27 de mayo de 2008

Cuando todo comienza

Hace unos días, entre tímida y excitada, Elisa, que ha cumplido seis años, quiso demostrarnos que ya sabía leer. O mejor: que había comenzado a reconocer los sonidos y el significado de algunas palabras. Estaba en ese apasionante momento de enfrentarse sola a un texto y descubrir que ese mar de letras tiene sentido y ella es capaz de reconocerlo. Pocas sonrisas tan hermosas como la que produce el desvelamiento de un secreto incitador e insondable. La expresión de gozo que Elisa dispensaba a todos los que la rodeaban evidenciaba la recién conquistada autonomía para transitar en silencio por el alfabeto del mundo. Era también una prueba manifiesta de la trascendencia de la lectura.

Cuando Elisa tenía tres años y medio escribió el cuento que reproduzco más arriba. Es un prodigio de imaginación y felicidad. Las líneas quebradas que rodean su dibujo, y que comparten los niños de esa edad en muy diversas culturas, eran las tempranas palabras de su incipiente fantasía. Eran asimismo los signos de un aprendizaje que estaba en marcha, que continuaría imparable en los siguientes años, que culminaría en la sonrisa que hace unos días nos regalaba. Leer ha comenzado ya a formar parte de sus modos de mirar la vida.

25 de mayo de 2008

Descubrimientos y reconciliaciones

Ahora que va finalizando el curso académico me enfrento una vez más a los comentarios de mis alumnos acerca de la asignatura que he impartido. Sé que la mayoría son sinceros, aunque no faltan los agradecimientos retóricos y las alabanzas interesadas. Los muchos años de docencia me permiten distinguir unos de otros, como también a saber que los desafectos raramente se expresan. Sus discrepancias las manifiestan sin palabras, con actitudes que uno ya ha aprendido a reconocer. Ese ejercicio de humildad que consiste en leer sus impresiones y su estado de ánimo es muy aleccionador. Es el espejo más inmediato en el que puede mirarse un profesor.

De sus apreciaciones me siguen sorprendiendo las que aluden al descubrimiento, o reconciliación incluso, que han hecho de la literatura. Tengo siempre la sensación de que trabajo con una multitud de letraheridos, pero no en el sentido benéfico que se le suele conceder a ese vocablo, sino en uno más literal, menos amable. Me enfrento año tras año a jóvenes realmente lastimados por las letras, decepcionados con los libros, enemigos de la literatura. No escasean los lectores entusiastas y las lectoras voraces, pero la mayor parte de los alumnos a los que me dirijo son víctimas de una sucesión de errores pedagógicos.

Por lo que confiesan, y en eso sí sé que no mienten, sus experiencias literarias se han limitado a la lectura forzada de unos cuantos libros recomendados, a la redacción de comentarios y resúmenes
más o menos previsibles, a la respuesta de preguntas sobre autores y libros en los exámenes y, naturalmente, al acopio de nombres, fechas y títulos inmediatamente olvidados. Pocos reconocen tener un aprecio sólido por la lectura, pocos estiman la literatura como algo determinante en sus vidas. Pero lo que me complace y me descorazona a la vez es la alegría que sienten al descubrir que un poema, un álbum ilustrado, un relato, un ensayo... les concierne, que lo que fue escrito antes incluso de que nacieran o en otras latitudes o en otras lenguas les habla a ellos de un modo único. Cuando se dan cuenta de que la literatura reclama sus emociones y sus razonamientos y que leer no es sino un modo de leerse, cuando se desprenden al fin de prejuicios y malentendidos, la lectura adquiere de pronto un carácter revelador.

Saber que contribuyo a ese descubrimiento, a esa reconciliación, me hace feliz, pero me deja perplejo. ¿Cuántos jóvenes abandonarán las aulas sin haber disfrutado nunca de una experiencia conmovedora con los libros? Y peor aún: ¿cuántos de ellos serán luego profesores y seguirán reproduciendo los desaciertos que en su día padecieron?

23 de mayo de 2008

Gente que lee

"Por el momento sólo puedo responder de forma aproximada diciendo que en ese tipo de lectura lo que buscamos es una ampliación de nuestro ser. Queremos ser más de lo que somos. ... Queremos ver también por otros ojos, imaginar con otras imaginaciones, sentir con otros corazones".

C. S. Lewis

21 de mayo de 2008

La historia de Erika

Con frecuencia encuentro en los álbumes ilustrados, tan desconocidos como desconsiderados, la hondura y la belleza que no siempre ofrecen los libros de adultos. La literatura se manifiesta en ellos en su estado más puro. Nada de palabrería, nada de banalidad, nada de afectación.

La historia de Erika
es un ejemplo de ello. El relato es conmovedor. Posee la intensidad y la luminosidad de los grandes poemas. Plantea además un dilema ético que a nadie deja impasible: ¿qué hacer con un bebé de pocos meses si el destino que le espera, como a sus padres y a los restantes judíos hacinados en el tren que los conduce a un campo de exterminio, es la muerte? ¿Darle una oportunidad de vivir aunque ello signifique desprenderse de él o mantenerlo en los brazos aun conociendo su terrible final? El drama de los padres es perturbador: optar entre el desgarro de una separación con la esperanza de salvar a su hija y el consuelo de la custodia a sabiendas de que nada evitará su asesinato. Hay en el relato una frase estremecedora: "En su camino hacia la muerte, mi madre me lanzó a la vida". En efecto, los padres deciden arrojar a Erika por el ventanuco del vagón dándole así una oportunidad de sobrevivir. Y lo consiguen. Unas manos hospitalarias se hacen cargo del bulto caído en la hierba y lo entregan a una mujer que lo cuidará como a una hija. Muchos años después, la propia Erika cuenta su historia a la autora del texto, Ruth Vander Zee, que la escribe con una transparencia respetuosa y admirable.

Las ilustraciones de Roberto Innocenti, Premio Andersen 2008, agregan a la narración los colores y los encuadres precisos. Concebidos casi como fotografías de una deportación cualquiera en una estación cualquiera de la Alemania nazi, los dibujos de Innocenti poseen el equilibrio exacto entre la mirada distanciada que una tragedia semejante reclama y la emoción que al mismo tiempo necesita.

El álbum La historia de Erika ha sido publicado en España por la Editorial Kalandraka.

17 de mayo de 2008

Lugares para leer

"Quizá este vicio por la lectura provenga de la infancia. Recuerdo que cuando era niño me escondía en uno de esos armarios que ya no se ven por el mundo, esos armarios enormes que cubrían toda una pared y que casi siempre estaban llenos de trastos. Bueno, pues yo me escondía adentro con un gato y un libro. Dejaba la puerta entreabierta para poder ver y allí permanecía durante horas. Y esta pasión por la lectura fue incrementada por el descubrimiento de un pariente lejano, y también lejano por la distancia. Había llegado a mis oídos que este hombre tenía la colección completa de las aventuras de Fantomas. Entonces yo me tenía que hacer cinco kilómetros a pie para conseguir que me prestara un tomo en cada visita".

Juan Carlos Onetti


Ese armario de Juan Carlos Onetti puede ser una metáfora exacta del acto de leer. ¿No es acaso eso lo que hacemos cuando leemos: observar el mundo desde un escondite seguro, íntimo, a resguardo de las miradas ajenas, sin temor a ser descubiertos o recriminados?

14 de mayo de 2008

Poesía y lectura

Quisiera compartir este poema de José María Álvarez sobre las cicatrices de las lecturas adolescentes. Basta sustituir el nombre de Salgari por cualquier otro nombre, por alguno de los muchos que cohabitaron en nuestros sueños de juventud, para reconocernos de inmediato en esa exaltación de los relatos de aventuras.

EL ORO DE LOS TIGRES

El viejo Salgari. Después de tantos años
en que no me he atrevido a releerlo,
y cómo sigue ahí, metido
en el alma, colmando la imaginación
de ese anhelo sin nombre, inaprensible, mágico. Cuántas veces
aún resuenan en mis sueños sus bahías
remotas, y en mi boca el sabor
salobre
del viento marino, y oigo el fragor de animales y selvas feroces
y escucho cantos en la noche en misteriosas lenguas
y el ardor de hombres que danzan desafiando a la Fortuna y a la Muerte]
alrededor de un fuego, haciendo brillar armas.
Todo lo que conserva -aventura y audacia-
aún en mi carne su alegría infantil.
El oro de los piratas, esa lumbre, ese relámpago
bestial
de la libertad sin regreso. Todo lo que es ansia
de un lugar en el mundo, y la violencia
que es nuestra raíz, y las rompientes
de coraje, de riesgo, donde nos medimos.
Ah, viejo camarada. Qué horas tan hermosas
vivimos juntos. Cómo
todavía
haces cantar a lo que en mí queda
de alegres y salvajes canciones corsarias.


José María Álvarez. El botín del mundo.

9 de mayo de 2008

Ensoñación

La lectora ha levantado los ojos del libro y dirige su mirada... a quién, en qué dirección, con qué propósito. Aunque observe las mesas del café o el paso de los transeúntes, en realidad mira dentro de sí. En las palabras de ese libro ha encontrado una senda que la conduce hacia su intimidad. Piensa en lo leído, pero piensa sobre todo en lo vivido y en lo que le gustaría vivir. Así leemos. Con los ojos puestos en las letras pero sondeando a cada instante nuestra memoria y nuestra imaginación. Leamos lo que leamos, siempre estamos leyendo nuestra vida.


[El cuadro de André Derain se titula La tasse de thé]