28 de diciembre de 2010

Leer y escuchar

Gracias a la amistad de Cristina Novoa he sabido que el mismo día que la Asociación Entrelibros celebraba en el Parque de las Ciencias de Granada el 'Día de la Lectura en Andalucía', como ya informé en la entrada anterior, tenía lugar en Santiago de Compostela la final del I Concurso de lectura en voz alta 'LER E ESCOITAR', que ha implicado a numerosos alumnos gallegos de educación primaria y secundaria en la tarea de preparar y mostrar públicamente sus cualidades lectoras. Feliz casualidad. Me habría gustado ser espectador de esa experiencia, escuchar los textos escogidos, estar atento a las reacciones de los oyentes. Estoy seguro de que hubiera disfrutado mucho, pues me agrada escuchar a los niños dando sonido y sentido a los textos literarios. Me conmueven la fragilidad de sus voces, la temblorosa expresividad de su dicción, la incipiente pasión de sus lecturas. Son las señales tempranas de un aprendizaje que les recompensará con creces en los años venideros, cuando deban leer para otros, para los alumnos, para los amigos, para los hijos, para otros lectores.

Del blog Hora de ler he elegido una imagen de ese día para acompañar estas palabras de reconocimiento y felicitación.


19 de diciembre de 2010

Celebración de la lectura

Como saben, el 16 de diciembre se celebra el 'Día de la Lectura en Andalucía'. Con tal motivo, la Asociación Entrelibros, de la que aún no he hablado en este blog (prometo remediarlo pronto), organizó junto al Parque de las Ciencias de Granada una actividad muy especial. Se pensó que la mejor manera de exaltar la lectura era mostrarla, ofrecerla, para lo cual dedicaron la mañana del jueves a leer a los visitantes del Parque breves textos adecuados a cada edad. Y así fue como las lectoras y los lectores de la Asociación Entrelibros deambularon por el Parque durante varias horas leyendo poemas, cuentos, reflexiones, fragmentos de novelas... a todos cuantos quisieron escucharlos (nadie se negó, por supuesto).

Se leyó a uno...
a unos pocos...
a un pequeño grupo...
o a un grupo numeroso...
Se leyó en los pasillos...
en las escaleras...
en el Mariposario...
en el Planetario...
o en la Sala Explora...
Y se leyó a quienes descansaban...
comían...
trabajaban...
o esperaban...
(Se dio el caso de un visitante que, tras escuchar la lectura ofrecida por una de las lectoras de la Asociación Entrelibros, quiso contribuir él mismo a la celebración leyendo un texto de uno de los libros que en ese momento llevaba. La reciprocidad del regalo)

¿Y qué se leyó? Pues textos de Italo Calvino, Pablo Neruda, Antoine de Saint-Exupéry, Ernesto Cardenal, Franz Kafka, Federico García Lorca, Idea Vilariño, Dylan Thomas, Charles Bukowski, Luis Alberto de Cuenca, Luis Cernuda... y cuentos de Gabriela Keselman, Philip Waechter, Eric Carle, Leo Lionni, Roald Dahl...

En fin, fue una intensa y feliz celebración.


Debo decir, finalmente, que yo también participé en la fiesta, claro está.

13 de diciembre de 2010

La deserción de un lector

Conocedora de mi afición por las imágenes de lectores, una buena amiga me envía esta magnífica fotografía, cuyo color desvaído da cuenta de su antigüedad (se tomó, en efecto, hace ya algunos años). No es la fotografía de una impostura, sino que posee el valor de lo verídico y lo extraordinario. Un joven soldado, en la pausa de unas maniobras militares en el monte, se dedica, mientras sus demás compañeros duermen, a leer. No le importa que el fuego improvisado se haya extinguido. La trama de la novela, pues es una novela lo que lee (el lector aún recuerda el título: Las uvas de la ira), importa más que la baja temperatura o el cansancio. Está realmente absorto en la lectura. Ni el espacio, ni la hora, ni el ambiente parecen disuadirlo, la atracción que ejerce la palabra y la historia es más poderosa que la incomodidad física o la aspereza del lugar. Si la lectura ofrece siempre la oportunidad del aislamiento y el refugio cálido, hay circunstancias (ejército, acuartelamiento, disciplina castrense, simulacros de guerra...) en que esa evasión imaginativa adquiere el carácter de una deserción. El tiempo que se pasa en el libro es un tiempo fuera de la uniformidad, la monotonía y la marcialidad. ¡Qué significativa resulta la escena, qué vigorosa defensa de la lectura, qué retrato más exacto del lector disconforme!

6 de diciembre de 2010

Un libro llega a nuestras manos

El motivo de la cita en el restaurante era la entrega por parte de Alicia Relinque de un ejemplar del primer volumen de Jin Ping Mei, una de las dos novelas clásicas más importantes de la literatura china (la otra es Sueño en el pabellón rojo), que ella ha traducido directamente del chino, no del inglés o el francés, como suele hacerse a menudo.

Conocimos a Alicia Relinque en Beijing, hace más de dos décadas, cuando ella estudiaba lengua china en la Universidad de Beijing y yo impartía clases de lengua y literatura españolas en la misma universidad. Desde entonces hasta ahora, en que aquella aplicadísima investigadora ya es profesora de la Universidad de Granada, hemos mantenido una amistad ininterrumpida y repleta de afectos mutuos.

No sé si seré capaz de hacerles ver la magnitud de su trabajo, pero piensen que se trata de traducir una obra escrita a principios del siglo XVII, en la lengua de entonces, diferente a la actual, como ocurre con el castellano de El Quijote (novela contemporánea de Jin Ping Mei, por cierto) con respecto al de hoy, pero acentuada la dificultad si se tiene en cuenta que el chino no es una lengua alfabética sino ideográfica, es decir, que las palabras no son el resultado de la combinación de unas decenas de letras, como ocurre con la mayoría de las lenguas occidentales, sino que cada carácter de la escritura china representa un concepto, lo que en la práctica significa que es preciso conocer miles de caracteres para entender correctamente un texto. Da una dimensión exacta de la proeza saber que parte de los caracteres utilizados en aquel tiempo no son de uso corriente (piénsese, en nuestro caso, en palabras tales como fementido, omecillo o corcovo, tan cervantinas y sin embargo tan incomprensibles hoy) y que muchos otros caracteres han sido simplificados. Compárense, a título de ejemplo, los caracteres antiguo y moderno para el mismo concepto, amor:

Pues bien, durante cuatro años, Alicia Relinque ha estado entregada a la traducción de tan magna obra, calificativo nada convencional, pues la edición original de Jin Ping Mei consta de unas 1600 páginas de texto (la edición española, en dos volúmenes, alcanzará un total de 2200 páginas), lo que supone aproximadamente un millón de caracteres, muchos de los cuales exigen horas y horas de estudio, de lectura atenta de artículos científicos, para desentrañar su significado. Pueden entender entonces que traducir algunas frases puede llevar días, pues otra de las grandes dificultades de la traducción ha sido la necesidad de verter al castellano los registros lingüísticos de los distintos personajes, con sus particularísimas formas de hablar (no se olvide que muchos de ellos son prostitutas y putañeros, a los que no se les puede hacer hablar en castellano como si fueran miembros de la alta sociedad literaria). Un trabajo, como digo, colosal y admirable.



Imágenes facsimilares de Jin Ping Mei

Compañeras de ese momento feliz, que en realidad era un pretexto para la celebración, fueron Isabel Cervera, una de las más relevantes expertas españolas en arte oriental, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, y Andrea Villarrubia, profesora del IES Ilíberis de Atarfe, Granada, de la que ya conocen los lectores de este blog algunas de sus iniciativas en torno a la lectura. Los cuatro coincidimos en Beijing en un año que será recordado por la trágica matanza de estudiantes en la Plaza de Tiananmen.

Andrea, Isabel y Alicia

Comer, beber, reír, recordar... Y ahora leer serenamente. En fin, las elementales alegrías de la vida.