracias, como siempre.

EXPERIMENTATIO dijo...

En estos días de elecciones de lecturas en los que hablamos de lecturas de partida y de llegada los comentarios de Miller sobre libros nos recuerdan que leer es un acto tremendamente relacionado con la subjetividad de cada cual. Tendremos que pulsar donde podamos despertar y contagiar el entusiasmo por conocernos a nosotros mismos y a lo que nos rodea.
Gracia por mostrarnos caminos.

discreto lector dijo...

Anónimo lector o lectora, coincidimos de pleno en la idea de que compartir una lectura es una forma de ensalzarla, de extender a otros las emociones sentidas. Pienso que es una manifestación de afecto hacia los demás. Me gusta compartir el entusiasmo de una lectura, me parece que incumplo un deber si guardo silencio.

Mateo, esa contraposición entre lo íntimo y lo público que señalas a propósito de la lectura es cierta. Sabemos que leer es un acto profundamente subjetivo, lo que no nos impide tratar de hacer común esa experiencia. La lectura es solitaria pero su discusión es siempre colectiva.

Beckettiana dijo...

Precisamente "Trópico de Cáncer" es uno de los libros de mi vida. Antes de él hubo otros y, si todo sigue un curso coherente y natural, habrán muchos más. Confieso que la lectura me proporciona una enorme estimulación, un alejamiento necesario al universo cotidiano. Incluso inspira tus propias reflexiones. He tenido bellas experiencias literarias, intensas y únicas. "Demian" fue una de ellas.
Gracias por la necesaria e interesante aportación.

Hace poco también finalicé mi lectura de "Las Uvas de la Ira". Una obra extraordinaria, reflejo de una época.

Un saludo.

Beckettiana

discreto lector dijo...

Laura, agradezco siempre los testimonios de los lectores acerca de sus experiencias con los libros porque ensanchan mi conocimiento y alientan mi trabajo. Y qué magnífica lectora imagino que eres: Miller, Hesse, Steinbeck, Beckett...