21 de marzo de 2011

Lienzos como páginas

¿Puede contarse una historia profundamente conmovedora con pigmentos, colores, formas? Naturalmente que sí. Si quieren verificarlo, pueden visitar la exposición Un cuento chino, que el pintor Juan Vida acaba de inaugurar en la Biblioteca de Andalucía, en Granada.

¿Y qué narra este moderno cuento chino? Pues habla de las vicisitudes de un largo viaje en busca de una niña, de los sueños y los temores que preceden a la partida, del encuentro con la niña deseada, de las esperanzas que suscita su llegada a la nueva casa, de la introducción en los lugares desconocidos, de los significados inéditos que adquieren de pronto palabras como risa, pájaro o futuro. Quien cuenta la historia, quien la pinta, es el padre de esa niña procedente de Oriente, cuya presencia le genera la felicidad de la plenitud y la necesidad de la exposición. ¿Exponer qué? Sencillamente, las emociones y las imágenes provocadas por Julia, la hija que alteró su vida. De esa alteración interior habla la exposición de Juan Vida. Podría decirse que el pintor expone y el padre se expone.

Juan Vida ante uno de los cuadros de la exposición

En efecto, lo que los espectadores reciben, y también los lectores, pues cada lienzo va acompañado de un breve texto a modo de ilustración verbal, es una íntima confesión, la expresión pública de una dichosa experiencia personal. Y al igual que un novelista utiliza palabras o un músico notas para contar lo que sienten y piensan,
Juan Vida usa los recursos de su oficio: lienzos, pintura acrílica, tinta, objetos... El resultado es una invitación a compartir una alegría, a participar en la celebración de un estado de ánimo que hacemos nuestro mientras deambulamos ante los cuadros con la misma serenidad con que pasamos las páginas de un libro delicado y cautivador. La exposición es al mismo tiempo una exaltación de la pintura como arte de emoción y conocimiento.

(No es igual, pero pueden pinchar en este enlace
si quieren hacerse una idea de la exposición de la que les hablo)

14 de marzo de 2011

Veinte años de 'Elogio de la lectura'

Contra el casi invencible pudor a hablar de mí mismo y de las cosas que hago, lo que contradice en gran medida el sentido de los blogs, quiero compartir hoy con ustedes una celebración que me afecta.

El viernes pasado, por la tarde, en la Biblioteca de Andalucía, Andrea Villarrubia y yo clausuramos el módulo 'Gestión Cultural de las Letras y el Fomento de la Lectura' encuadrado dentro del Máster de Gestión Cultural que organiza la Universidad de Granada. Lo hicimos con la proyección de un montaje audiovisual, Elogio de la lectura, que forma parte indeleble de nuestras vidas. En gran medida, lo que pensamos y decimos de la lectura y los lectores nos ha venido dictado por las experiencias proporcionadas por esa apología pública de los libros, hecha con palabras, imágenes y sonidos. Inesperadamente, mientras preparábamos el acto del viernes, nos dimos cuenta de que en estos días se cumplían 20 años de una gozosa aventura.

(Todas las imágenes de Elogio de la lectura insertadas en esta entrada corresponden al acto del pasado viernes)

Todo comenzó en 1991, cuando Andrea tuvo la idea de proyectar a sus alumnos, para conmemorar el Día del Libro, algunas de las imágenes
de lectores que habíamos ido haciendo a lo largo de los años allá por donde íbamos (revisándolas ahora comprobamos que las más antiguas tienen ya más de tres décadas). Lo que en principio no tuvo otro objetivo que ilustrar con imágenes una celebración de los libros se convirtió de inmediato, dada la inesperada y entusiasta respuesta de los alumnos, en un primer esbozo de montaje audiovisual. Y comenzamos a proyectarlo. Las reacciones de la gente nos animaron a proseguir y pronto le agregamos música y textos en torno a la lectura. Comprobábamos acto tras acto que aquel precario montaje conmovía y cautivaba. Nos dimos cuenta entonces de que quizá habíamos armado un instrumento valioso para hablar de la lectura con todo tipo de personas, desde adolescentes recién ingresados en el instituto a septuagenarias que comenzaban sus primeras relaciones con la lectura y la escritura.

A partir de aquel momento, y a medida que se corría la voz, comenzamos a acudir, siempre que nuestra disponibilidad lo permitía, a los lugares más diversos pertrechados con nuestros proyectores de diapositivas y nuestras pantallas desplegables (esto les resultará completamente extraño a quienes han nacido en la era digital). Se asombrarían ustedes si conocieran dónde hemos estado y las condiciones en las que hemos intervenido, desde ruidosas aulas o modestas bibliotecas a pequeñas habitaciones particulares o enormes auditorios. Siempre, sin embargo, nos hemos sentido acogidos y gratificados, aunque el espacio que nos hubieran preparadado fuera frío e inhóspito o los asistentes fueran escasos, pues casi nunca ha faltado interés por conversar, por pensar juntos sobre el deseo y el placer de leer. Y siempre, como preámbulo, ese emotivo y compañero Elogio de la lectura.



Algunos textos introductorios nos ha acompañado desde el primer día...

... y otros han ido incorporándose con el paso de los años. Lo mismo ha ocurrido con la música, que se ha renovado conforme variaban nuestros gustos, aunque debemos confesar que hemos sentido desde el principio una especial predilección por las composiciones instrumentales del grupo portugués Madredeus: As ilhas dos AÇores, Os moinhos, Tardes de Bolonha, Viagens interditas...

No sabríamos calcular ahora cuántas personas han podido participar en nuestras sesiones desde aquel lejano 1991. ¿Quince mil? ¿Veinte mil? No importa demasiado la cantidad. Muchos miles, desde luego. Lo relevante, más allá de los números, han sido las reflexiones provocadas a lo largo de estos años por nuestro sencillo
Elogio de la lectura. Comprenderán que sintamos una íntima e irrefrenable felicidad al pensar que tantas y tantas personas han tenido la oportunidad de expresar en voz alta sus experiencias con los libros y de escuchar a la vez nuestros pensamientos y nuestras emociones sobre un asunto tan inseparable de nuestras vidas. Hemos siempre recibido más de lo que hemos entregado. No cabe duda de que nuestras ideas sobre la lectura y los libros deben mucho a las conversaciones alentadas por ese Elogio de la lectura a lo largo de estos veinte años.

Y como suele ocurrir siempre que se echa la vista atrás, el viernes pasado sentimos el paso del tiempo de un modo oneroso, pero nos consolamos pensando que, al menos en ese terreno, podíamos ofrecer una biografía afortunada.

Me parecía que debía compartir con ustedes este aniversario.